miércoles, 28 de enero de 2015

Soy.





Soy un pulpo de brazos cortos. Sólo alcanzo a abrazar a mi pequeña mujer. Envuelvo su cuerpo forrando a una reina que atravesará el tiempo si mella. Podría marinarla a besos pero prefiero sostenerla inmóvil y sentir su aroma agridulce arroparnos en una escafandra de aire tibio.


Soy un ogro de felpa. Mis gruñidos no avanzan más allá de la curva de tu oreja. (¿Podría haber poeta más cursi?) Y te ríes de mi porque me crees un macaco de mirada almibarada pero no, en verdad soy el sátiro taimado que decora tu noche con garras y maromas, el monje mundano que agarra tu talle para poseerte y mientras afila su daga te dice una frase absurda para explicar que el amor no es el dueño del tiempo.  


jueves, 15 de enero de 2015

Falsa Espiral.




Todo sucede en el pasado. Cuando termino de decir esto, caigo en la cuenta de que el verbo de la frase está en presente pero la idea indica que se está hablando del pasado. Aun así no quiero decir que todo sucedió en el pasado, como si las cosas ya hubiesen concluido. Nada más vigente y activo que el pasado. El pasado siempre está ocurriendo. Se mueve constantemente en la cabeza. Es presente. Por eso dije el verbo en presente en mi frase inicial.
El futuro está vacío. Más allá de las promesas, nada lo ocupa. El presente se desvanece tratando de mantener vivo lo que ocurrió en el pasado. Los anhelos, que parecieran planes futuros, se elaboran con añoranzas, y se sabe que estas se nutren de lo vivido y se manifiestan en los recuerdos. Viene a ser, entonces, que los anhelos futuros son añoranzas por el pasado. Volver a vivir lo gozado. Permanecer en ese estado alegre en que el paso del tiempo no se percibe, no se recuerda ni se planea, no se añora ni se anhela, simplemente se goza, se vive.

Luego, cuando se está a la espera de que se repita el estado de gozo, en realidad no se vive, se deambula como un ente, se sobrevive mientras se avanza rumbo al deterioro, hacia el fin. 


jueves, 8 de enero de 2015

Poesía.




MI  DEFINICIÓN:

La poesía es la combinación momentánea y eterna de intuición, imaginación, conciencia y acción estética que se da en el encuentro del yo y su otro para completar el ser, y se manifiesta en el poema mediante palabras e imágenes como resultado de un oficio riguroso.




anuar bolaños.


viernes, 2 de enero de 2015

Flor Central.



Puede ser que no entienda el enigma de las mujeres desnudas. Colecciono fotos. Miro todo. Desde la doncella desvanecida en el sueño hasta la actriz de bondage dolorida y sudorosa. Picardía y pánico. No me detengo ante el paraíso cursi ni el infierno desabrochado. Visito tanto las fotos sin alma de la publicidad como las torpes tomas caseras. Alguna se aproxima a ilustrar lo que busco. De cada imagen obtengo un éxtasis distinto. Paso de ser un espectador estupefacto a un sátiro contenido. Confieso que me enamoro un poco de ciertas formas, de algunas penumbras, de gestos que prometen el dulce fuego. Después de una deliciosa sesión de fotografías quedo atollado de esa mezcla imprecisa de amor, pasión y sabiduría que anhelo alcanzar en dosis medidas. El impacto visual de la belleza femenina siempre me impone la nostalgia del placer efímero de la piel. Soy derrotado. La presencia de la mujer suelta semillas de vacío. Crecen flores secas en mi hábitat, opacas, descoloridas. Y aun así, sus formas silvestres decoran los días en que el otoño de mi corazón me empuja a deambular en Poetic Mode por los eventos de la vida real. Presumo que mi cara poco refleja del intruso delirante que me habita. Nada me preocupa en serio. Mis urgencias tienen pausa. El desencanto no es tan abrumador. Sé de abrazos y de besos. Bailo bien. El romance cruza fronteras sin pedir permiso y nunca cesa de fluir. Soy un tipo normal. Además, la mujer no vive dentro de su imagen o sí? Poco importa. Quizás las artes plásticas se inventaron para poseer lo inasible de las hembras. He ahí la versión del gozo que nos empeñamos en plasmar. Después del cuerpo a cuerpo surge la remembranza, la ensoñación. Eso debería bastar para ser feliz pero entonces adviene la necesidad de conservar ese momento perfecto y se inicia así la cacería de la imagen que supla la piel saboreada. Oh bendito fracaso!