sábado, 2 de julio de 2011

Filigrana

La Mujer Del Jueves...

Hacer el amor con Mariana se convierte en dos acciones conjuntas, mientras está concentrado en llevar a cabo una ejecución física de buen nivel en la que fuerza, ritmo y entusiasmo tengan una entrega real, honesta; la capacidad de observación de Francisco se agudiza para recoger de su rostro todos los gestos de placer que ella realiza. Esto lo desconecta de los sentimientos de afecto que siente por su mujer y lo ponen a pensar sobre lo que cada mueca puede representar. Ve una mezcla de goce y dolor, una excitación en crescendo que se acompaña de quejidos y contorsiones. Mariana se saborea pasando la lengua por sus labios encendidos, con los ojos cerrados y los puños aferrados a la sábana parece estar poniendo sus fantasías en práctica. Arrodillada, lo recibe como un jinete que la lleva a empellones y la sostiene de la cadera para no arrojarla de bruces sobre la cama. Francisco mira como la pelusa negra del tobogán de la espalda se va humedeciendo de sudor, agarra su melena rizada semi rojiza y tira de ella como riendas.

Su propio cuerpo es también objeto de atención, percibe la tirantez de los cuádriceps, el peso en las rodillas, la tensión de los glúteos al arremeter, la humedad de su pene humedecido por la vagina de Mariana, la abertura llena de pliegues, el agujero rojo y oscuro por donde entra y quiere seguir de largo, donde quiere causar un daño soportable, una desgarradura mínima que proporcione algo de sangre. Le gusta recibir el vaho cálido y agrio que sube hasta su nariz, le gusta ver las gotas de su sudor cayendo sobre las nalgas redondas, vibrantes, duras y esponjosas al mismo tiempo, carne que amasa con sus manos y quiere incrustar en su ingle, hacerla parte de su cuerpo. Sabe que la ama. Por eso antes de terminar, la invita a voltearse boca arriba y entra en ella aferrado en un abrazo y un beso intenso en el que deja a un lado el interés por los cuerpos y se va hacia la ensoñación que lo une a su mujer más allá de las volteretas de la piel y lo instauran en un mundo de proyectos románticos con planes de viajes a ciudades antiguas junto al mar, una casa con patio arborizado y un cobertizo para agasajar a los amigos, una gata brava, recetas de cocina con muchas especias y empleos bien pagados.

Durante el proceso de enfriamiento Francisco empieza a hablar reflexiones cotidianas sobre la vida y hace sentir a Mariana el centro de su existencia, el norte de su camino, el hallazgo de su búsqueda. Ella llora un llanto agradecido y risueño, y muy tranquilos, abrazados como un par de amantes antiguos que se saben completos, se quedan conversando de las pequeñeces que los conectan y les proporcionan un fluir desatento, confiado, salvo. A Francisco lo embelesan los ademanes de Mariana, su voz lo aletarga, sus besos lo alimentan.

Luego toman una ducha veloz y se sientan a comer algún platillo improvisado, engolosinados de su compañía, renovados en su amor, dueños del tiempo.


anuar bolaños.


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6 comentarios:

  1. Un pequeño milagro, Anuar, ¡encontrar todo esto en una sola mujer!

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  2. El protagonista del relato, pienso que debe de haberse sentido muy feliz, es una mujer como ninguna.
    Cariños de Norma Soriano

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  3. Precioso relato, con mucho amor... Un beso

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  4. Yo me quedo muerta en el buen sentido de la palabra.

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