Voy a usar algunas epístolas como resorte para mis soliloquios. En realidad uso poco la palabra epístola, siempre me trae un agrio sabor a cristianismo. Bueno, aquí me refiero a este tipo de cartas que llevo escribiendo hace más de cinco años con un par de compañeras de la época universitaria. Una vive cerca y nos vemos cada dos años, en cualquier fecha que logremos sincronizar, para celebrar nuestros cumpleaños atrasados. Usualmente comemos crepes y volvemos a relatarnos casi todo lo que nos hemos contado por correo.
La otra amiga vive lejos. Es una culiseca hermosa, con una voz de vampiresa amaestrada que me derrite con sólo recordarla. Loca, espesa, parda; rueda de amor en amor mientras me cuenta que anda en crisis y que ya casi descubre por dónde es que quiere caminar en la vida.
Lo que yo hago con este ejercicio escritural es que converso, hablo en voz alta en mi cabeza, cuento cómo me va en el día, en los trastabillos de mis ideas y en mis ocurrencias de mortal atascado en su verborrea. Describo el clima y los giros cotidianos que veo cuando voy en el bus o camino en el centro de la ciudad o veo alguna película que me remite a otra de mis tantas fantasías. Hablo del pasado, doy nitidez a mis delirios. Me alzo de hombros.
Esta semana he estado retocando recuerdos con mis hijos, ellos van sacando de su pequeña canastilla de la memoria datos de cuando compartíamos jornadas en mi casa. Recuerdan el barrio. Dicen, Allí había una tiendita donde comprábamos huevos, en la otra esquina una señora vendía arepas con carne de albóndiga, ese niño se llama Pipe, la piscina la abren a las diez, la abuelita se quita los dientes, papá siempre le echa tomillo a las comidas...
Como regla antes de enviar el correo, leo, corrijo metidas de dedo de mecanógrafo artrítico, edito, me obligo a una frase reflexiva, trato de incluir una frase cómica, alguna combinación de palabras ocurrentes y dejar muchas de las torpezas fluir como dueñas del estilo, sobretodo porque lo mejor es no buscar ningún estilo, simplemente hablar...
Quizás para obligarme a mejorar como escritor me dejo contaminar por los buenos giros de los libros que voy leyendo y vierto en mi charla algún reflejo tangencial voluntario de un tema y su tratamiento.
Igual hago con la música, la pintura, la culinaria y todas las mujeres hermosas que deambulan por ahí...
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Me alegra llegar primero que nadie! no es broma, en realidad no importa cuándo, lo que interesa es llegar, y aquí estoy, saboreando tu epístola que suena a crónica.
ResponderEliminarEs liberador escribir así como lo cuentas.
Espero que sigas escribiendo, te saludo.
Un besín.
ResponderEliminarYo
Qué bueno este asunto de las epístolas. Todo lo que escribes, son tus experiencias?, hombre, sí que has vivido, sí que vives.
ResponderEliminarGracias por publicar.
Recibe nuestro cariño.