domingo, 13 de diciembre de 2015

Josefina.





(Fragmento)

  
En la cocina preparó una jarra de té instantáneo sabor a naranja y sobre un tazón de arroz vació una lata de atún, pico dos tomates, le exprimió limón y le espolvoreó pimienta negra. Con la comida preparada regresó a la sala frente al televisor. Miraba un partido de tenis y masticaba despacio. Gastaba sus días frente a la tele.

Las manos de Rafael se posaron sobre sus rodillas y empezaron a subir por sus piernas. Rodaron bajo el vestido y llegaron al pubis. Josefina las detuvo un poco, sin mucha fuerza. Rafael esperó a que ella aflojara. Cuando logró avanzar pudo sentir el vello púbico bajo el encaje de los cucos húmedos. Logró meter la punta de los dedos y hurgar allí donde Josefina hervía. Con la cabeza inclinada hacia atrás sobre el espaldar del sofá, ella se mordisqueaba los labios sin gemir. Conocía los brazos de Rafael, musculosos y tostados por el sol. Lo había visto otras veces, sudoroso y agitado. Al roce de sus dedos Josefina movía las caderas en pequeños círculos. Podía sentir como palpitaba su sangre. Escuchaba su propia respiración entrecortada. Subió sus manos y empezó a apretarse los senos. Quería más. El sonido de la reja del antejardín la sacó del sueño. En la pantalla del televisor Rafael Nadal sonreía con la copa de campeón desde la cancha de tenis. Tan apuesto y varonil como ella había acabado de sentirlo. La puerta de la sala se abrió y Roberto entró con bolsas de mercado. Josefina apagó el televisor y lo siguió hasta la cocina.

—Traje tilapia para el almuerzo.
—Ya almorcé.

Sin añadir más Josefina subió al baño y se cambió la ropa interior. Fue a la pieza y se sentó en la silla mecedora en la que 
acostumbraba a leer revistas de farándula. Se quedó quieta sin 
pensar en nada. Pronto llegó el olor a pescado frito desde la cocina.



domingo, 22 de noviembre de 2015

Bifurcación.








A toda hora pienso en la ye de tu pubis tirada en la cama cuando cruzas las piernas desnuda, y el monte de tu venus está desértico, limpio de musgo, y brillante del aceite que le he untado. Un tenue sarpullido de puntos rosados imita un cupcake de fresa, sabroso bizcocho en la tarde del domingo.
La ye cerrada de tu entrepierna ofrece la bifurcación de regocijo y quebranto en que me hundo al poseerte y no tenerte. Entro en tu sexo con el permiso del amor que me profesas o del cariño compasivo con que has decidido amansar mi miedo a tu ausencia. Te pierdo en la curiosidad que te lleva por callejones y penumbras. No es que huyas, tan sólo vas donde un halago alumbra. Te postras ante el aplauso y el piropo. A mí me entregas la piel, el llanto, los delirios sin palabras, la risa juvenil, el sueño tranquilo. Sobrevivo a la zozobra del mundo para habitar en la ye de tu carne complaciente, en tu beso sincero, en el aire tibio de tu bostezo que respalda el juramento estoico de permanecer junto a mí.





viernes, 16 de octubre de 2015

Desvanecencias 15, 16, 17.



15

El cuerpo, este enchape,
esta plastilina,
nos hace tangibles.

La fuerza que le da forma,
(esa que se ve a si misma
pues el alma describe al alma),
nace cristalina,
trae vocación de vitral o calidoscopio,
es transparente y se enturbia
y quiere aclararse.



16

La carne se me ha malogrado.
Que época tan acuchillada.
No puedo asumir la quietud,
camino mal —cuál es el ritmo?—
se me crispan las manos,
la boca se desatranca,
suelto palabras caóticas.

Mis entrañas están revueltas
las pesadillas dan cuenta de ello—
lo que sale a flote
es una burbuja turbia, deforme.


17

Este cuerpo
batido de ángel y demonio—
muestra un vaivén cisneado
un aleteo que se sostiene
palpita
no se rompe
tiene el ímpetu
que forma surcos en las entrañas
y sostiene el cántico,
sabe lo que dice,

produce la perfección.



miércoles, 7 de octubre de 2015

Descripción Inútil.



La vida transcurre en una sincronía invisible. Bueno, aparentemente invisible. Mirando los sucesos con detenimiento, enfocando la mirada y agudizando el pensamiento, se puede vislumbrar los hilos transparentes que mueven a las personas y sentir la fuerza que los impulsa a funcionar o los detiene.

El viejo con su perrito de patas cortas avanza por la acera, la asistente de oficina lleva café en vaso plástico y pastelillos recién horneados para su jefe, la mujer entrada en años vende billetes de lotería, la mesera sonriente y dulce me conversa cuando trae café a la mesa, las tetas brinconas de la gordita manicurista del salón de al lado pasan de prisa, un matrimonio parquea la moto para que la esposa se quede y el marido siga su ruta después del beso de adiós, el guarda encorbatado y con kepis suspira distraído con las secretarias olorosas que llegan al banco antes de las 8 de la mañana…
Todo palpita. El ruido del tráfico, los parches de sol sobre las fachadas de los edificios, el amoblado metálico de la cafetería donde leo y escribo, el viento frío de la mañana, los especímenes humanos conectados a sus aparatos  electrónicos, el pordiosero con el costal de basura reciclada, otro pobre diablo tirado en el andén espera un pan, palomas mierderas cagan en el antejardín encerado del edificio de apartamentos, la modelo peliteñida tiene un forúnculo en la nariz, el camión recolector de basura recorre la avenida, deja un aroma agridulce que marchita la frescura de la mañana, llega el humo de los exostos y se impone, el timbre del celular anuncia que alguien me busca, converso obviedades un par de minutos, vuelvo al silencio. Se oscurece el aire, el invierno arropa la ciudad, empieza la lluvia.

Miro por el rabillo del ojo para captar más imágenes y continuar con esta enumeración caótica, cotidiana. La vida es una superposición de rutinas. En todas las latitudes del globo, cada persona repite paso a paso lo que lo que otros tantos hacen en una distancia opuesta de tiempo y espacio. (Hace años hubo en esta mesa otro hombre ensimismado escribiendo estas notas que yo hoy reproduzco sin originalidad.)

Guardo silencio para oír la lluvia sobre el tejado de acrílico. Ese sonido es irreal, no es la lluvia lo que suena sino el golpe del agua sobre el plástico templado. En su recorrido al caer desde la nube el agua nada dice. No tiene sonido. Soy yo quien inventa su mensaje de frío y humedad para justificar esta bitácora. La lluvia se transforma en charcos, ríos urbanos que bajan por su cauce de asfalto rumbo a la alcantarilla. Lleva la mugre de la vida. Allí va también mi verborrea. 


domingo, 20 de septiembre de 2015

Héroe.








Siempre quise aprender el silencio de los malandros de mi barrio pero no pude. Hablo de los talentosos, los pura sangre, los nacidos malos y luego cultivados peores por la molicie de la vida. Los malvados superficiales están fuera del radar de mi admiración. Los idiotas luminosos nunca sabrán a qué me refiero. El malvado excelso tiene la mirada opaca. Impenetrable. No sabes si sonreirá o te dará una bofetada. Toda felonía de su cosecha es perfecta. Ha amado a la mejor hembra, ha logrado el mejor negocio y la peor bancarrota. No desespera. No sufre. No tiene gestos. Su silencio es monárquico. Se mueve como la lava que desciende, se posa como un monarca que no se deteriora mientras se acerca el fin. Ignora los testigos. Sabe que ha triunfado. 


jueves, 6 de agosto de 2015

Membresía.






Intento suponer lo que cada persona es cuando pasa frente a mí. Estoy apostado en la mesa de El Café de la Esquina. Miro sus ademanes al caminar, su pose al esperar la usencia de tráfico para cruzar la avenida. Les veo el presente y me invento el futuro. Creo que todos son los solitarios insalvables de esta época. Estoy seguro que el amor que se han procurado es más virtual que físico. Aman los mensajes dejados en sus aparatos de comunicación. En los encuentros táctiles hay torpeza y prisa, poca profundidad; y aun así, ahogo. Sé cuál mujer ha llorado más, cuál hombre ha maldecido con mayor virulencia. Supongo que todo este desajuste de la existencia ha sido el mismo desde siempre y que, quizás, sólo ahora mis ojos tienen la claridad para verlo. Me falta aceptar que también yo estoy en el grupo de los desahuciados. 


lunes, 20 de julio de 2015

Zona Quieta.





Fabriqué, construí una zona de confort para desatender los desastres del mundo. Entiendo que no gobierno la realidad. Si llego a la cafetería y han cambiado el orden de las mesas, me pierdo en un laberinto. El GPS natural de mi cerebro se niega a llevarme por rutas desconocidas. La vista acude en mi auxilio. Y el oído y el olfato. La avenida es una línea inamovible que susurra su voz vehicular y me dice que ese es el límite de mi refugio. El café recién colado y el pan tibio me esperan en mi rincón de costumbres. Allí, el frío de la mañana es el mismo de siempre. Esa es la bendición de mi ciudad: mañanas frescas, tardes ardientes, noches de viento juguetón.
Mi verdadera zona de confort es el pasado. Recuerdos que reacomodo a mi antojo. Eventos en los que cambio el guion y la escenografía. Sólo conservo los personajes. Todo lo resuelvo a mi favor. Por eso necesito que el presente no se mueva. Repito mi rutina con movimientos idénticos para no perderme, para…

Como brújula llevo este cuaderno de bitácoras en la mano.


lunes, 6 de julio de 2015

Entrenamiento.





Madre siempre decía que yo era su hijo preferido y sólo pensándolo con mucha intensidad pude entender a qué se refería. Mi hermano mayor siempre recibió las atenciones y los piropos, los perdones y la alcahuetería. Podía dilapidar el dinero del mercado en una noche de rumba y ella empeñaba algún electrodoméstico para solventar el embrollo. Nunca terminó el colegio y jamás tuvo un trabajo ni decente ni ilegal que le aportara dinero y orden. Pero yo era el preferido. A mi me asestaba las bofetadas para que hiciera el oficio casero más de prisa. Yo el encargado de vender puerta a puerta en el barrio las empanadas de cambray que ella hacía a diario. Padre nunca existió. Mi hermano y yo somos producto del verbo de un billarista que fue borrado por la nocturna. Madre nunca aprendió a llorar, tampoco a pelear. Nunca me dijo una mala frase, manos aún me pegó un grito. Recuerdo su mirada, dura como el concreto, opaca y seca. Nunca pude anticipar sus manotazos veloces. Los destellos de su ira eran enceguecedores. Ella ciega de ira, yo de miedo. Después de atropellado me ponía hielo en los golpes, me cargaba en su regazo y me arrullaba en la silla mecedora hasta que me dormía. A los pocos días, otra dosis igual de cariño. A mi hermano le agradezco que nunca se burlara de mi suerte. En su mirada entendí que si hubiese podido salvarme lo habría hecho. Finalmente se fue, no tanto por huir de madre o no verme mallugado a golpes, como por no ser capaz de aguantar su impotencia, su cobardía. A madre le debo mi temple. Mi cuerpo se volvió duro y mi corazón perdió toda sensibilidad. Mi mente intercambió lo bueno por lo malo y ya nunca sentí culpa por nada ni pesar por nadie. El silencio fue mi voz, el sigilo mi manera de andar. No aprendí a tener algún sentimiento. Madre jamás me compró un juguete y si yo fabricaba alguno con palos y tapas de gaseosa, lo destruía a zapatazos. Nunca salí a la calle a estar con amigos. Cero mascotas. La adolescencia me recibió fibroso y mecánico, sin gestos ni lenguaje. Todo lo recibido de manos de mi madre me convirtió en el hombre de sangre fría que hoy es capaz de descuartizar cuerpos sin sentir ningún escrúpulo. Soy hábil con el cuchillo. Hago desmembramientos perfectos, respeto tendones y junturas, separo el músculo del hueso con toda pulcritud. Nada desperdicio. Mi jefe ha halagado esta destreza desde el primer día en que empecé a trabajar en la carnicería. 




domingo, 28 de junio de 2015

Postal Absurda.




Miro el reloj de la oficina, lento, inoficioso. Estúpida invención. Me duele la garganta. Remodelan el área contable. Hay polvo. La pantalla del computador es la claraboya por donde me voy.
Quiero un loft campestre en la montaña que mira al mar.
Una ventana grande sería la otra salida para mis ojos. 
No sé cómo buscarme. La voz con que narro es frágil.
Soy un autómata dedicado a escribir lánguidas bitácoras. 
Me salva mi casa. Leo. Veo fotos. Oigo música. Tomo vino.
Mi mujer me acompaña con manjares y charla variada.
Mi labradora negra me mira y agacha las orejas.
Vamos de paseo al parque, ella es la guía.
No sé cómo romper el círculo en que deambulo.
¿Qué resorte jalar para ser por fin ese otro que anhelo?


domingo, 14 de junio de 2015

Rastros De La Noche




.. el viento la toca y empieza a hervir, es su culpa, ella lo ha invocado, se desnuda y se para bajo la lluvia, en el jardín, cuando está sola y apenas amanece, sube la cara al cielo, deja que le caiga el amanecer lleno de gotas, el agua baja por su cuerpo, eriza sus senos, moja su vientre, se enreda en su pubis, cae a sus pies, forma un charco que la absorbe, abre la boca, entra la humedad, se saborea, imagina muchas manos tocándola, recorriendo con lentitud su cuerpo mojado, presionando rincones, curvas, abultamientos. Suena el viento en sus oídos, la arrulla, sus ojos permanecen cerrados, su piel acalorada intenta evaporar la lluvia, la noche fue gruesa, recibió embestidas y caricias, mordiscos, y besos, manos fuertes amasando sus nalgas, a punto de desprender sus senos, sacudían sus caderas con la intención de desajustarlas, embestidas sin compasión, tirones despiadados, líquidos ardientes, sal, vinagre, licor nocturno, y ahora allí, lavada con lluvia y penumbra blanca, los pies en la yerba, las heridas del cuerpo gozado, la osadía, los límites cruzados, los moretones, la sonrisa que pide más desgarramiento, prolongación de la agonía que triunfa, la alegría por haber alcanzado el punto donde la piel es electricidad nerviosa, maremoto, seda viva, ninfa hecha mujer en la danza de los cuerpos, en los besos en el centro del fuego, en la lengua que entra, en el zarpazo anunciado que baja por la espalda y llega donde lo esperan nalgas, ano, vagina, todo recodo de lujuria, brutalidad, ternura post fucking, dilatado susurro de agradecimiento, promesa de retorno.



jueves, 4 de junio de 2015

Mangalú.





Esta casa me convierte en escritor. Es la penumbra, las horas quietas de la mañana, el murmullo de la emisora, la mascota en el sofá, el olor del café. Es el anuncio del día que nada promete o mi propia voz narrando la bitácora imaginada de mi vida.


La ecuación, la receta, involucra una porción de silencio. No sé cómo explicarlo. Muchos ruidos y sonidos suceden mientras estoy en estado de letras (mi renombrado Poetic Mode), y yo los escucho. Son un telón sonoro que acolchona la voz con que narro la sensación de ser un extranjero que ha descubierto ser huésped del mismo hábitat durante largo tiempo, entonces, mira cada objeto con un cariño nuevo y realiza cada movimiento como estrenándolo. 
Todo ocurre sin testigos y con lentitud. El tiempo dejó de ser la medida de la vida. Dentro de esta casa, en este cajón decorado de trópico, mi corazón ladra tranquilo.  



domingo, 24 de mayo de 2015

Mundo Paralelo.





Soy un tipo absurdo. Repito los días sin tropiezo. Ducha, café, libro, bitácoras. Acudo cada mañana al mismo sitio: la cafetería de la esquina. Leo. Miro la autopista y los peatones. La zona antigua de la ciudad tiene un rostro colonial y gris que habla del implacable paso del tiempo. Otros comensales me observan. A pesar de llevar años aquí sentado aún no hago parte del decorado. Tristemente sobresalgo del panorama por tener un libro frente a mí. Mi rostro taciturno debe resultar incómodo, incluso amenazante. Al cruzar la mirada con alguien procuro que vea a un tipo normal. Así nadie se entera que vivo en un mundo paralelo hecho de palabras.



martes, 28 de abril de 2015

Quince.




Lo tengo claro. Una muchacha ha venido a jugar conmigo. Su sonrisa me energiza. Pelo largo caoba, carnes blandas, curvas, aromas sazonados y tibieza de llama controlada. Bajo la mano por su talle y me olvido de su edad. Manoseo su cuerpo joven y se endurece. Burla. Ella se burla. Sabe que mañana se irá, sólo ha venido a regalarme su piel durante la noche. Después, nada. Acude porque mis palabras sugieren misterios que ambos sabemos no existen pero seducen con su atmósfera arenosa. Mis ojos tienen la mezcla adecuada de frustración y triunfo, desapego y entrega. Soy truhán y caballero, académico y juglar, gendarme, bufón, mesías. Estoy hecho de una consistencia atolondrada que me mantiene anclado al espacio donde habito. Mi casa es una cueva agridulce. Escenario claroscuro para la danza de los amantes. No hay balcones ni jardines, sólo un ventanal para mirar el desfile de la tarde. Con los años he aprendido la lentitud del bolero, muero despacio en los encantos de esta niña festiva. Entro en su tesoro, agujero ardoroso donde otros sucumbirán en los días que vienen. Me hundo hondo. Lo sé, tampoco soy pionero en esta doncella sibilina. Efímero nirvana sin semillas. Además de ventisca, ella es la brújula de la noche, la puerta escondida en el muro, el puente lejos del abismo, registro de tropiezos, insomnio, zumbido, vómito. No todo romance juvenil es un triunfo. Odio a esta mujer que me roba tiempo y aire, y me deja la sangre despedazada. Su presencia esquiva toda cautela, reduce la longitud del día. Para salvarme tengo la ventaja de guardar este secreto: no le he dicho que me llamo Veloz Olvido.



miércoles, 18 de marzo de 2015

Lluvia.




Hay sangre, espesa, casi fría. Su recorrido por las venas es muy lento, no quiere llegar a su destino. El otoño averió su ritmo de trópico. La tierra caliente es sometida por las lluvias. Los expertos nombran este suceso con la palabra fenómeno pero nada tiene de fenomenal. Bueno, quizás la evidencia de que la gente se ha vuelto gris y exhala neblina al respirar, tiene la piel escarchada y los ojos anuncian llanto a toda hora, confirma que los desastres del temporal se han desbordado sin misericordia.

El consumo de café caliente se ha triplicado, la locomoción es torpe y húmeda. Todos llevan por techo un paraguas y los brazos escondidos. Desde la mesa de la cafetería yo miro la avenida buscando los edificios de siempre. Sé que están ahí. Dentro de esas viviendas, la pequeña tibieza almacenada sirve para que la gente se recoja en diminutos rituales de vida cotidiana y haga planes para cuando el sol regrese. Ya han gastado tres almanaques completos.



martes, 10 de febrero de 2015

Ciclo.



Para mi fortuna ha vuelto la lluvia con sus sonidos de asombro y arrullo. Lo mejor de ser huésped del trópico es que el viento frío siempre es tibio. Se escabulle la tarde (esta frase ya la escribí antes pero no se me ocurre otra), y la luz se pone gris, polvorosa. Descubro que soy un tipo de palabras repetidas, de pocas ideas, actos mecánicos y boleros malva.

Mrs. Dalloway está enroscada a mi lado en el sofá. Tiene el gesto nostálgico de la penumbra y suspira igual a alguien que espera. Perra fiel. 

¿Lo ven? Un único tema. Vuelvo a describir mi hábitat como una litografía estancada en el tiempo. Soy fanático del pasado. Sólo allí he triunfado. Allá atrás, en el tiempo que se fue, fui hermoso, tenía los bríos de la torpeza y la suerte de un trapecista, era acertado al improvisar el amor. Ahora trastabillo al pretender la quietud, tartamudeo al invocar el silencio, y sonrío con esa mueca absurda de macho ciego que acaba rápido. Mierda. Y bebo vino, bendito combustible de intelectual de poca monta. Bueno, el tiempo dará cuenta de mí, así que este letargo poético lo pasaré con la suerte de estar habitado por todas las mujeres que me amaron. 



miércoles, 28 de enero de 2015

Soy.





Soy un pulpo de brazos cortos. Sólo alcanzo a abrazar a mi pequeña mujer. Envuelvo su cuerpo forrando a una reina que atravesará el tiempo si mella. Podría marinarla a besos pero prefiero sostenerla inmóvil y sentir su aroma agridulce arroparnos en una escafandra de aire tibio.


Soy un ogro de felpa. Mis gruñidos no avanzan más allá de la curva de tu oreja. (¿Podría haber poeta más cursi?) Y te ríes de mi porque me crees un macaco de mirada almibarada pero no, en verdad soy el sátiro taimado que decora tu noche con garras y maromas, el monje mundano que agarra tu talle para poseerte y mientras afila su daga te dice una frase absurda para explicar que el amor no es el dueño del tiempo.  


jueves, 15 de enero de 2015

Falsa Espiral.




Todo sucede en el pasado. Cuando termino de decir esto, caigo en la cuenta de que el verbo de la frase está en presente pero la idea indica que se está hablando del pasado. Aun así no quiero decir que todo sucedió en el pasado, como si las cosas ya hubiesen concluido. Nada más vigente y activo que el pasado. El pasado siempre está ocurriendo. Se mueve constantemente en la cabeza. Es presente. Por eso dije el verbo en presente en mi frase inicial.
El futuro está vacío. Más allá de las promesas, nada lo ocupa. El presente se desvanece tratando de mantener vivo lo que ocurrió en el pasado. Los anhelos, que parecieran planes futuros, se elaboran con añoranzas, y se sabe que estas se nutren de lo vivido y se manifiestan en los recuerdos. Viene a ser, entonces, que los anhelos futuros son añoranzas por el pasado. Volver a vivir lo gozado. Permanecer en ese estado alegre en que el paso del tiempo no se percibe, no se recuerda ni se planea, no se añora ni se anhela, simplemente se goza, se vive.

Luego, cuando se está a la espera de que se repita el estado de gozo, en realidad no se vive, se deambula como un ente, se sobrevive mientras se avanza rumbo al deterioro, hacia el fin. 


jueves, 8 de enero de 2015

Poesía.




MI  DEFINICIÓN:

La poesía es la combinación momentánea y eterna de intuición, imaginación, conciencia y acción estética que se da en el encuentro del yo y su otro para completar el ser, y se manifiesta en el poema mediante palabras e imágenes como resultado de un oficio riguroso.




anuar bolaños.


viernes, 2 de enero de 2015

Flor Central.



Puede ser que no entienda el enigma de las mujeres desnudas. Colecciono fotos. Miro todo. Desde la doncella desvanecida en el sueño hasta la actriz de bondage dolorida y sudorosa. Picardía y pánico. No me detengo ante el paraíso cursi ni el infierno desabrochado. Visito tanto las fotos sin alma de la publicidad como las torpes tomas caseras. Alguna se aproxima a ilustrar lo que busco. De cada imagen obtengo un éxtasis distinto. Paso de ser un espectador estupefacto a un sátiro contenido. Confieso que me enamoro un poco de ciertas formas, de algunas penumbras, de gestos que prometen el dulce fuego. Después de una deliciosa sesión de fotografías quedo atollado de esa mezcla imprecisa de amor, pasión y sabiduría que anhelo alcanzar en dosis medidas. El impacto visual de la belleza femenina siempre me impone la nostalgia del placer efímero de la piel. Soy derrotado. La presencia de la mujer suelta semillas de vacío. Crecen flores secas en mi hábitat, opacas, descoloridas. Y aun así, sus formas silvestres decoran los días en que el otoño de mi corazón me empuja a deambular en Poetic Mode por los eventos de la vida real. Presumo que mi cara poco refleja del intruso delirante que me habita. Nada me preocupa en serio. Mis urgencias tienen pausa. El desencanto no es tan abrumador. Sé de abrazos y de besos. Bailo bien. El romance cruza fronteras sin pedir permiso y nunca cesa de fluir. Soy un tipo normal. Además, la mujer no vive dentro de su imagen o sí? Poco importa. Quizás las artes plásticas se inventaron para poseer lo inasible de las hembras. He ahí la versión del gozo que nos empeñamos en plasmar. Después del cuerpo a cuerpo surge la remembranza, la ensoñación. Eso debería bastar para ser feliz pero entonces adviene la necesidad de conservar ese momento perfecto y se inicia así la cacería de la imagen que supla la piel saboreada. Oh bendito fracaso!