Veo una película
basada en un autor que descubrí hace años y que he estado visitando de nuevo.
Adoro la actriz que encarna el papel principal. Es oriunda del mismo país del
autor y demuestra que lo admira. Ella escribió en guion, dirigió la película y,
sobretodo, logró hacer del gesto natural de su rostro -hermosamente triste- la
estampa gris del personaje, la mirada extraviada en el dolor y la incomprensión
de la sinrazón humana, la boca congelada. La mujer de la novela tiene la
habilidad de inventar historias para esconderse en ellas y no mirar los sucesos
que la arrinconan. Las radiantes ensoñaciones de su adolescencia fueron
apabulladas por la baba espesa de su rutina de mujer adulta. Se ahoga, se
asfixia. Madre, esposa, víctima. Ah el encantador enigma de las mujeres
depresivas! Su aura de soledad y penumbra son el hábitat perfecto de los poetas
existenciales. El costo es la pérdida del erotismo. En una mujer paralizada por
su rumor interno, desaparece el deseo de la piel. No más fogosidad nocturna. La
ternura sensual que inspiraba se convierte en lástima. Ella ya no está ahí, el
abrazo no entra, el amor es inservible.
Mi mañana de hoy
está gris y fría. Quisiera decir desolada pero mentiría. Sucede que me obligo a
una nostalgia laboriosa, a una actitud de hombre que añora. Pienso que esta
rutina pausada en la que llevo a cabo nimios quehaceres de la casa me ayuda a
sentir que he alcanzado el tono requerido para hablar sobre el tiempo y la
vida. En mis ejercicios de escritura busco el círculo, labrar una historia
redonda, una píldora de certezas que pueda tragar de golpe. No es fácil. Las
certezas tienen bordes borrosos, son gaseosas, perecederas. Resulta poco
conveniente andar en trance de escritor a toda hora. Se proyecta una imagen de
extravío que atemoriza y ahuyenta. Idénticos a la mujer gris que calla. Pero
eso es lo que todos somos en esencia, unos extraviados en el mundo. Sobrevivimos
mientras nuestro tiempo transcurre.
Por la ventana,
desde el árbol deshojado de la finca vecina, dos avechuchos lanzan graznidos
quebradizos que quizás otras aves puedan entender. Desde mi libreta de
bitácoras yo lanzo estos rezos que espero hagan eco en alguien allá afuera, al
menos uno. Así podré creer que el abrazo que recibo es el trofeo esperado,
merecido.
Pocos son los buenos libros que no han sido masacrados por el cine. Los libros mediocres se adaptan mejor a la pantalla.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hablo de "Una Historia de Amor y Oscuridad", de Amos Oz. La película es de Natalie Portman..
ResponderEliminarQuè alegría poderse inventar historias así.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSobrevivimos.
ResponderEliminarSí.
No sé si alegrarme o llorar.
Me has dejado con curiosidad de libro y película. De los dos.
ResponderEliminarme gusta lo que escribiste es lindo
ResponderEliminarGracias por dejarme tus letras en mi casita. Me gusta como escribes.
ResponderEliminarAquí me quedo.
Besos :)
Gracias ahí va mi abrazo!
ResponderEliminarMi querida Lucy, es una maravilla encontrarte en este rincón de ocurrencias. Bienvenida. Fuerte abrazo.
EliminarQuizás, ese desahogo que ya previó Freud, en el origen de la literatura como drenaje de angustias. A mi me llegan los graznidos quebradizos...Un abrazo. Carlos
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