Estoy en el centro de una ciudad pequeña de clima templado. He caminado por varias calles ruidosas en busca de un Café donde sentarme a mirar la gente.
Voy llenándome de retazos de historias que completo con mis ensoñaciones.
Una jovencita, muy flaca, de vestido blanco mal puesto, zapatos rojos, cabello ondulado maltratado, se esconde tras una columna sobresaliente en la pared de un almacén, ríe tapándose la boca con la mano. Otra chiquilla le susurra al oído que el próximo cliente ya mordió el anzuelo y se ha detenido en la esquina a mirarlas de reojo. Veo sus senos pequeños, biches, sobre usados y aún fervorosos. Imagino su vientre blanco, su pubis podado, su afán de que el turno acabe. Tiene la mirada limpia, el desamor aún no le ha esmerilado el brillo. Sería fácil amar este retoño de mujer pero no como un cliente demasiado pasajero.
Un hombre barbado, estampa de profeta, estructura corpórea de Quijote, semidesdentado y fundido, vende golosinas en una canastilla. Le miro, nos sonreímos mutuamente, nos saludamos con la voz y aunque tengo ganas de estrecharle la mano no lo hago. Su vaho agrio, sus ropas mugrientas, su penumbra atemporal me ponen en marcha. Nada en mi pensamiento logra verlo fuera de El Parque de los Próceres. Para mi es realmente un hombre sin historia, solo logro asociarlo a afiches o descripciones de personajes que con tres rasgos forjan un cliché imborrable.
Mujeres. Nalgas que se contonean caminando frente a mí. Senos brincones pasan cerca a mi cara en sentido contrario. Mujeres hermosas casi me rozan al pasar, en la luz pálida y opaca de una tarde que se retira. Mujeres jóvenes, de cabellos hermosos, de pasos apresurados, de vestuarios bien escogidos, bien calados. Mujeres que me jalan los ojos y por las cuales suelto suspiros largos y humedezco mis labios y pierdo el rumbo, entro en almacenes y cafeterías, me detengo en medio de la acera, borro de la perspectiva todo transeúnte inoportuno, desconozco el tiempo, el ritmo de mi avance es marcado por las mujeres que hormiguean en El Parque siguiendo la piola de su destino pero atiborrando mis ojos de movimientos curvilíneos que me ponen una sonrisa en los labios y en todo el cuerpo un ansia animal, antigua, irrespetuosa.
Muy bueno...felíz finde!!!
ResponderEliminarEso es lo que se podría llamar un paseo "ardiente":)))
ResponderEliminarLas mujeres solemos notar las formas de mirar y nos notamos observadas, a veces nos gusta, otras no, depende del tipo y la forma en la que "nos repase":)))
En fin, besos de finde
Lascivia, sobre todo el párrafo de abajo estuvo bueno, me gustó. Ah, y la descripción del presunto quijote.
ResponderEliminarUn beso,
Andri
Un paseo de recolección de personajes convertido en una joyita literaria.
ResponderEliminarUn abrazo.
muy bello...e interesante...recorridos!
ResponderEliminargracias
un aludo
lidia-la escriba
Yo diría que la voz de la calle, el susurro, como dices tu, una colcha de retazos de experiencias de vida, a mi encanta sentarme en el malecón de mi playa y oír pequeños relatos con acentos y tonos diferentes y por su puestos extranjeros y luego me armo películas uniendo. Como siempre un placer leerte!
ResponderEliminarUn Besito marino
Esta curioso, saber que siente un hombre cuando ve a esas mujeres que le resultan excitantes..
ResponderEliminarBesos gracias por entrar en mi casita y dejar algún comentario.