(Fragmento)
En
la cocina preparó una jarra de té instantáneo sabor a naranja y sobre un tazón
de arroz vació una lata de atún, pico dos tomates, le exprimió limón y le
espolvoreó pimienta negra. Con la comida preparada regresó a la sala frente al
televisor. Miraba un partido de tenis y masticaba despacio. Gastaba sus días
frente a la tele.
Las
manos de Rafael se posaron sobre sus rodillas y empezaron a subir por sus piernas.
Rodaron bajo el vestido y llegaron al pubis. Josefina las detuvo un poco, sin
mucha fuerza. Rafael esperó a que ella aflojara. Cuando logró avanzar pudo
sentir el vello púbico bajo el encaje de los cucos húmedos. Logró meter la
punta de los dedos y hurgar allí donde Josefina hervía. Con la cabeza inclinada
hacia atrás sobre el espaldar del sofá, ella se mordisqueaba los labios sin
gemir. Conocía los brazos de Rafael, musculosos y tostados por el sol. Lo había
visto otras veces, sudoroso y agitado. Al roce de sus dedos Josefina movía las
caderas en pequeños círculos. Podía sentir como palpitaba su sangre. Escuchaba
su propia respiración entrecortada. Subió sus manos y empezó a apretarse los
senos. Quería más. El sonido de la reja del antejardín la sacó del sueño. En la
pantalla del televisor Rafael Nadal sonreía con la copa de campeón desde la
cancha de tenis. Tan apuesto y varonil como ella había acabado de sentirlo. La
puerta de la sala se abrió y Roberto entró con bolsas de mercado. Josefina apagó
el televisor y lo siguió hasta la cocina.
—Traje tilapia para el
almuerzo.
—Ya almorcé.
acostumbraba a leer revistas de farándula. Se quedó quieta sin
pensar en nada. Pronto llegó el olor a pescado frito desde la cocina.