Sé
que mis rituales se han acartonado,
son
opacos y huelen a especias
a
punto de descomponerse.
Los
sostiene la fuerza de la costumbre
y
mi empeño por mantenerlos invariables.
Voy
calcando mis días en una secuencia
que
sólo varía la intensidad de su palidez.
El
gusto por el tono mostaza
se
expande en todas direcciones.
En
la comida a través del curry,
el
café con una pizca de leche en polvo,
la
lámpara una bombilla de menor voltaje,
en
el rostro noches conmocionadas.
Todo
quiere volverse textura de otoño,
tinte
de cúrcuma,
matiz
de zona tórrida.
Paisaje en distintas tonalidades de verde y mostaza y una bruma que da vueltas también por tu poema de otoño, acá quieren asomar los colores de la primavera, un abrazo Anuar!
ResponderEliminarAquí, Anuar, tras muchos meses de un abusador verano, ha llegado a nuestros cielos la primera nube. Ojalá el presagio atmosférico se cumpla. Falta nos hace de que llueva y el calor nos anuncie un alto el "fuego" por unos pocos meses.
ResponderEliminarSaludos desde Murcia. España
Excelente canto al otoño. Gracias. Besos.
ResponderEliminarSolo un poeta puede dejar claro el otoño.
ResponderEliminarAsí se ve, huele y suena la vejez.
ResponderEliminarme parece, más que profunda, esta reflexión, no solo una superficial mirada sobre un día personal!
ResponderEliminargracias
lidia-la escriba
www.nuncajamashablamos.blogspot.com
El otoño ya esta aquí.
ResponderEliminarbesos.
La muerte del erudito
ResponderEliminarLuego de haber reflexionado sobre su vida, el erudito moribundo se da una palmada en la espalda. Fue toda una experiencia de aprendizaje, la vida. Fue solo un momento, corto pero sustancioso. Sonríe. Sin él muchas preguntas hubieran quedado sin respuesta. Dedicar todo su ser a analizar y comprender la existencia fue su razón de vivir. Se siente alagado porque ve a la muerte acercándose como si fuera una nube tempestuosa que avisa el aguacero y da tiempo de buscar techo. La ve de frente. Tan cerca que si esta tuviera oídos le daría las buenas noches. La acepta, se toman de la mano, Cierra los ojos. El último aliento llega: Tiembla, le sale una lágrima marchita. Se va de este mundo angustiado. No tenía la necesidad de cerrar los ojos.