.Quizás debería tener una foto tuya a la mano
para cada ocasión de silencio y penumbra.
Una foto con tu rostro de muchachita perversa
que ni siquiera sabe por qué su cuerpo
se escapa hacia placeres de fuego y llanto.
Tu mirada de hembra volátil
me serviría para mantenerme alerta,
para no alimentarme con fantasías de mundos duraderos,
de pertenencias infalibles.
Tu sonrisa sería también la advertencia
de que hay un dolor sin remendar
conectándonos en esta burbuja de tiempo.
El gesto detenido de tu rostro me asusta,
aviva la certeza de que todo ser es inasible,
de que la esencia de cada ser es un explosivo palpitante,
una fiera al acecho,
un ángel deforme.
Miro tu imagen y quisiera saber
en qué punto se acumulan tus nostalgias,
cuál es el peso real de tu ira,
cuándo se romperá el temple
que te hace gaseosa y oscura,
cuál es el tamaño de la fisura de tu corazón,
de dónde mana el hambre de tu piel.
No recuerdo el roce de tus manos
pero tu voz se me enreda en frases
que avanzan en múltiples sentidos
alérgicos a la convergencia.
Tu pelo salta sobre mi en un oleaje
que puede dejarme sin aire de modo indefinido.
Necesito una fotografía
como portal hacia las imágenes de tu cuerpo
que llevo dentro y me saturan.
Imágenes con carne y temperatura,
de consistencia inolvidable y textura para la demencia.
Tus caderas me pierden sin remedio,
tus senos me guían por sueños en tierras lejanas
con lluvia y músicas antiguas.
Los aromas que recojo de ti
me transforman en un aprendiz de pocos talentos.
Y después del amor compruebo
que en un beso tuyo cabe todo el delirio y la locura.
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