jueves, 30 de junio de 2011

R10

Calle...

Días en que mis ojos desaparecen
bajo el humo de la avenida
duele el cuerpo
la mañana solloza un grito cenizo
la garganta arde
el odio del mundo subraya a los débiles.

Qué cosa soy
en este amanecer de invierno:
un verso suspendido de la bruma,
un triste funcionario
ilusionado con la música.

Días en que mi existencia cruje
y nadie se da por enterado.




De "Días De Penumbra" 1990.





sábado, 25 de junio de 2011

R6

En Ti...

Tu cuerpo invita.
Hay recodos para esconderme,
ensenadas donde me deslizo.
Hueles a día nuevo.
Voy poniendo besos en tu piel.
Recorro tu frente con mis labios
y sigo las líneas de tus cejas, lentamente.
Mis besos se pierden en tu boca
como agua que entra al mar.
También está tu cuello,
erguido como corresponde.
Me detengo en tus pezones,
son lindos tus senos de algodón oscuro.
Desde tu ombligo
soy un ave que desciende,
ermitaño que has llenado de plumas.
Bajo por tu abdomen
hacia el vértigo de tu centro,
colina donde veré el amanecer.
Pongo un beso en tu fuego
y mi saliva se une a tu humedad.
Te oigo suspirar.
Me invade tu tibieza,
me recibes, me acoges.
Cuando mi sexo entra en el tuyo,
somos uno que se salva.


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viernes, 24 de junio de 2011

R5


Tez Blanca, Aplicaciones En Negro...


Teresa es pequeña, de tetas grandes y manos suaves. Su piel es muy blanca pero no rosada. Más bien habana, un poco grisácea. A veces imagino que yo mismo la he pintado de kaki desteñido. El tono de su piel es parejo, sin vetas intensas ni descoloridas. Siempre soy capturado por los tramos de su cuerpo que irradian un contraste inusual. Todo en Teresa es silvestre. Su pelo negro de hebras cortas va suelto, regando olores. Los ojos son más negros que el pelo. Un par de bolas grandes y brillantes que dejan ver hacia dentro sin resistencia. Sus cejas son delgadas y aún así espesas. Lo mejor es verla desnuda. Su pecho se lanza hacia arriba en dos bolsas pardas coronadas por pezones pequeños muy oscuros, bien delineados, sin desgaste en sus pigmentos. Su ombligo se hunde un poco y muestra una sombra concentrada. Las axilas rasuradas son un par de manchas ovaladas casi húmedas. El pubis, decorado de púas negras, corona una grieta marrón de pliegues rojo mate. Teresa tirada en la cama va retorciéndose según mis manos, mi boca y mi nariz se posen aquí o allá. Entregada en una soltura elástica libera suaves gemidos de modorra. Es un juguete entre mis manos y la fuente del asombro para mis ojos. Voy por sus uñas opacas sin mantenimiento. Las madejas de sus pantorrillas de huso alargado son esponjosas, lisas. Las clavículas duras, retorcidas. Teresa me mira sin sonreír pero como si lo hiciera. Es una mujer. Tengo una mujer, me repito incrédulo. Esta tarde tengo una mujer en mi cama. Esta tarde de verano, en esta cama cerca a la ventana, con el viento entrando, la cortina se mueve, Teresa se mueve. Sus labios están secos, voy a humedecerlos. Su boca es de afiche, sus dientes son pequeños, rucios de cigarrillo, sabrositos a mi lengua hambrienta. Sólo sus manos acuden a mi encuentro, toman mi cabeza y me despeinan desperezándose después de la siesta. Teresa no se da por enterada del recorrido que mis ojos hacen de sus nalgas abultaditas, de la raya oscura que las delinea, del fino vello erizado. Nada en su piel brilla, nada en su rostro da muestras de recibir el paso del tiempo. Para mi la vida es este rato en que exploro el cuerpo de Teresa antes de que la tarde se ponga anaranjada y a ella le de porque tenemos que irnos para la calle a buscar la noche.


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lunes, 20 de junio de 2011

Voy Por Un Libro.

Si digo que pongo un pie delante del otro y luego hago que el de atrás lo releve, y repito esto múltiples veces en dirección frontal, quizás se entienda que no avanzo por avanzar sino que soy dueño de mi destino. Aunque describir esto sea tan inútil como leerlo así se inicia mi aventura de este medio día.

Salgo de la oficina al restaurante por un almuerzo fugaz y de allí sigo al encuentro del itinerario planeado. Rodeo la Plazoleta del Correo, paso el puente sobre el río de aguas agonizantes, cruzo la avenida que se llama igual que el país, irrespeto un par de luces rojas, atravieso el túnel destechado donde los loteros pregonan cifras de la buena suerte, emboladores dan brillo a los pasos de los ejecutivos, y escribientes teclean en sus destartaladas Olivettis asuntos de legalidad efímera, papeleo mezquino que algún anciano está obligado a cumplir para obtener la bicoca de pensión con que malvive.
Avanzo por una pasarela despejada donde palmas apostadas cada cinco metros, escoltadas por altos faroles metálicos, hacen juego con las fachadas antiguas de las edificaciones en una postal urbana envejecida. En una de sus esquinas sobrevive el teatro más antiguo de la ciudad. Los animales de yeso de sus cornisas miran al río con ojos glaucomados.
Me detengo en el centro del Parque Central, es circular y los carros que transitan dando vueltas a su alrededor causan la sensación de que el piso está girando. El parque no es tan grande y está habitado por un prócer de hierro que anida una bandera negra bajo el brazo. Rígida metáfora de la negrura que devora la ciudad. Es bajo la sombra de su bloque pedestal donde le doy una pausa a mi aire y espero a que baje la temperatura de mi cuerpo. Una plaga de palomas camina o revolotea comiendo mecato que los transeúntes les arroja. Las gentes que gastan sus días en este sitio son un tanto grotescos, de ademanes simiescos y voces estridentes. Huéspedes vitalicios de un giro del tiempo que se repite por generaciones sin evolución alguna. Trato de no hacer movimientos bruscos para no parecerme a ellos. Uno que otro perro callejero completa la escena.

Tengo los ojos abiertos pero he clausurado la vista. La luz brillante del medio día me enceguece un poco. Miro como imitando a un autista. Mis oídos son redes que atrapan las palabras de cada vendedor ambulante mescladas con las de sus vecinos. Me veo obligado a separarlas para lograr entender que anuncian helados, frutas, corbatas, manuales, café y chucherías diversas. Decido no recoger olores ni dar mucha atención a los colores encendidos por el sol. Imposible entender este clima bipolar que un día te inunda de aguaceros y al siguiente te calcina con su resolana.

Reanudo la marcha, pongo un pie delante del otro y hago que el de atrás lo releve. Repito está locomoción básica hasta llegar a la Librería Olvido ubicada cien metros del parque yendo hacia el norte. Vuelvo a detenerme varios minutos frente a la vitrina de exhibición de novedades sin leer las carátulas anunciadas. Más bien miro el reflejo de mi gesto acalorado y a los peatones que pasan apresurados a mi espalda. Espero que mi cuerpo se enfríe y que el sudor de mi rostro se evapore o al menos deje de rodar en goteras. No uso el pañuelo.
Ya un poco fresco me dirijo hasta el umbral de la puerta. Antes de entrar dejo que mis ojos se adapten a la penumbra interior hasta que los estantes adquieran una nitidez cordial. El frío acondicionado me pone de buen ánimo, vuelvo a ser yo. El cansino pasajero del día convencido de que su parsimonia de pensamiento es la filosofía práctica que le permitirá concluir su jornada sin mayores sobresaltos.

Voy al pasillo de escritores latinoamericanos, con el índice izquierdo voy avanzando por los lomos de los libros en orden alfabético hasta dar con el autor y el título buscado. Lo retiro, le quito el forro de plástico, huelo el papel, la tinta, las letras. Aspiro, me lleno de versos, músicas, imágenes, y ya en completo trance vanidoso cierro los ojos y empiezo a leer mentalmente. Es una suerte conocer mis propios poemas de memoria.




anuar bolaños.

viernes, 17 de junio de 2011

Pedid, y se os dará.

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Con buena letra,
se hacen poemas de amor por encargo.


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miércoles, 15 de junio de 2011

El Poeta.

Poeticuento


Soy un escritor que ha decidido que su rutina es su hábitat. La ha acondicionado con movimientos sincronizados, y casi como un ciego o un autómata, avanza en su danza diaria de maniobrar con objetos y discursos; y tiene tal precisión en cada ademán, que el ballet de sus días bien podría merecer una audiencia o una patente.
Lo que hay en la cabeza de este escritor es un listado de comandos que se auto-ajustan constantemente para satisfacer varios propósitos que, a su vez, permanecen en constante evolución.
Quiere, por ejemplo, ser domador de armonías musicales, por lo tanto sus tarareos al lavar los trastos de la cena, apuntan a erradicar de su oído las variaciones microtonales de Oriente y poner en su garganta las cadencias disonantes del Jazz Brasilero, y ha logrado tal aletargamiento hipnótico en sus solfeos, que los gatos de su vecina canadiense se paran en la tapia divisoria de sus cabañas y menean la cola al vaivén de sus cantos desolados sin perder ritmo ni compás.
Otra de sus metas a alcanzar es la elasticidad de un contorsionista de circo mejicano y cada cuarto de hora abre sus piernas en un compás de 180 grados y pega el pecho al piso durante 500 segundos, apretando los músculos abdominales al máximo sin soltar la respiración. Y a fe que ha logrado mantenerse como un adonis de figura armonizada.
Quizás el proyecto que consume la mayoría de su energía es la pasión absurda por el dominio de las palabras. Para tal efecto se ha hecho a una variada colección de diccionarios que relée cada noche antes de dormir. A la par, ha desarrollado una glotona memoria auditiva que recoge sin filtro cuanto vocablo escucha, y almacena modismos juveniles, proverbios ancianos, y máximas y citas dichas por iletrados y catedráticos. Reserva sus tardes para ir a los puestos de revistas e invierte cuatro horas diarias entre comics, farándula, esoterismo y deportes, temas antiguos y de actualidad; grabando formas del habla escrita. Su mente clasifica todo lo que entra en un fichero magistral que funciona mejor que una computadora.
Ha logrado además, usar con acierto el antiguo arte de conversar. Sostiene charlas sobre cualquier tema con cualquier interlocutor, aunque sus preferidas son las damas entre los 15 y los 65 años de edad que muestran apasionamiento por las artes.
Acude los sábados por la tarde al té canasta de las Damas Inglesas, los miércoles en verpertina al costurero de la Damas Chilenas, las nocturnas del viernes está mezclado con las quinceañeras perversas lesbianas de la taberna El Ático, los domingos al amanecer se une a las Caminantes del Parque de la Salud, los lunes se atolla con las pasteleras ninfómanas del barrio Centenario; y los martes y jueves acude al las orgías en la trastienda del convento de Las Inmaculadas, donde después de cánticos y rezos, se dejan llevar por los tibios remolinos del jacuzzi hacia los desbordes del vino y la piel.
De cada grupo ha tomado las frases con que entreteje sus poeticuentos de divas irrisorias, que son una mezcolanza de melosería, trascendantalidad árida, filosofía pueril, desencanto lila, sátira mentolada, y redención cotidiana.
Sabe que ser un escritor de este talante no aporta nada a la evolución de la raza humana ni enriquece la literatura pero se alza de hombros ante ese hecho pues hace rato concluyó que si el destino final de todos es la muerte, sería una completa falta de cortesía no asistir a este mundo sin aceptar que la vida es para llevarla a cabo desde una pose que encaje y se bambolee al palpitar de las convulsiones que son la esencia del universo.
Pronto saldrá al mercado el primer tomo de mis memorias.


2008.

domingo, 12 de junio de 2011

Taller Literario Personal 1D.





Última Versión


Náufrago En La Ciudad


Camino a lo largo de la avenida y creo que el mundo es el que avanza bajo mis pies, el asfalto es una banda transportadora. Esto ya lo había pensado antes.

El paisaje es una fábrica con chorros de humo y colinas de desperdicios. El proyecto de convertir la ciudad en un laberinto de concreto con túneles y puentes, ha abierto grietas en las entrañas de las calles del centro dejando al descubierto una tierra antigua, asfixiada.

Son las 4:15 de la tarde. Han dicho que la temporada de lluvias será atroz, sin embargo el sol palpita en el aire. Mi camisa amarilla relumbra. Pero aunque el clima se burle hoy de los meteorólogos, sabemos que el invierno se desbordará por encima de toda talanquera. Es como si un diluvio estuviese siendo entregado por cuotas.

La colina por la que desciendo rumbo a la estación del bus recibe una brisa que despeina los árboles y levanta una hojarasca tímida. Me veo obligado a entrecerrar los ojos, hay polvo. No oigo mis pasos ni mi respiración. Mi sordera está entrenada para borrar los aullidos metálicos de la urbe. Aún así no me siento a salvo, la voz de la ciudad me atemoriza. Cumplo mis rituales anhelando que algo bello ocurra.

Cruzo el puente sobre el río y veo aguas pardo jengibre gastar un cauce muy viejo trazado por su manera de fluir en el tiempo, por su imposibilidad de huir de su destino. Igual que el río, lo mejor sería ir a morir al mar junto con peces ahogados, matas desraizadas y este enorme sedimento de nostalgias que ni siquiera sirve de abono.

Mi cauce es la calle y mi rumbo una isla fuera de este naufragio de días.




anuar bolaños.

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domingo, 5 de junio de 2011

Taller Literario Personal 1C

Tercera Versión.

Camino a lo largo de la avenida y creo que el mundo es el que avanza bajo mis pies, no soy yo el que se mueve, el asfalto es una banda transportadora. Esto ya lo he pensado antes.

Todo el paisaje es una fábrica anti ecológica con cascadas de humo y colinas de desperdicios. El proyecto de convertir a la ciudad en un laberinto de concreto con túneles y puentes, le ha rajado las entrañas a la mayoría de las calles del centro dejando al descubierto una tierra antigua, asfixiada.

Son las 4:15 de la tarde. Han dicho que la temporada de lluvias será brutal, despiadada, sin embargo el sol brilla en el aire. Mi camisa amarilla relumbra. Pero aunque el clima se burle hoy de los meteorólogos, todos sabemos que el invierno debe estar preparando su próximo ataque. Ya hemos visto de lo que es capaz. Es como si un nuevo diluvio estuviese siendo entregado por cuotas.

La colina por la que desciendo rumbo a la estación del bus recibe una brisa gentil que despeina los árboles y levanta una hojarasca tímida. Soy obligado a achicar los ojos, hay polvo. No oigo mis pasos ni mi respiración. Soy propietario de una sordera voluntaria entrenada para borrar los aullidos metálicos de la urbe. Aún así no me siento a salvo, la voz de la ciudad me atemoriza. Cumplo mis rituales anhelando que algo bello ocurra.

Cruzo el puente sobre el río y veo aguas verde topacio, pardo jengibre, avanzar por un cauce muy viejo trazado por su propia manera de ocurrir en el tiempo, por su imposibilidad de huir de su tarea. Igual que el río, lo mejor sería ir a morir al mar junto con peces ahogados, matas desraizadas y este enorme sedimento de nostalgias rancias que ni siquiera sirven de abono.
Mi cauce es la calle y mi rumbo una isla fuera de este naufragio de días.

También sé que una mujer me espera.



anuar bolaños.



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viernes, 3 de junio de 2011

Taller Literario Personal 1B.




Segunda Versión.

Camino a lo largo de la avenida y creo que el mundo es el que avanza bajo mis pies, no soy yo el que se mueve, el asfalto es una banda transportadora. Esto ya lo he pensado antes.

Todo el paisaje es una fábrica anti ecológica con cascadas de humo y colinas de desperdicios. El proyecto de convertir a la ciudad en un laberinto de concreto con túneles y puentes, le ha rajado las entrañas a la mayoría de las calles del centro.

Son las 4:15 de la tarde. Han dicho que la temporada de lluvias será brutal, despiadada, sin embargo el sol brilla en el aire. Mi camisa amarilla relumbra. Pero aunque el clima se burle hoy de los meteorólogos, todos sabemos que el invierno debe estar preparando su próximo ataque. Ya hemos visto de lo que es capaz.
La colina por la que desciendo rumbo a la estación del bus recibe una brisa gentil que despeina los árboles. Soy obligado a achicar los ojos, hay polvo. No oigo mis pasos ni mi voz. Sordera voluntaria entrenada para borrar los aullidos metálicos de la urbe. Cruzo el puente sobre el río y veo aguas verde topacio, pardo jengibre, avanzar por un cauce muy viejo trazado por su propia manera de ocurrir en el tiempo, por imposibilidad de huir de su tarea. Igual que el río, lo mejor sería ir a morir al mar junto con peces ahogados, matas desraizadas y este enorme sedimento de nostalgias rancias.
Mi cauce es la calle y mi rumbo una isla fuera de este naufragio de días.

También sé que una mujer me espera.



anuar bolaños.

miércoles, 1 de junio de 2011

Taller Literario Personal 1A

Manuscrito.





A Manera De Introducción

Al principio de 2011 mi rutina cambio y me vi en la necesidad de atravesar la ciudad de sur a norte todos los días a las 4:00 de la tarde. Esta situación coincidió con el inicio de varios proyectos de infraestructura urbana en todos los puntos cardinales de la ciudad e incluso del país. La intención del gobierno es ponerse al día con 20 años retraso. Sin quererlo, todos los habitantes quedamos atrapados en ese desquicio de torpe imposición de la modernidad.
Años atrás ya se había iniciado la construcción de un sistema de transporte de buses que parecen metros, tienen estaciones, vías propias, rutas, tarifas y horarios establecidos, es barato y cómodo. Tiene aire acondicionado, es iluminado y limpio. Desafortunadamente sólo beneficia a un porcentaje muy pequeño de la población. A mi me encanta, me permite ir leyendo y a veces escribo.
Lo cierto es que esta rutina se metió en ánimo y en mis reflexiones, y de modo imperceptible se apoderó de mi literatura. Sólo vine a descubrirlo cuando, después de haber publicado todos los Náufragos en el blog, empecé a talleriar los textos en casa. Fue entonces cuando nació la idea de hacer este ejercicio escritural al que hoy los convoco y que consiste en mostrarles como yo reescribo mis Poeticuentos, como hago la poda, el abono, el riego. En fin, como trato de darle rigor al oficio de escribir con miras a convertirme en un escritor de oficio, de buena calidad, profesional, si se quiere. El resultado final es un cuento de 10 fragmentos titulado “Librería Olvido” que nació del recorrido, lo observado y los personajes inventados a partir de la experiencia diaria, mis fantasías y los desmanes de mi personalidad. Aquí sólo veremos la evolución del primer fragmento
Los invito a decir y a preguntar todo lo que deseen, yo me comprometo a contestar de la mejor manera posible para satisfacer sus curiosidades o peticiones.
Recuerden, nadie le enseña a escribir a otra persona, pero quizás caminando juntos por este sendero de letras logremos hallar indicios de lo que estamos buscando.
Ah, y recuerden que este es un sólo un ejercicio, aquí no se pretende imponer ninguna verdad sobre nada.




Primera Versión:

NÁUFRAGO EN LA CIUDAD

1

Camino a lo largo de la avenida y creo que el mundo es el que avanza bajo mis pies. No soy yo el que se mueve. Esto ya lo he pensado antes. El asfalto es una banda transportadora. Todo el paisaje es una fábrica anti ecológica.
Son las cuatro de la tarde. Han dicho que la temporada de lluvias será brutal, despiadada, pero el sol brilla en el aire. El clima se burla de los meteorólogos.
La colina por la que desciendo rumbo a la estación del bus recibe una brisa gentil que despeina los árboles. Soy obligado a achicar los ojos, hay polvo. Mi camisa amarilla relumbra. No oigo mis pasos ni mi voz.
Cruzo el puente sobre el río y veo aguas verde topacio, pardo jengibre, avanzar por un cauce muy viejo trazado por su propia manera de ocurrir en el tiempo.
Mi cauce es la calle y mi rumbo, una isla fuera de este naufragio de días.



anuar bolaños.



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