Cubos de Ciudad |
Soy un obrero. Gasto mis días en el blando fluir de acciones programadas. Cruzo las rutas diseñadas para avanzar desde mi refugio hasta la Plaza de los Solitarios. Voy en silencio. De ser posible intercambio miradas con otros, les añado una sonrisa pequeña. De las mujeres bonitas guardo su figura. La efímera promesa de que su piel me otorgaría la felicidad. De los hombres de clase baja recibo su desencanto, sus ganas de matar.
Trabajo
sin emoción pero sin pereza. Me digo que poco a poco la vida nos va condensando
en el ser que debemos ser, uno que se deshace de lo que le sobra, afina el
diseño, deja la pulpa con que existe, aunque no siempre sea la correcta.
Alcanzado ese punto de gestación, empezamos a añejarnos, a descomponernos. Es tan lento el deterioro que
tarde percibimos el olor a podrido.
¿Cómo
reconocer, a tiempo y con nitidez, nuestro exacto y mínimo lugar en el mundo?
Siempre he pensado que este tipo de preguntas tienen sus respuestas en los propósitos de Dios.
ResponderEliminarSaludos.
Nunca alcanzaremos ese idílico lugar sin asumir cierto grado de resignación.
ResponderEliminarMe niego rotundamente a pudrirme antes de morirme!
ResponderEliminarMe viene muy bien tu coraje.
EliminarTodos alcanzamos ese punto de gestacion que dices, y ese lugar del mundo al que te refieres, yo creo que el tema es darse cuenta o no de que has llegado a ese punto. Por tanto todos llegamos ahi, solo y simplemente hay que darse cuenta, unos lo haran antes y otros lo haran mas tarde. Saludos desde Cartagena. España.
ResponderEliminarComo no somos eternos, el tiempo es lo mejor que tenemos, por lo tanto, VIVAMOSSSSSSSSSSSSSS. Besos.
ResponderEliminar¿Y si ese mínimo lugar en el mundo no fuese ni único ni exacto? ¿Existe sólo la posibilidad de un único lugar o podrían ser varios según el estado de añejamiento y descomposición?
ResponderEliminarA menudo me pregunto si mi lugar es este en el que estoy o me faltan redaños para buscar ese horizonte que embriague de salitre el aire y me haga olvidar el olor que emana de mi cuerpo. Seguimos tus pasos porque siempre nos plantean una mirada de fuera a adentro, con un interior en búsqueda constante, reconociendo al engendro que somos hasta encontrar el elixir que nos redima, que nos ahuyente la insatisfacción.
Precioso texto
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