Creo que había ido almacenando rabia por todo lo que me rodeaba. Pero no era por todo en realidad, sólo lo que se me antojaba frágil. Lo feo no me molestaba, sólo lo que juzgaba cobarde, y entiendo que ese era un odio contra mi propia cobardía. Desde niño había tenido encuentros con este sentimiento de impotencia. Me invadía la parálisis física y mental cuando me encontraba en situaciones de peligro: Aunque no era el peligro lo que me paralizaba si no más bien la confrontación directa. Y no sé en que momento perdí la valentía de enfrentar a quien me retaba. Recuerdo que durante unas ferias decembrinas en un pueblo, me planté frente a un man de unos veinte años que me desafiaba y me insultaba y decía cualquier sarta de barbaridades en nombre de mi madre. Yo le escuchaba y me reía de él y le decía que si a todos sus insultos. Él, desconcertado, sólo a tino a darme un puñetazo en la boca. Fue suave, no me reventó, pero seguí riendo y aunque había visto el puño venir, no me asusté, ni siquiera me importó. Creó que estaba almacenando la cantidad de rabia necesaria para despellejarlo sin el más mínimo pudor.
Llevaba mi navaja en el bolsillo. No llegué a hacerlo porque el dueño del jeep en que andábamos me jaló del brazo y me llevó a seguir en la caravana. No recuerdo quien era ese chofer pero sé, por la presencia viva que tengo de sus ojos, que él sabía lo que yo iba a hacer y simplemente intervino. Me miraba y se reía con admiración. Yo lo sentí así.
Este es el inicio de mi novela "Los Afortunados".
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Muy buen relato, esa persona que percive que algo malo va a pasar.
ResponderEliminarSaludos.
La cobardía ajena, puede ser un espejo, y la violencia también. Nunca sabemos en qué momento perdemos la valentía para enfrentar determinadas situaciones, por eso tal vez ni se atina a esquivar el puño de la ira cuando lo vemos venir. Saludos
ResponderEliminarUna misma persona puede ser cobarde o valiente en diferentes circunstancias, te lo digo porque lo vivo, y nada se puede hacer, salvo aceptarlo, escalofriante anécdota Anuar, un abrazo.
ResponderEliminarExcelente relato, muestra las miserias humanas.
ResponderEliminarGracias por publicarlo. Te visito luego de no tener internet por 10 días. Anu, el mundo que vivimos es así. Besosssssssssssssssssssssssssssssssssss
Muy buena entrada que atrapa, saludos cordiales.
ResponderEliminarEs la violencia urbana, la enfermedad de la ciudad, de los rostros en guardia y de los miedos.
ResponderEliminarCuando uno se desprende de todo eso, empieza a VIVIR!
Saluds
Sí, también he agarrado la vida a puñetazos...
ResponderEliminarPues...
ResponderEliminarTodo lo que publico en el blog es ficción.
Este es el inicio de mi novela "Los Afortunados".
AH, ESO ES TRAMPAAA!!!! Ahora lo agregaste a Harry, antes no estaba, pensaba que era un inicio para despistar, pero sos un buen tramposo ja ja ja, abrazo Anuar.
ResponderEliminarP.D. Lo que quiere decir que siempre hay que volver al lugar del hehco.
No he leído, perdónamelo por ahora que no tengo internet en casa...necesito mucha tranquilidad para concentrarme. Te quiero mucho, Anuar. Como el amigo bloggero que eres. Te dejo un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAndri.
Mi querida Andri,
ResponderEliminarespero tus comentarios.
Un abrazo, Anuar Iván.
Un comienzo que engancha. Muy bueno. Felicitaciones!!
ResponderEliminarJoder, Anuar, yo me quedo sin palabras. Cómo lo haces? Mejor no abundo y resalto algo aquí, aunque es vano que lo haga, no le veo desperdicio...
ResponderEliminar"Creo que había ido almacenando rabia por todo lo que me rodeaba. Pero no era por todo en realidad, sólo lo que se me antojaba frágil. Lo feo no me molestaba, sólo lo que juzgaba cobarde, y entiendo que ese era un odio contra mi propia cobardía".
Hasta pronto!!!
Andri