Sé
que mis rituales se han acartonado,
son
opacos y huelen a especias
a
punto de descomponerse.
Los
sostiene la fuerza de la costumbre
y
mi empeño por mantenerlos invariables.
Voy
calcando mis días en una secuencia
que
sólo varía la intensidad de su palidez.
El
gusto por el tono mostaza
se
expande en todas direcciones.
En
la comida a través del curry,
el
café con una pizca de leche en polvo,
la
lámpara una bombilla de menor voltaje,
en
el rostro noches conmocionadas.
Todo
quiere volverse textura de otoño,
tinte
de cúrcuma,
matiz
de zona tórrida.