¿De
dónde viene este día liviano? Su decorado es el usual: un soplo de neblina que
se deshace, el gris opaco de la escenografía formada por el cielo y el
pavimento, la calle como un tobogán por donde se desliza el bus, un frío
matutino entre adversario y aliado con la intensidad justa para mantenerme en
vilo sin incomodarme, y mi gesto de hombre que mira.
Carros,
personas, edificaciones, árboles, luz, sonido, olores, texturas, pálpitos,
ensoñaciones; todo ocurriendo al unísono para mostrar que la existencia es un
caos organizado, que el cruce de hilos invisibles que sostiene la vida sigue el
diseño programado, que incluso el azar hace parte del programa, y su función es
aliñar el misterio del hombre, fomentar el sinsentido, avivar la incertidumbre.