Hacia el otro lado |
Esta fragilidad en que habito me imparte
lecciones de prudencia. Reconozco que la ira es uno de sus rostros. El
descontrol, su núcleo. Quizás el antídoto para tanta blandura sea aceptar mi
rol de arlequín y acostumbrarme al escenario que la vida me impone. Fuera de
esta realidad no hay paraíso.
Soy una máquina sensible cuya vida útil tiene
una fecha impostergable.
Sabiendo que el futuro es La Nada, adopto la
doble misión de ser -en los días que gasto- mesías y verdugo de las palabras
con que levanto estas paradojas.
La vida es frágil y llena de sinsabores, pero siempre está la esperanza.
ResponderEliminarSaludos
me gusto mucho esto, lo sentí preciso, abrazos eternos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSer una máquina sensible -en contra de lo que quieren que creamos muchos- es una bendición. Un beso.
ResponderEliminarUna maquina cuyos sentimientos no fueron programados, pero los siente... Quiza no fue él, pero si su realidad.
ResponderEliminarAnu, todos tenemos un poco de arlequín, lo vamos generando a medida que caminamos por nuestro sendero. Muy buen escrito. Cariños.
ResponderEliminarSe diría que aquí no pasa nada
ResponderEliminarpero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado un ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida...
Y lo perdimos para siempre.
(Ángel González)
Me reconozco en tu entrada, Anuar…hay días tan frágiles que pienso en las marionetas que actúan en un circo programado…y con y por la Nada escribí un libro completo. Cuál es nuestro rol? no lo sé…y como tú…hay que amoldarse al momento…aunque yo me evado constantemente en mi poesía.
ResponderEliminarPensamientos en rojo.
Abrazos efusivos.
Como dices Anuar, cada uno es verdugo y mesías de sus propias palabras, y silencios también.
ResponderEliminarSaludos.
Muy bueno.
ResponderEliminarSaludos, Anuar.
Andri Alba.