Insisto en que Julieta y Mariana eran gemelas psíquicas. En los días grises de su ánimo, ninguna de ella salía de la cama en tres días. Claro, tampoco paraban de comer. No había alacena que sobreviviera. Era obligado a poner mi sazón a su servicio y permanecer callado. Toda frase que dijera caía mal, a destiempo, con filo. Incluso el silencio debía acompañarlo con un murmullo que mimara pero no fuera empalagoso. Y como mis movimientos debían ser pausados para no causar disturbios me dediqué a practicar Taichí viendo tutoriales en Internet. Aprendí a desplazarme en cámara lenta. Me alimentaba con recetas vegetarianas y me sentaba horas en un cojín gigante a tratar de poner la mente en blanco. Nunca aprendí a meditar pero le encontré un sabor de frescura frugal al silencio. Aprovechando que soy alto y flaco me dejé el pelo largo y la barba para simular un ermitaño de regreso al mundo. No abandoné los bluyines ni las botas de explorador. Intenté combinar las sesiones con lecturas de budismo Zen pero no pude con tanta sabiduría abstracta. En realidad prefiero dejar al espíritu quieto sin hacerle preguntas trascendentales. No vaya a ser que me encuentre con algún acertijo imposible de descifrar y me robe el sueño. Quizás la sabiduría práctica sobre la vida radique en no hacerse mala sangre por nada.
Al salir de su engrudo melancólico estas mujeres eran realmente
luminosas. Julieta es un encanto con las personas. Su don de gente es
insuperable. Es alegre y vivaz. Organiza paseos y fiestas con solo chasquear
los dedos. Funda escuelas, descontamina ríos, arboriza parques, encuentra hogar
a niños y animales de la calle, salva el mundo. La gente de afuera adora a esta
heroína que en casa sobrellevamos con emplastos a su ánimo quebradizo y
colérico. A la familia le corresponden los insultos y desplantes, las trampas y
las deudas. Candil de la calle, oscuridad del hogar. Igual Mariana es la
alegría de las fiestas y la niña mimada de la casa. Talentosa en la moda. Con
dos toques convierte un atuendo de espantapájaros en un modelo de colección
parisina. El GPS de su apetito logra ubicar restaurantes sabrosos en los
lugares más inhóspitos.
Había, sin embargo, un estado de ensimismamiento muy profundo en ellas
que nunca alcancé a asir. Juntas tienen este silencio templado que no permite
mirar hacia dentro con nitidez. El impacto cotidiano de su frustración
alcanzaba dimensiones de tsunami. Una, se mueve como un zombie lánguido que
arrastra un matiz cetrino por donde pasa y decolora lo que toca. La otra, se
vuelve muda sin gestos notorios. Sólo su mirada dice que ella no está ahí.
Ay Mariana y sus pataletas de niña adulta. Dice que su existencia es
nula para que uno la contradiga y la ponga en un pedestal. Los rechazos a los
halagos hacían parte de la puesta en escena de su temperamento pueril. En sus
quejas arrastraba al mundo a un socavón
y a la humanidad la pasaba completa por la guillotina. Todo le resultaba
inútil.
Aprendí a esperar que esos ciclos de mal humor en ellas se gastaran
solos. En la cercanía permanecía atento sin que se notara mi presencia y sin
que pensaran que estaba ausente. Conserje de hotel suizo y novio de cuento de
hadas. Quizás el lema que guiaba a estas mujeres en sus momentos de temple era,
Yo puedo sola. Aunque en realidad fuera preciso darles una mano en casi todo. No
me puedo quejar. Viví muchos momentos divertidos con ellas y aprendí muchos
oficios. Masajista, mayordomo, yerbatero. Cuando descubrí que Mariana se
descosía de la risa con mis chistes, me volví coleccionista de los mejores
chistes de los mejores humoristas del mundo. Llegué a tener más de diez
cuadernos repletos de apuntes y era capaz de hacer reír a grupos numerosos por
horas y horas sin fatigarlos ni incomodarlos. Siempre conté chistes hilarantes
pero políticamente correctos, pulcros. Ah mis mujeres. Que buenos recuerdos.
Perdón por la ausencia. Aquí estoy.
ResponderEliminarMe alegra que tengas mujeres.
ResponderEliminarBien por ti.
Me alegra yu vuelta bloggera también. Besos.
ResponderEliminarHas llegado que ni pintado. Sencillamente, ¡magistral! Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarQué buenos recuerdos se conservan en el cofre del tiempo.
ResponderEliminarMe alegro de tu vuelta.
Mil besitos.
Lo único que no me gustó fue el retrato, prefiero lo natural, un abrazo Anuar!
ResponderEliminarasí, grosso modo, ni la Mariana ni la Julieta alcanzarán la perfección. Está visto que no.
ResponderEliminar(dejémoslas, como 'a ellos', los visores', en estereotipos...jejeje) el relato, genial
Me quedé pensando en la política plana, del que calla y omite para no estar mal con nadie. ¿Se puede ser realmente feliz así?, ¿haciendo o realizando actividades tal vez ajenas a nuestros propios reales gustos?. Creo que tu relato podría tener otro que indagara la personalidad del protagonista,frente a estas interrogantes.
ResponderEliminarUn gran abrazo y bienvenido seas.
Es un tipo de personas relativamente frecuente. Encantadoras siempre de puertas para afuera, se guardan las impertinencias para los miembros de la familia.
ResponderEliminarBienvenido.
Recuerdos luminosos que te traen de nuevo, gracias por ello
ResponderEliminarDos personalidades, en definitiva, la de puertas adentro y la que viste careta...
ResponderEliminarUn excelente texto. Te felicito,Anuar
Fina
Y el romance de las letras continua siempre cuando hay locura
ResponderEliminarUn hombre así, si es un héroe, no los que cagan en el recuerdo de sus estatuas, las palomas. UN abrazo. Carlos
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