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Me duele la espalda bajita de tanto cargar a mis trillizos. Entre los tres ya intentaron su primer poema de letras chuecas y yo me sonrío entre orgulloso y aterrado. Y pues nos la pasamos muchos días jugando a hacer cancioncillas y dibujar monstruos en cartoncitos para jugar a las cartas, inventar palabrejas que rimen con nuestra risa y desconectados de la televisión mirar muchas revistas y sorprendernos con las fotos de la National Geografic sintiendo que un asado con un grupillo de amigos es la mejor diversión jamás inventada sin dejar de lado la magia de las piscinas, los jueguitos del parque, las escaleras eléctricas de Palmetto, los helados en vasito en el parque central de la gran metrópoli de Jamundí ( o Majundí, como lo pronuncia mi hija-princesa Luna), los bombones con corazón de chicle, los regaños de Jerónimo-Pecheche, las risotadas de Estebinshi-punto-com, la locha prolongada todo el día en la cama en piyama mientras afuera la lluvia nos arrullaba, y la grabadora susurraba esa música de la emisora de Carvajal que al monito le llama poco la atención porque allí no canta nadie, jugar en el tanque del lavadero con los barquitos y los dinosaurios y hacer dibujos quemando papel con lupa y sol ardiente, comer leche en polvo con azúcar con una cucharita en un vaso o leer la receta en el libro para cocinar el Guiso Guapireño, dejar que los niños jueguen a comer ají, sorprenderlos tomándose mi café negro y hacerles pucheros de ogro picarón, y ponerles apodos dejando que me los devuelvan ampliados y distorsionados, grabarles sus cantos airados, archivar sus mamarrachos con fecha exacta, permitirles que toquen cuanto perro chandoso ven en la calle y luego dejar que coman galleticas sin haberse lavado las manos, echarle la culpa a otro por un pedo tirado, gritar a todo pulmón en la ducha por el agua fría, llorar por repelones, comer bombón antes del desayuno, decir hola casita hola Mangalú cuando entramos a la sala, apagar todas las luces en la noche y movernos de cuarto en cuarto ayudados con la linterna, armar la carpa entre los guaduales de la zona verde del condominio y finalmente no dormir en ella, ir al río, ser fanáticos de las hormigas arrieras, perseguir lagartijas en algún mangón, cantar un millón de veces con mi guitarra Aurora Hola que tal, que gusto velte hoy, ven a cantal y ven a disflutal, andar descalzos un buen rato, mostrarle a los niños de la cuadra todos los dibujos que tenemos pegados en la pared, no saber como se juega a la lleva, montarse en la bicicleta de otro, hablar por teléfono con el padrino, dejar que busquen en mi cuerpo el punto donde siento cosquillas, dejar que crean que ellos fueron los que prepararon el desayuno porque hicieron una revoltura de huevos mal quebrados, limpiarles los mocos y el rabo, dejar que Monsieur Le Pastusiani (Jerónimo) me cepille los dientes antes de acostarnos, no hacer la tarea, prohibir tirarle piedras a los pajaritos, jugar con los jueguitos del celular de la prima Ene, maravillarse de que la abuelita se pueda quitar los dientes, enseñarme que aun sé muy poco sobre mis bestias arcáicas, mostrarme el camino hacia el perdón, hacia la no rabia, hacia la ternura..., esto es algo de lo me dejan las vacaciones de fin de año junto a mis hijos y mi hija.
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Me ha encantado!! Precioso, tiernísimo, muy bien contado! Si no es real eres un gran escritor, si lo es, también. Invento o descripción, un 10!
ResponderEliminares tranquilizadora tu prosa, hasta lo impensable, parece una vuelta por un paisaje casi "bucólico". Descansa el cuerpo, descansa el espíritu.
ResponderEliminarExcelente relato. Eres un padre maravilloso que sabe jugar con sus hijos, sabes lo que quieren y lo que no quieren. Lo más importante, tienes la capacidad de reirte con ellos. Mira Anu, eso es lo que ellos recordarán de tí, tu cariño, las risas, las travesuras conjuntas. Felicitaciones amigo.
ResponderEliminarB-E-S-O-SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Es precioso el relato por lo precioso que cuentas.
ResponderEliminarEso de hacerles creer que son ellos quienes prepararon el desayuno es de lo más bonito que se puede vivir.
Un abrazo y disfruta mucho de todo esto:)
Anuar, este no será tu trabajo premiado ni el que te demandó sudor y lágrimas, pero es tu mejor obra, seguro, un abrazo grande.
ResponderEliminarSe parece al mío (todo el año).
ResponderEliminarabrazo.
Hermoso, Anuar.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso.
Andri
Volver a la fuente, al inicio, a la infancia, y renacer.
ResponderEliminarPreciosas las letras que nos dejas Anuar, nis felicitaciones.
ResponderEliminarSi realmente esto es "algo de lo que te dejan las vacaciones de fin de año junto a tus hijos e hija", cabe suponer que aún hay más. Y si ese más tiene la calidad, ternura, alegría, pasión, complicidad y amor, no habrá dificultad en la vida que no puedas superar. Tienen, los niños, la facilidad del contagio, todo lo llenan de alegría y preguntas, de asombro y de certezas, son los primeros en enseñarnos lo que es el amor, la admiración y la ternura; eso que dejamos dormido de adultos y que el contacto con ellos nos despierta y nos hace renacer.
ResponderEliminarMe ha encantado, Anuar. Un abrazo grande, grande.
Precioso!!
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