domingo, 3 de diciembre de 2017

La Tarde.



La tarde está sola y silenciosa.
Mrs. Dalloway mira por la ventana la calle vacía.
El café se destila con la parsimonia del tiempo.
El invierno se tomó un respiro,
hace sol y brilla el aire.
El barrio toma la siesta larga del domingo.
En mis recuerdos suena el violonchelo
que oí en una película japonesa
sobre el ritual de la muerte.
Madre partió hace dos años.
La mujer que habita mi casa
lleva varias vidas.
Ella tiene la bondad de obsequiarme
la mejor versión de su corazón,
su ternura me basta para aceptar
que soy tipo con suerte,
uno que degustó el vértigo de la noche
y pudo regresar del desquicio.
Entiendo que el amor
nunca es un huésped vitalicio
y su visita ocurre tan sorpresiva
como fugaz.
Tiemblo cada que llega la mañana
y frente a mi
tengo un día desocupado y ajeno.
Finalmente
le pertenecemos a la nada.
No es cierto que la tarea cumplida
traiga la calma.
Estamos en deuda siempre.