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Por ahí... |
Miro a mi alrededor. Irremediablemente sé que
voy a quedar atrapado en las figuras que veo. Todo me resulta una escenografía
levantada con la intención de estimular mi imaginación. Cada imagen me narra
una historia completa. Varias historias se mezclan para consumar una película
mental única.
Me concentro en los rostros, ademanes y giros
corporales. Los rasgos y los gestos condensan la mayor cantidad de información.
Las líneas de las bocas hablan de silencios espesos adoptados después de largas
conversaciones sobre el rodar de la vida y los anhelos apabullados.
Las miradas, aunque suelen intentar ser
insondables, en la superficie muestran ansiedad de saber lo que la existencia depara
y el porqué de lo sucedido.
Sólo observo a las personas que están solas y
en silencio, entregadas a sus pensamientos y recuerdos. En esa labor individual
cada cual se desconecta del exterior y se adentra en sí mismo. Lo que dejan
traslucir suele dar cuenta de su caminata interior, de su trastabillar.
Las poses de los cuerpos varían desde cadencias
sensuales, cómodo desmadejamiento, actitud de espera, derrota, inquietud, ganas
de saltar sobre alguna presa o enemigo, anuncio de llanto por llegar, muerte en
vida.
Miro a mi alrededor y veo mi existencia
insípida reflejada en los que avanzan junto a mi rumbo a la nada.