sábado, 28 de diciembre de 2013

Reporte Matutino (primera parte)





Las cosas han empezado a ponerse ridículas. La lluvia sigue sonando sobre el tejado de acrílico con un ritmo monótono casi desesperante. De no ser porque soy básicamente un tipo normal, podría usar ese ruido como excusa para acabar con mi vida. Bueno, aceptemos que la cuota de mi normalidad ha descendido bastante últimamente, y no es por encierro o soledad. Más bien ha sido por desgaste de mi sensatez.
Pongo a sonar un poco de Blues para que contrarreste el ruido del invierno y embutido en mi suéter favorito me siento a mirar por la ventana los farallones de azul grisáceo que al fondo del valle exhiben sus jorobas mojadas.
Tengo la compañía de la mujer que deseo. No es exactamente la que satisface el estereotipo de pareja delirado pero sí uno que me colma las necesidades básicas, me refiero a que me ocupa la mente y las horas con risas y pequeños proyectos cotidianos como cocinar, salir al cine, leer algún libro, ver una película, hablar sandeces; lo cual me hace pensar que la felicidad puede reemplazarse por la rutina entretenida de mantenerse ocupado. Por supuesto hay muy buen sexo. Mi mujer y yo formamos un ensamble fácil en el que las aristas encajan bien aceitadas. No hay tropiezos que puedan causar pánico aunque ya el desamor me enseñó que la pérdida puede ocurrir en cualquier momento y no hay nada que pueda evitarla. Bueno, no es esa la razón de mi desazón. Mis miedos pelechan en otros lares.
También puedo ir donde desee aunque mi hábitat es el espacio más acogedor que he hallado. Aquí he fabricado rincones temáticos por los que realizo mi safari de cavernícola feliz. Tengo la música, los libros, el vino y los manjares de que me puedo antojar, que son pocos y suficientes. Creo que intento ser un espécimen de esa raza de intelectualoides huecos que se resiste a la extinción.
Usualmente voy a las librerías a gastar buenas horas hojeando libros de pintura impresionista. Me encantan esas pinturas que adrede han sido realizadas sin tanta pureza en los trazos pero con gran cuidado en el tema. Los artistas han descubierto una salida del laberinto e intentan comunicarlo, sólo que el código usado no es fácilmente descifrable.

Esas pinturas me hablan, me sugieren vidas inspiradoras por estrambóticas. Me transportan a las ciudades donde me gustaría perderme por largas temporadas. No huyendo de nada, pues todo lo acarreo dentro, los recuerdos y los anhelos. Más bien para llenarme de esas otras sensaciones que sé que existen, las he sentido en ciertas épocas del año en esta tierra tropical y supongo allá en esos otros lugares me acompañarían a menudo. Me refiero a cierta luz moribunda del atardecer obsequiada por la neblina, colores opacos víctimas del frío boreal, nieve sin ruido.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Sendero.







Quisiera hablar, decir todo lo que va pasando por mi mente, básicamente recuerdos, aunque debería decir que lo pensado son ideas que invento como recuerdos. Incluso había concluido que hablaba con un personaje inventado para interactuar en mis diálogos pero ahora sé que es conmigo el soliloquio. El personaje soy yo.
Mi voz funciona como un narrador que hace varios oficios al mismo tiempo. Guía, confronta, corrige, desecha, deja pasar de largo, devela, archiva, pero nunca me atropella, nunca excede mis posibilidades de asimilación. Por lo demás las ilustraciones que uso para contar hallazgos son divertidas, tienen descripciones vivaces, el fraseo es coherente y el decorado sutil. Todos los temas giran cerca al mismo eje, la búsqueda de un nivel de entendimiento que me permita alcanzar la templanza necesaria para aceptar que existir es inútil.  




viernes, 6 de diciembre de 2013

Mi Hembra.




Al fondo, desde el radio,
suena un especial de Ray Charles,
a mi izquierda tengo una copa de vino frío
y a la derecha galletas de soda.
Encima, atollado en toda mi piel,
tu cuerpo ingenuamente ardoroso.
Al caminar tienes el ritmo justo
para que tus carnes brinquen a su amaño.
Tus carnes siguen el mandato
de la sustancia sensual de que esta hecha tu alma.
Eres una hembra.
Hueles a calentura.
Te veo y empiezo a salivar.
Mis manos tienen voluntad propia,
van donde tu redondez posterior se asoma,
esclavas de tus telas sedosas,
de la firmeza abullonada de tus nalgas,
del tobogán de tu cintura.
 
Y , ángel sediento,
extiendes tus besos en mi boca,
sueltas tus labios con ternura,
nunca doblegada,
nunca completamente ida.
Siempre tan libre,
tan asustada y decidida,
tan sorda ante las voces que encadenan.

En cada beso dejas una victoria.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Reacción En Cadena.



Lo que nos mueve a buscar la realización de nuestras metas es una necesidad interior. Se podría pensar que en algún momento recibimos exigencias del exterior para realizar alguna tarea. Pero lo cierto es que si esa exigencia no se conecta con alguna necesidad interior tampoco producirá un efecto de acción.
Más allá de una condición mental que nos impulsa a realizar ciertos actos, es ante todo  una fuerte necesidad espiritual de realizar algún deseo lo que realmente nos pone a actuar.

El espíritu empieza a existir dotado con lo que su esencia será mientras dura. Su diseño es único e invariable, nace completo, no evoluciona. El espíritu es en sí mismo un eslabón evolucionado, resultado de una etapa anterior y germen de una próxima. Su estado presente, el que recibimos, ya está elaborado de la forma que le corresponde y no sufrirá ninguna transformación. Lo que sí es factible de ser mejorado es el intelecto que acompaña a ese espíritu. Se entrena la mente para que comande los actos, el espíritu simplemente expande sus talentos (o sus taras) al ser estimulado por las labores que la mente realiza.