Intento suponer lo que cada persona es
cuando pasa frente a mí. Estoy apostado en la mesa de El Café de la Esquina. Miro sus ademanes al caminar, su pose al
esperar la usencia de tráfico para cruzar la avenida. Les veo el presente y me
invento el futuro. Creo que todos son los solitarios insalvables de esta época.
Estoy seguro que el amor que se han procurado es más virtual que físico. Aman los
mensajes dejados en sus aparatos de comunicación. En los encuentros táctiles
hay torpeza y prisa, poca profundidad; y aun así, ahogo. Sé cuál mujer ha
llorado más, cuál hombre ha maldecido con mayor virulencia. Supongo que todo
este desajuste de la existencia ha sido el mismo desde siempre y que, quizás,
sólo ahora mis ojos tienen la claridad para verlo. Me falta aceptar que también
yo estoy en el grupo de los desahuciados.