M
Se me ocurre que existe un tipo de promiscuidad afectiva (no tanto la sexual, que de esa casi todos podemos decir algo), si no de enamoramientos intensos, esporádicos, infructuosos. Estar perdidamente enamorados de una pareja perfecta y distinta cada 8 meses, es un juego que oculta un desfalco de amor a todas luces invisible. Toda batalla apunta a procurarnos el hallazgo de la felicidad, o su reemplazo: el no-sufrimiento, como quien dice, cierta calma, una comodidad tibia, agridulce, que proporcione un paraíso nuevo cada 8 meses, aunque el comodín que la facilita sea distinto. A esto lo llamo Promiscuidad Afectiva, enamorarse por el mero placer de sentirse vivo, de no sentirnos tan insignificantes, y de paso, despistar a la soledad. En esos amores esporádicos, en que no conocemos al otro, tenemos una incapacidad sorprendente de no saberlo realmente. Eso no es vital, no es lo primordial. Todos los amantes se van, claro. Ellos también tienen sus urgencias, también sufren los desfalcos de la existencia. Cada uno es para el otro un enamoramiento que funcionó de modo inspirador durante un lapso de tiempo, nada más. Quizás, a veces un recuerdo amable. Los requerimientos de pareja ideal con el paso de los años pierden fuerza, se exige menos, también se da menos. Todo se vuelve un premio de consolación. En el fondo pulula la búsqueda del amor completo que nos asalta al descuido y nos hace emprender toda aventura, con lo mejor que ésta involucra: norte difuso, entrañas agitadas. Bueno, la cosa no es tan grave. Los talentos que tenemos fueron puestos allí para ser usados.
Sexo 4
Quiero dejar en claro que yo no demerito el sexo y la magia con que nos envuelve y nos da mucho de lo que buscamos. No estoy en el extremo de la nada, no creo sólo en el amor de los poemas. Los amantes de carne y hueso arman paraísos e infiernos, festejos y remanso. Todo válido. Estos encuentros crean un espacio donde se puede desenrollar un amor con otros matices. Todo evoluciona, hace quince años éramos distintos, dentro de quince años seremos otros, y aún querremos amar, aún amaremos con lo que somos, cada uno en individual, volubles, ajenos, delirantes, cautos, qué sé yo, únicos, tremendamente únicos y diferentes.
Se me ocurre que existe un tipo de promiscuidad afectiva (no tanto la sexual, que de esa casi todos podemos decir algo), si no de enamoramientos intensos, esporádicos, infructuosos. Estar perdidamente enamorados de una pareja perfecta y distinta cada 8 meses, es un juego que oculta un desfalco de amor a todas luces invisible. Toda batalla apunta a procurarnos el hallazgo de la felicidad, o su reemplazo: el no-sufrimiento, como quien dice, cierta calma, una comodidad tibia, agridulce, que proporcione un paraíso nuevo cada 8 meses, aunque el comodín que la facilita sea distinto. A esto lo llamo Promiscuidad Afectiva, enamorarse por el mero placer de sentirse vivo, de no sentirnos tan insignificantes, y de paso, despistar a la soledad. En esos amores esporádicos, en que no conocemos al otro, tenemos una incapacidad sorprendente de no saberlo realmente. Eso no es vital, no es lo primordial. Todos los amantes se van, claro. Ellos también tienen sus urgencias, también sufren los desfalcos de la existencia. Cada uno es para el otro un enamoramiento que funcionó de modo inspirador durante un lapso de tiempo, nada más. Quizás, a veces un recuerdo amable. Los requerimientos de pareja ideal con el paso de los años pierden fuerza, se exige menos, también se da menos. Todo se vuelve un premio de consolación. En el fondo pulula la búsqueda del amor completo que nos asalta al descuido y nos hace emprender toda aventura, con lo mejor que ésta involucra: norte difuso, entrañas agitadas. Bueno, la cosa no es tan grave. Los talentos que tenemos fueron puestos allí para ser usados.
Sexo 4
Quiero dejar en claro que yo no demerito el sexo y la magia con que nos envuelve y nos da mucho de lo que buscamos. No estoy en el extremo de la nada, no creo sólo en el amor de los poemas. Los amantes de carne y hueso arman paraísos e infiernos, festejos y remanso. Todo válido. Estos encuentros crean un espacio donde se puede desenrollar un amor con otros matices. Todo evoluciona, hace quince años éramos distintos, dentro de quince años seremos otros, y aún querremos amar, aún amaremos con lo que somos, cada uno en individual, volubles, ajenos, delirantes, cautos, qué sé yo, únicos, tremendamente únicos y diferentes.
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