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Ventana Al Sur |
En cada rincón del mundo hay un hombre que se
cree el centro de todo lo existente. No reconoce que su vida es apenas otra
versión más de las tantas que el tiempo ha fraguado sobre la faz de la tierra a
golpes de intemperie e incertidumbre.
Por insólito que parezca, todo acto humano
resulta predecible, sólo busca la realización de sus delirios, el placer de ser
adorado como el dios ciego que es esclavo de la mezcla de sus lados oscuro y
luminoso.
Aquellos afortunados que logran detener los
impulsos de la idiotez y se estacionan en la inacción lejos de los pensamientos
y sentires -a toda luz inútiles- son los héroes que reconocen en la muerte el
tope excelso de la evolución y, aunque saben que no existir es la verdadera
libertad, tampoco esperan la muerte con ansiedad. Cumplen su ciclo sin más
veras.
Esos sabios son los fundadores de mi doctrina:
Venerar la nada, adoptar la quietud.