martes, 9 de agosto de 2011

Poeticuento.

CUARTO DE SAN ALEJO


Una mañana mi mujer me dijo que yo la aburría, que era un mal catre. Llené mi mochila de Scout con ropa y me fui a vivir con mi amigo músico fumador empedernido bebedor de café negro. Ella se echó un colchón al hombro y se fue a buscar amantes, encontró varios a la vuelta de la esquina.
Yo no pude llorar, no pude putear, no pude cantar, no pude escribir.
Pasaron los meses y una tarde apareció mi ex-mujer en mi puerta con una porción de Apple Pie, se la recibí y le dije Good Bye. Llovía sólo para mí. Le di un beso en la mejilla y me fui en un suspiro. El amor es la ausencia que habita en una palabra rota.

En la oficina fui un héroe, el jefe me engordó el cheque. En la noche fui una sombra rígida, dormí en el suelo. Estaba de regreso al cero de donde había salido tras un espejismo de amor. Sólo soy un engendro del ciclo de la vida. Deambulo en un vértigo constante que me repite el dolor y lo acrecienta.

Mis enemigos disfrutan mi caída, mis amigos se alzan de hombros, todas la jovenzuelas dicen que soy rudo y prepotente. La que era mi mujer dice que me está dando una lección de humildad, que mi correctud todo lo corroe.

Yo leo la Biblia sistemáticamente y a José Saramago y escucho Blues y me esculco el corazón por dentro pero no hallo el odio. Quisiera ser un filósofo pero mi talento no alcanza para tanto. No voy a las tabernas, no quiero ver gente. Me embriago en casa sentado en un rincón con la guitarra en la mano sin tocar, fumo con la mente en blanco y el cuerpo fofo. No consulto el Internet, no voy a la biblioteca, olvidé el fútbol. Echado en el piso largas horas miro al cielorraso y las telarañas que lo colman.
El Cuarto de San Alejo es mi patria, madriguera de zancudos. El silencio es mi voz. Estoy impávido.
No miro a las vecinas, no miro a las meseras de la panadería. La ciudad no sabe que me arrastro por sus arterias. Madre reza para que se me seque la herida del corazón. Yo la miro y sonrío y le digo que estoy bien, que no he muerto, pero ella no me cree y llora y reza y otra vez llora.

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3 comentarios:

  1. Al final las madres siempre recogemos los pedazos, con infinita paciencia logramos rearmarlos y lanzarlos a la vida otra vez.

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  2. Qué crudeza, cuánta realidad, a todos de una manera u otra nos pasa. ja ja ja siempre volvemos a los cálidos brazos de nuestra madre. Cuando no la tenemos y pasamos por situaciones difíciles, soñamos que ella nos cobija con el mismo calor de siempre. Todo ayuda.
    Gracias por publicar algo tan humano.
    Besossssssssssssssssssss de Norma Soriano
    http://normasoriano.blogspot.com

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  3. He visto una vieja estampa de alguien que conocí, esa cercanía con la realidad es lo que más me ha atraído de tu relato.
    Saludos.

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