jueves, 28 de enero de 2016
Celebración.
He decidido escribir toda idea que llegue a mi mente en este momento. Un mujer, una niña, que camina la vida como buscando el amor pero enredada en el placer, como pidiendo ternura pero entregada a los ajetreos de la piel, me pide palabras, tienta mi lengua y mis manos y a la par, se oculta ante mi mirada, baja los ojos, sonríe, me desafía, me invita a su juego de laberintos y pausas, de esquiva golosina nocturna. Yo le pido una imagen para el recuerdo y ella accede a regalarme un espejismo. La cita está programada.
sábado, 2 de enero de 2016
Cotidiana 1.
Ahora escribo a partir de lo que las horas me dicen,
redacto llevado por una voz que se ha vuelto mi manera de pensar, y
acompañando esa voz están las imágenes que he ido recolectando de mis últimas
tardes contigo, mi casa está inundada de las curvas de tu cintura, de los
aromas de tu entrepierna, de los sonidos de tu risa, de los gestos de tus
manos, y hay también algunos susurros que no entendí cuando mi cuerpo estaba
dentro del tuyo, y los gemidos despedazaban tus palabras y yo sólo atinaba a
recoger tu humedad para mezclarla con la mía y sentir que de seguir en esa
agitación, fundaríamos un océano en mi cama, o en la mesa de los alimentos
o en la mesa de los libros o en mi silla de las palabras o en el mesón de mi
cocina donde tú te vuelves manjar y te saboreo a lengüetazos y me agito y te
agito, y rodamos por todo lado para llegar hasta el encuentro de nuestros ojos
brillantes, de los labios enrojecidos, casi sangrando de chuparse, las lenguas
enredándose como culebras que danzan, la saliva embadurnándonos los labios, tu
cabello revolcándose por las almohadas, mis manos agarradas a tus nalgas
grandes y redondas para confirmarme el asombro de tener una mujer que me dice
que me quiere, me teme y me acompaña. Asustada acude a mis brazos, recorre distancias
para estar engarzada a mi, salta las barricadas de la historia, pisotea el
tiempo, esconde su pasado bajo la alfombra de un olvido pasajero y me llena de
llanto y silencio, y me promete futuro, confesiones, me repite que me quiere
cada día, cada noche, cada instante en que la ansiedad de estar juntos nos une
de cuerpo entero y no sólo de palabras, entonces los actos nos estacionan en
una verdad de fuego, y somos dos que ya se han encontrado, dos que no se
borran, somos nítidos en nuestro presente de manjares y osadías, contrastes y
rutinas, y vamos tomados de las manos por calles de perspectivas redondas,
cruzando puentes, subiendo a autobuses repletos, mirando libros que nos hablan
de un arte volátil que queremos atrapar con promesas, con fotografías,
lámparas, mantas, bebidas con hielo y meriendas conversadas, pan y mermelada,
té, y músicas que saltan de una guitarra a tambores tropicales, y nosotros
allí, armando un amor de dos desconocidos que se engancharon una mañana borrosa
en que se encontraron en la oficina de las casualidades y se reconocieron como
un mismo aroma de noches de lluvia y amaneceres dilatados, sustancia de un amor
que aún no termina de nacer, que aún no florece y ya delira tener alas, y
quizás sea un laberinto disfrazado de avenida, o un torbellino que va en cámara
lenta y no se siente girar, o este amor es esa torpe manera de negar que la
soledad es el pavor que nos vence siempre, que si nos abrazamos fuerte es
para no caer en el abismo de la incompletud, para aliviar el vértigo de
sentirnos habitantes de la nada, entonces nos besamos con la certeza de
que fuimos sincronizados por el destino para decir aquí me quedo,
esta es mi ruta, ya vi para donde voy, no tengo prisa, el obsequio ha llegado a
mis manos.
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