domingo, 26 de febrero de 2017

De Imágenes y Letras.







Veo una película basada en un autor que descubrí hace años y que he estado visitando de nuevo. Adoro la actriz que encarna el papel principal. Es oriunda del mismo país del autor y demuestra que lo admira. Ella escribió en guion, dirigió la película y, sobretodo, logró hacer del gesto natural de su rostro -hermosamente triste- la estampa gris del personaje, la mirada extraviada en el dolor y la incomprensión de la sinrazón humana, la boca congelada. La mujer de la novela tiene la habilidad de inventar historias para esconderse en ellas y no mirar los sucesos que la arrinconan. Las radiantes ensoñaciones de su adolescencia fueron apabulladas por la baba espesa de su rutina de mujer adulta. Se ahoga, se asfixia. Madre, esposa, víctima. Ah el encantador enigma de las mujeres depresivas! Su aura de soledad y penumbra son el hábitat perfecto de los poetas existenciales. El costo es la pérdida del erotismo. En una mujer paralizada por su rumor interno, desaparece el deseo de la piel. No más fogosidad nocturna. La ternura sensual que inspiraba se convierte en lástima. Ella ya no está ahí, el abrazo no entra, el amor es inservible.

Mi mañana de hoy está gris y fría. Quisiera decir desolada pero mentiría. Sucede que me obligo a una nostalgia laboriosa, a una actitud de hombre que añora. Pienso que esta rutina pausada en la que llevo a cabo nimios quehaceres de la casa me ayuda a sentir que he alcanzado el tono requerido para hablar sobre el tiempo y la vida. En mis ejercicios de escritura busco el círculo, labrar una historia redonda, una píldora de certezas que pueda tragar de golpe. No es fácil. Las certezas tienen bordes borrosos, son gaseosas, perecederas. Resulta poco conveniente andar en trance de escritor a toda hora. Se proyecta una imagen de extravío que atemoriza y ahuyenta. Idénticos a la mujer gris que calla. Pero eso es lo que todos somos en esencia, unos extraviados en el mundo. Sobrevivimos mientras nuestro tiempo transcurre.

Por la ventana, desde el árbol deshojado de la finca vecina, dos avechuchos lanzan graznidos quebradizos que quizás otras aves puedan entender. Desde mi libreta de bitácoras yo lanzo estos rezos que espero hagan eco en alguien allá afuera, al menos uno. Así podré creer que el abrazo que recibo es el trofeo esperado, merecido.



viernes, 17 de febrero de 2017

Equipamento.





Hay que estar preparado para toda contingencia. Tener un morral de buen tamaño que pueda acoger los objetos requeridos. No muy grande pues si se torna muy pesado sería difícil de acarrear. Entre más espacio, más chécheres innecesarios podrían guardarse. Maletín fuerte, impermeable, compartimentos de  tamaños variados, cómodo a la espalda, de color neutro, no llamativo, muy resistente al trabajo duro.

Necesito bolígrafos de colores, libreta pequeña, lápiz, borrador, sacapuntas, lima de uñas, cepillo de dientes, imán, fósforos, encendedor, painkillers, sobres plastificados, llaves extras de la casa, monedero, cargador del móvil, cable de la cámara, cámara digital compacta, golosinas, tapas premiadas de gaseosa para reclamar helado, trocitos de alambre plastificado, canicas, monedas de todas las denominaciones, pases de cine, el juguete mascota de la infancia, un librito de poemas orientales, carnet del trabajo, pote de talco, desodorante, bolsa plástica grande, bolsa plástica diminuta, bolsitas de azúcar, mondadientes, seda dental, hilo, aguja, pegante, termo para agua, trapo para limpiar, servilletas, recibos del mes cancelados, tijeritas, curas, ungüento para dolores musculares, libreta de números telefónicos, carnet del servicio médico, tarjeta con números telefónicos en caso de emergencia, cuaderno grande para dibujar, pañuelitos de papel, mini espejo irrompible, cinta de enmascarar, bandas de caucho, jeringa sin aguja, porta vasos de cartón, gafas para película 3D, tarjeta de transporte público, horario de trabajo, diario de abordo con poeticuentos e historias de la nada, estuche para gafas, foto del ser más querido, foto de la mascota, un par de guantes de látex, tarjeta del cajero electrónico, volantes de restaurantes italianos, tapa oídos, gafas para sol, bloqueador solar, copitos de algodón, termómetro, cachucha de béisbol, pocillo metálico para café, clips pequeños y mariposa, resaltador naranja, ejemplares de mis libros para vender, franela de algodón limpia y perfumada, pito, dos metros de cuerda fuerte, trozo de esponja, dos porciones de papel higiénico, MP3 con la batería al tope, audífonos en perfecto estado, mapa de la zona rosa donde están los mejores restaurantes...

Todo esto cargo en mi morral cuando salgo a deambular la ciudad como Monje Mundano. La mirada limpia, la lengua templada, el corazón en calma, la mente inquisidora, toda la esperanza, todo el desencanto, sin brújula, sin norte, todo recuerdo posible, gesto a punto de sonrisa, presto al abrazo o a la huida presurosa.