Bajo el peso de la melancolía
todo saber se hace inútil.
Los días se llenan de objetos,
de rituales huecos que nos vacían.
Ni siquiera somos maniquíes.
Pulpa perecedera.
Voz que interroga y vocifera.
Antiguo pánico irreductible.
Salgo a la ciudad
con mi atuendo de parsimonia.
Actúo la contemplación en movimiento.
Vuelvo a saturarme de imágenes
para distraer la tristeza
y llegar a la noche con material suficiente
para elaborar inventarios del deterioro.
En realidad, aunque no nos demos cuenta, cada paso que damos es un avance inexorable en la dirección opuesta. El tiempo corre en nuestra contra. Nuestro punto de equilibrio es el fin.
ResponderEliminarRico comentario!!
EliminarAndri Alba.
Anuar, esa fotografía, con libros de variados colores, debieran conmover al poeta, un abrazo!
ResponderEliminarY así nos seguimos engañando...
ResponderEliminarExcelente reflexión!
Saludos desde Montreal.
La imagen, grandiosa. La callecita plena de colores y el saber a través de los libros, me encantó. El poema, como siempre, te hace reflexionar. Gracias.
ResponderEliminarSigues de vacaciones amigo, paseo por tu casa y no encuentro nuevas letras, ja ja ja, Un abrazo.
ResponderEliminarPero la tristeza se deja distraer?, me dejas reflexionando...Gracias
ResponderEliminarperfecto!
ResponderEliminar¿Es usted la misma persona que me regaña en otras entradas?
ResponderEliminarYo soy el mismo que escribe esto que usted aquí califica de perfecto y allá le incomoda.
Me parece bien producir ambos efectos.
Voz que interroga y vocifera... siempre es así cuando la inquietud es profunda, intensa y lastimera...
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