domingo, 31 de julio de 2011

Diatriba M.




M

Se me ocurre que existe un tipo de promiscuidad afectiva (no tanto la sexual, que de esa casi todos podemos decir algo), si no de enamoramientos intensos, esporádicos, infructuosos. Estar perdidamente enamorados de una pareja perfecta y distinta cada 8 meses, es un juego que oculta un desfalco de amor a todas luces invisible. Toda batalla apunta a procurarnos el hallazgo de la felicidad, o su reemplazo: el no-sufrimiento, como quien dice, cierta calma, una comodidad tibia, agridulce, que proporcione un paraíso nuevo cada 8 meses, aunque el comodín que la facilita sea distinto. A esto lo llamo Promiscuidad Afectiva, enamorarse por el mero placer de sentirse vivo, de no sentirnos tan insignificantes, y de paso, despistar a la soledad. En esos amores esporádicos, en que no conocemos al otro, tenemos una incapacidad sorprendente de no saberlo realmente. Eso no es vital, no es lo primordial. Todos los amantes se van, claro. Ellos también tienen sus urgencias, también sufren los desfalcos de la existencia. Cada uno es para el otro un enamoramiento que funcionó de modo inspirador durante un lapso de tiempo, nada más. Quizás, a veces un recuerdo amable. Los requerimientos de pareja ideal con el paso de los años pierden fuerza, se exige menos, también se da menos. Todo se vuelve un premio de consolación. En el fondo pulula la búsqueda del amor completo que nos asalta al descuido y nos hace emprender toda aventura, con lo mejor que ésta involucra: norte difuso, entrañas agitadas. Bueno, la cosa no es tan grave. Los talentos que tenemos fueron puestos allí para ser usados.

Sexo 4

Quiero dejar en claro que yo no demerito el sexo y la magia con que nos envuelve y nos da mucho de lo que buscamos. No estoy en el extremo de la nada, no creo sólo en el amor de los poemas. Los amantes de carne y hueso arman paraísos e infiernos, festejos y remanso. Todo válido. Estos encuentros crean un espacio donde se puede desenrollar un amor con otros matices. Todo evoluciona, hace quince años éramos distintos, dentro de quince años seremos otros, y aún querremos amar, aún amaremos con lo que somos, cada uno en individual, volubles, ajenos, delirantes, cautos, qué sé yo, únicos, tremendamente únicos y diferentes.








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sábado, 30 de julio de 2011

Diatriba L.



L

Me gustaría oír lo que dicen quienes defienden esa pose efímera cuando están vueltos mierda, en esos instantes en que se aíslan y ni siquiera resisten estar consigo mismos. Que me contaran detalladamente lo que sienten y piensan cuando se reencuentran con su fragilidad.

Y hay algo más, creo que, como con cierto tipo de drogas, la promiscuidad es un intento de auto-destrucción. Van pasando los años y el cuerpo luce ajado, el corazón está lleno de huecos y moretones, han crecido miedos en nuestra mente y el discurso sale fragmentado, incoherente, hueco, lleno de justificaciones que no nos dejan ver la verdad del asunto. Estamos solos, seguimos solos, lo aprendido fue más bien poco, lo ganado y lo perdido tiene proporciones que no nos satisfacen, hay mucha tristeza y demasiadas añoranzas. De pronto recordamos un amor que fue la opción más cercana al amor buscado y fue desechado pensando que en el próximo romance por llegar sí encontraríamos el cien por ciento anhelado. No hubo tal.
Por todo esto que digo, es que se me ocurre que hay que empezar a hacer una revisión más valiente y temprana de nuestros objetivos en las relaciones de afecto y sexualidad con los otros. Cómo es que amo mi cuerpo, cómo realizo mi búsqueda de amor. Habría que decantar las justificaciones y aceptar nuestra naturaleza profunda con todos sus matices. La promiscuidad debe ser una etapa de transición, no la meta, no el hábitat en el que nos quedamos a vivir por siempre. Hay que permitirse muchas aventuras para fortalecer el espíritu y expandir la capacidad de la mente, pero todo tiene sus límites y es nuestra tarea aprenderlos y respetarlos. La pregunta sería, estoy satisfecho con lo que tengo en este momento en mi vida, qué he hecho de mi, cómo he ayudado a que los otros se construyan mejores para sí mismos.






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miércoles, 27 de julio de 2011

Diatriba J y K.




J

Estamos solos y colmarnos con las mieles del sexo, aunque sea mágico y lleno de promesas y libertades, no deja de ser una masturbación del cuerpo, de la mente y hasta del corazón. Masturbación que nos alivia un poco, distrae la soledad y claro, nos divierte, nos construye, nos hace más nítidos en nuestra esencia, tan románticos y sarcásticos, tan tiernos y déspotas, tan honestos y evasivos, tan reflexivos y fantasiosos, tan llenos de mierda y tan vacíos de amor.
El enamoramiento es esa vaina pasajera que nos deja postrados saboreando magníficos recuerdos mientras el hueco del alma se ensancha y nos convence del engaño de que está vida que llevamos está buena, sabrosa. Pura mierda, ese es tan sólo un premio de consolación, es la evasiva de no vernos en nuestra exacta magnitud de desolados. Hemos caído en el acelere de querer certidumbres allí donde ni siquiera hay consistencia.

K

Pero..., si queremos consistencia por qué obsequiamos volatilidad? Nos encanta jugar al misterio. Este discursito soso que disculpa los desatinos afectivos suena tan repetitivo e inconsistente que se hace imperativo empezar a buscar por otro lado. Darse un nuevo aire, desprenderse de esa búsqueda efímera, superficial, que inventa un amor en cada encuentro, eso no es AMOR. Debería ser llamado con un mote más acorde a su esencia vacía y pasajera. De acuerdo, esos amoríos, amorcitos de encontronazos que se desperdigan en varios puntos cardinales, afinan ciertas ideas, se elaboran máximas contundentes, prácticas y tan cerradas que incluso confunden a quienes las redactan, ellos mismos se creen el cuento de que la sumatoria de esos amorcitos de suave penumbra y luz cálida, de postales y aromas, de roces pausados y música certera, constituirán la sabiduría madura. No hay tal.






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lunes, 25 de julio de 2011

Diatriba H, I ...



H

Hay otro motor que impulsa la promiscuidad y es, la búsqueda de completud, el deseo de huir de la soledad, la pelea que le damos a la certeza de ser insignificantes en el universo. Esta promiscuidad busca el amor a través del sexo. Siempre pensamos que esta nueva pareja que estamos armando sí nos llenará, sí nos traerá el nirvana, nos salvará de la soledad. Luego descubrimos que no hay tal, entonces volvemos a armar otra pareja esporádica y así nos vamos, dando tumbos, llenándonos de rasguños, de resentimientos, de desconfianzas. Y claro, responsabilizamos a esos otros (que no nos dieron la talla) de lo fallido de nuestra búsqueda. No caemos en la cuenta que el estereotipo estaba mal armado, ni aceptamos que los estereotipos no funcionan nunca. En realidad lo que falla son nuestros parámetros de selección. Sólo recogemos lastre oscuro.

I

Y se me ocurre que la promiscuidad es incapacidad de comprometernos en la construcción de un proyecto de pareja firme, estable, en el que halla sacrificio y entrega, comunicación directa, perdón, impulso. Claro, se necesitaría que ambas partes estuvieran en conjunción con la misma premisa y que hubiese una cuota de valentía muy alta para atravesar las adversidades y no desfallecer ante los primeros dos mil tropiezos. Hay que ser valientes y no enfrascarse en jueguitos de piel a diestra y siniestra, que no por deliciosos aportan la mejor ganancia.
Cuando no se respeta al otro, ni su cuerpo, ni sus procesos intelectuales o espirituales (si los hay) sólo lo estamos usando para masturbarnos, sólo usamos y luego lo desechamos o lo mantenemos amarrados a cierta distancia controlable para jalarlos y volver a disfrutar de ellos cuando la soledad nos muerde la nuca y necesitamos alimentar la vanidad y sentir que somos los dueños del asunto (es posible que los otros actúen del mismo modo y con similar objetivo). Repito, es sólo una masturbación, en el fondo el otro no importa mucho. Bueno, a veces hay beneficios colaterales como el dinero, los obsequios, cierto prestigio, cierta compañía. Los efectos secundarios nocivos de esta práctica (impetuosa, de poca riqueza espiritual) se descubren muy tarde y a veces son irreversibles.






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domingo, 24 de julio de 2011

Diatriba F y G




F

En un principio miré la promiscuidad con los lentes de un juez biche que había mirado el asunto hacia afuera y no hacia adentro. Es decir, justificaba mi promiscuidad y criticaba la de los demás.
Hoy se me ocurren varias ideas al respecto. La promiscuidad puede nacer de una búsqueda de placer desconectada del afecto, aunque a veces puede terminar generando afecto. Esta promiscuidad centrada en la piel puede darse por varias razones. Se me ocurre que una es el galanteo, ese juego mental tan agradable que nos reta y nos divierte, conquista, se deja conquistar, alimenta la vanidad y nos hace sentir hermosos, admirados por el otro que juega con nosotros. Y hay aquí un aporte de dulzura y alegría fabuloso que nos fortalece el espíritu y la autoestima, nos alivia la rutina.




G

Hay otro acercamiento de piel impulsado por el lado oscuro de nuestro espíritu. Nos hacer dominar o ser dominados y alguna de las partes termina destruida, si no ambas. Su materia prima es el misterio y la manipulación. Se alimenta del temor a la pérdida. Pueden darse resultados dolorosos que dejan marcas imborrables, queda un lastre difícil de desprender. Estas dos promiscuidades de las cuales he hablado hasta el momento nacen básicamente de la piel y sólo buscan el placer.
Puede haber una búsqueda luminosa o sombría. Esto depende de qué tanto nos conozcamos, que tanto queramos bucear en los inasibles terrenos del placer y sobretodo, que alimento le queremos dar a nuestro espíritu. De allí que salgamos mejor o peor parados de estos encuentros.


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miércoles, 20 de julio de 2011

Diatriba D y E





D

Aquí entra el amor a jugar, también, dos papeles. Cuando es desamor, nos trae la realidad, nos funda en lo que es, lo que somos, y nos revela que no somos los reyes del mundo, no existimos para el otro tal como lo deseamos, no controlamos nada, no somos fuertes, no somos infalibles, no somos tan bellos, el otro no nos ama, le importamos un bledo.
Bueno, a veces si nos han amado, y aunque esos amores se hayan ido, la fuerza de su recuerdo nos dignifica, nos sostiene.

E

Su segundo efecto es que cuando el amor es alimentado desde la razón, nos aporta cordura, fortaleza, nos permite andar con los pies sobre la tierra sin dejar de soñar pero también sin inventar fantasías estúpidas ni ponernos pruebas irrealizables. Protege sanamente, inspira a construir cada día una buena forma de comunicarnos con el otro desde las entrañas. Y esto sucede porque ya hemos empezado a comunicarnos con nuestras propias entrañas de una manera frontal. Este fenómeno de vernos hacia dentro sucede cuando ya hemos dado los suficientes tumbos como para darnos cuenta qué tan equivocados teníamos el camino. Sólo entonces empezamos a ser adultos, no antes. Sólo entonces empezamos a valorarnos a nosotros y a los otros con todas sus fragancias y miserias, no le pedimos sacrificios innecesarios, no le prometemos mucho pero le damos bastante y aunque esperamos retribuciones, no nos carcome la ansiedad.

lunes, 18 de julio de 2011

Diatriba C




Ya como adultos nuestra mente nos juega una doble pasada, por un lado nos protege y por otro nos entorpece. Nos pone velos en la mirada para que no veamos el origen de ciertas inconsistencias que nos causarían fuerte dolor, es decir, nos sobreprotege, nos engaña. La sobreprotección debería ser entendida como odio. No deja que nuestros talentos pelechen. Nos hace inútiles, flojos. La sobreprotección nunca es sana, te alivia anticipadamente los tropiezos, entonces no te fortalece. La protección llana, simple sí es solidaridad, te acompaña, te impulsa a seguir por tus propios medios y siempre te tiende una mano en los momentos claves.
Por otro lado la mente nos hace ver lo que no existe pero deseamos que exista, vuelve a engañarnos entonces, nos aturde con fantasías que desplazan la lógica y el principio de realidad se esfuma, es cubierto por el pesado velo de la alegría, del placer que nos hace sentir dueños del mundo pero que se agotará pronto, se resquebrajará y nos dejará con retazos de nada en la mano. El placer efímero de encuentros sexuales sin afecto cabe en esta categoría. Claro, también existen los encuentros sexuales que, aunque no nacen del afecto, nos dignifican y nos enriquecen porque son puros en su manera de compartir la piel, hay respeto del cuerpo aunque se use por fuera de la moral e incluso se permitan ciertas licencias cercanas a la perversión, al lado oscuro. Usado así, con convicción del acto, con responsabilidad real, el meloso encuentro de sexo, nos construye, nos hace mejores.


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domingo, 17 de julio de 2011

Diatriba B




Todos nuestros conflictos con respecto de nuestra afectividad y sexualidad (¿No son acaso sinónimos estas dos vainas?) vienen desde la infancia, la pubertad, la adolescencia, y luego les vamos sumando datos nuevos. Algunos elementos insignificantes van desapareciendo, mas los esenciales, permanecen, se afirman. Y estos no son siempre visibles, no siempre se dejan ver mientras están actuando, por lo general se ocultan y es imperativo entrenar la mirada, la valentía para descubrirlos y aceptar la magnitud de su poder sobre nosotros; y sobretodo, la pericia con que nos obligan a efectuar actos, que en primera instancia juzgamos involuntarios pero que con algo de gallardía podríamos terminar diciendo que esos actos involuntarios en realidad constituyen nuestro verdadero yo, por eso son los que se presentan en mayor porcentaje, es decir, esos actos afectivos y sexuales realizados impulsivamente, sin un dominio acertado, son el noventa por ciento de nuestra afectividad, y si los observamos con lupa y los ponemos en una balanza, descubriremos que son más sus desaciertos que su tino.


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sábado, 16 de julio de 2011

Cápsulas 1

La mañana se extiende
por donde el tiempo ha decido llevarla.
El clima es lacayo de la conexión de los astros.

El calendario,
esa invención que pretende organizar
los giros de la existencia,
nada sabe de lo que ocurre.

Los elementos del día
se imponen sin misericordia.

Tiempo, clima, ritmo de vida...

Sueños enraizados en lo profundo
se encargan de proteger al hombre
para que no sea un ente
a la deriva de un destino que no sospecha.

Los sueños lo hacen dueño de su deambular.
Los delirios lo salvan de ser
un títere perecedero
y lo convierten en el engendro
que elige sus pasos, sus caídas, su quietud.


anuar bolaños.

jueves, 14 de julio de 2011

Diatriba A




La pareja es un proyecto pesado y si uno no lo defiende a capa y espada termina acabándolo, termina aniquilando todo. Claro que si no se puede hacer nada al respecto hay que tirar la toalla. Esa es una opción que la vida nos permite. Bueno, cada nueva distancia por recorrer requiere hacerlo mirando hacia el futuro mientras se le arrancan pistas al pasado. La comunicación es la llamada a elaborar y ajustar constantemente los proyectos de vida para sacarlos adelante. Hoy quiero creer que estoy preparándome para construir este tipo de comunicación con alguna mujer que llegue con componentes similares, la que no los tenga, no hará consonancia, y por lo tanto no ayudará a crear engranaje, no servirá.



Nota: Estas Diatribas tendrán 13 entregas, del letra A a la M.

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martes, 12 de julio de 2011

Sexo 2

No siento culpa por la promiscuidad, ni miedo. Me lo he dicho en varias ocasiones. El amor no se encuentra una noche por ahí. Se va armando en la interacción con el otro, con uno mismo, en las puestas en escena. Esto lo se por las conversaciones con las mujeres, por esas enseñanzas que me dan, porque son el otro lado, el femenino, el de ahora, el no-anticuado. El placer por el placer es una bendición y nada nos asegura que no nos dé también ese tipo de amor que nos alimenta en ciertos trozos de la vida. A veces después de una noche sorpresiva de haber sentido ese amor de piel, yo sí espero que el amor se quede, que no sea furtivo, que se vuelva permanente. Que esa entrega que mi amante hizo no sea el juego de la promiscuidad sino que sea el amor que ha venido para quedarse, ese es mi fallo, delirar la permanencia. Y sin embargo sé que la mayoría de las veces yo mismo no doy eso, no me quedo, no me convierto en el amor eterno, perfecto. Voy sólo por el sexo, honesto, si se quiere, pero es sólo aventura, juego. ¡Cómo me contradigo! Pido y no doy. Que equivocación tan tremenda. Estoy pegado a una concepción del amor que no funciona, no es viable. Es obsoleta. Pero en mi cabeza sigo esperando ese tipo de amor, en mis fantasías, porque en la realidad de mi cotidianidad me permito amantes que no amo y sé que no me aman con ese amor épico de la literatura. Sólo nos acompañamos, nos damos ese amor de esta época que es tan suelto y divertido y da alegría y renueva la vida, y se va y no deja malas marcas y su recuerdo es siempre grato, triunfador.
Sería lindo si uno con su pareja pudiera vivir una promiscuidad de sólo dos, vivir la rumba, la locura, el desorden, todos los ensayos, todas la torpezas pero también toda la cotidianidad bien templada, la renovación de proyectos y acuerdos, como si pudiera existir en un solo amor, la combinación de todos los amores, combinar aventura y cotidianidad de modo soportable. Idealizo, deliro como siempre. Pienso que si un amor no te da la oportunidad de usar todo tu potencial para ser lo que se necesita en beneficio de la pareja, sino que patrocina los desafueros de tu torpeza, es un amor que no es maestro, y yo quiero creer que el amor debe enseñarte lo que se necesita para estar fuerte. Nos vamos armando en el otro, la identidad se forma con el otro, pero no somos infalibles, hay fronteras que se cruzan cuando no se debe, hay acciones que se dejan de hacer cuando deberían continuarse. Claro, esto es en una línea de pensamiento que está amarrada a “lo que se debe hacer”, aunque sé que la vida no es como debe ser si no como es. Esa es su esencia, su aliño que tanto nos subyuga. Sé que este romperme y rearmarme me abre perspectivas, me sacuden la entendera. No me preocupo. Tantos años siendo fanático de rumiar ideas, ácido por naturaleza, satírico por convicción, me han formado en la escucha descarnada de análisis y confrontaciones, verdades escuetas y muchas burlas. En el amor y en la vida siempre estamos inacabados pero ahí vamos, evolucionando.


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domingo, 10 de julio de 2011

Sexo 1



El asunto es las mujeres, el sexo de las mujeres. Ando mirando curvas a toda hora y lo curioso es que imagino a este enjambre de mujeres divinas que anda por ahí, siendo mis amores. Que cantidad de mujeres interesantes hay aquí cerca. Me gustan sus nalgas, sus abdómenes, sus senos. Y no pido maniquíes. Lo que me atrae de ellas es que puedo intuir la fuerza que las hace moverse, su ímpetu que avanza dueño de sí, no desbordado, tibio, de penumbra acogedora. Y entonces, quedo atrapado en la perspectiva de los labios, en la red angelical de una mirada que asegura que es posible armar un amor como espina dorsal de la rutina. Quiero decir que las mujeres a veces sólo representan un cuerpo para una buena noche, y ya ven, me traiciona la esperanza de amor que tengo en el corazón. Sé que hay mujeres allá afuera, aquí cerca, allanando este camino en que los nuevos hombres caminaremos hacia su encuentro.

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viernes, 8 de julio de 2011

Filigrana 2.

Las Horas Gastadas


Mariana se sienta sobre mi, la cabeza me queda a la altura de su cuello, su melena rizada me cae en el rostro, acomodo la nariz en su clavícula y respiro el vaho que sube de su axila, los calores de la piel cocinan en un solo aire el lavanda del desodorante con el sudor, la crema de peinar y el vapor que sube de su vagina mojada de jugos. Siento su peso sobre mi regazo y caigo en la cuenta de que debo volver a trotar o a levantar pesas.
Mariana me besa, tengo la boca cerrada pero ella chupa mis labios. La luz amarilla de la tarde pasa por la cortina de tela delgada y nos pone sobre el cuerpo sombras color mostaza. Yo miro sus senos pequeños, los pezones pardos de poros erizados y vellos oscuros y los beso sin muchas ganas. Siento que amar a Mariana me llena de una alegría triste que no me deja pensar en el futuro. Los recuerdos de otras mujeres amadas se resisten a soltarme, sobretodo el de mi primera mujer, aquella con la que me sentía seguro y resultó haber tenido una vida clandestina que nunca sospeché.
Abrazo a Mariana con la fuerza de un hombre desolado que teme confiar en un amor de promesas, me concentro en sentir su cuerpo compacto, caliente, adherido a mi rostro, sobándome su pecho, susurrándome un cariño juvenil que me acompaña, que me ubica en esta encrucijada de soltarme al encuentro de un nuevo rumbo o seguir mirando por el retrovisor hacia los días en que me levantaba a construir la vida sin sospechar que mi amada impenitente sumaba mis defectos para fabricar con ellos una puerta de salida, y cuando abrí los ojos me hallé perdido en mi silencio sin poder hilar una sola frase luminosa, y ahora Mariana me dice te quiero al final de cada frase y yo recibo su verbo como un sonsonete que la hipnotiza a ella y a mi me pone alerta y pasmado. Su sexo me divierte, su presencia me deja sentir que todo es nuevo, que estreno mi propia piel, que a pesar del agarrotamiento padecido por ese viejo amor que aún maldigo en mis días densos, todavía conservo esa vieja fuerza que era la veta central de mi vanidad y que ahora, bastante amilanada, sostiene la idea de que el destino ocurre como es debido y que la única labor a la que debemos todo empeño, es a la de alcanzar la templanza de aceptar lo que nos corresponde sin soltar ninguna queja.
Me aferro con fuerza a Mariana pues me siento invitado a un descubrimiento, a un recorrido en el que no debo preparar ningún itinerario ni archivar recuerdos que más adelante me dejarían atado de mente y corazón a premisas de amores eternos que no existen. Este amor tiene el sonido de una lluvia liviana, el sabor del agua fresca, la consistencia de una penumbra en la que quiero deambular.


anuar bolaños.

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lunes, 4 de julio de 2011

R12

Los Trascendentales...


Los trascendentales tienen cara de protagonista de película trascendental. Su mirada oscila entre lo profundo y lo difuso. Fuman cigarrillos sin filtro. Coleccionan objetos. Escriben grafitis. Comen pan integral pero no odian el huevo frito. Recitan discursos sobre la métrica de los poemas Alejandrinos y los Hai Kus, los esquemas lacanianos y la semiología. Conocen las artes secretas del Vudú, la teoría cuántica, las epístolas bíblicas, los diálogos de Platón. Cómo cultivar correctamente una huerta hidropónica, cambiar un pañal o limpiar el carburador del auto.
Hablan del poder hipnótico de Moisés, la varita mágica de Mandrake y los pases magistrales del Pibe Valderrama o cualquier otro deportista cotizado del momento.
Los trascendentales son unos animales de pantaloncillos psicodélicos, gestos frenéticos, ademanes contagiosos y pegajosa aura mágica. Se sientan en flor de loto, con la pierna cruzada o imitan la sugestiva pero incómoda posición del pensador de Rodin. Se empeñan en nunca tener el alma de reposo.
Llevan a cabo recitales sobre las flores y la luna.
Se embadurnan con variadas fragancias de la tierra y la madera para asumirse como seres exóticos o afrodisiacos. Tartamudean en varios idiomas.
Expresan gozo casi hasta el desmayo, al observar obras de arte de las cuales aseguran comprender la profunda esencia del artista. Caminan a prisa o flotan. Tienen en la mente una claraboya, una bragueta en el corazón y bajo la cama una bacinilla o un alicate oxidado. Ocultan celosamente en la cartera un escapulario verde, una foto ajada y preservativo por usar.
Llevan bajo el brazo libros raros, crucigramas resueltos a medidas y el último ejemplar de Playboy. Alaban los poderes naturales del ajo y hacen culto a la cannabis. Recitan de memoria los nombres de los mejores exponentes de la música clásica, el Jazz, el Blues, la Trova Cubana y también cantan estribillos de boleros, tangos, baladas y rancheras. Aman a todas las culturas. Odian a todas las culturas. Aman a los niños. Aman los animales. Repudian a los imperialistas y los desprestigiados.
Podrían pasar horas tirados en la hamaca de las reflexiones terminando su teoría que explicará el universo.
Los trascendentales usan ropa multicoloreada, mochila Arhuaca, atuendos de accesorios variados con pañoletas, cinturones y sombreros. Llevan el pelo en la libre maraña.
Algunas veces hacen deporte como culto a su cuerpo que es un templo de sensibilidad infinita o lastiman sus tendones y coyunturas al querer adquirir en media hora las habilidades milenarias de las contorsiones del Yoga. Si tuvieran tiempo practicarían Judo, Tai Chi, Hap Ki Do y hasta Lucha Grecorromana o Boxeo.
Narran toda la historia de la cultura oriental con sólo ver una colorida serpiente en el dorso de una tacita de té japonesa. Conocen el mensaje de cualquier jeroglífico de cualquier época de cualquier cultura.
Los trascendentales se inscriben en los círculos de los sabios que están de moda en la ciudad y en hordas frecuentan la taberna, el cineclub, los parques naturales y todos los foros sobre ovnis y extraterrestres.
Se autodenominan histéricos, psicóticos, neuróticos, esquizos o simplemente artistas. Entablan apasionadas relaciones amorosas con una persona distinta cada tres meses a la cual inundan con tiernas esquelas y ositos de peluche.
Sufren insomnio y sueños inconclusos repetidos. Padecen de dolor de muela, gastritis, miopía y jaqueca. Intentan arrancar melodías de flautas, guitarras o maracas. Armonizan su voz con un sonsonete seductor y plasman ideas matizadas en batik, óleo y crayón. Tienen un cassette grabado con la verdad y el manual de la felicidad completa.
Los trascendentales no cumplen citas o son muy puntuales, pues ante todo son simples seres humanos comunes y corrientes que quieren dejar de ser simples seres humanos comunes y corrientes.
Todo cuanto actúan es reflejo del inmenso hueco que tienen en su alma. Cuando están ebrios semejan bufones o saltimbanquis salidos de una tragicomedia moderna mediocre. Alaban el suicidio pero esperan la reencarnación.
Francamente, los trascendentales me dan asco, sobre todo cuando me miro al espejo.


anuar bolaños.

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sábado, 2 de julio de 2011

Filigrana

La Mujer Del Jueves...

Hacer el amor con Mariana se convierte en dos acciones conjuntas, mientras está concentrado en llevar a cabo una ejecución física de buen nivel en la que fuerza, ritmo y entusiasmo tengan una entrega real, honesta; la capacidad de observación de Francisco se agudiza para recoger de su rostro todos los gestos de placer que ella realiza. Esto lo desconecta de los sentimientos de afecto que siente por su mujer y lo ponen a pensar sobre lo que cada mueca puede representar. Ve una mezcla de goce y dolor, una excitación en crescendo que se acompaña de quejidos y contorsiones. Mariana se saborea pasando la lengua por sus labios encendidos, con los ojos cerrados y los puños aferrados a la sábana parece estar poniendo sus fantasías en práctica. Arrodillada, lo recibe como un jinete que la lleva a empellones y la sostiene de la cadera para no arrojarla de bruces sobre la cama. Francisco mira como la pelusa negra del tobogán de la espalda se va humedeciendo de sudor, agarra su melena rizada semi rojiza y tira de ella como riendas.

Su propio cuerpo es también objeto de atención, percibe la tirantez de los cuádriceps, el peso en las rodillas, la tensión de los glúteos al arremeter, la humedad de su pene humedecido por la vagina de Mariana, la abertura llena de pliegues, el agujero rojo y oscuro por donde entra y quiere seguir de largo, donde quiere causar un daño soportable, una desgarradura mínima que proporcione algo de sangre. Le gusta recibir el vaho cálido y agrio que sube hasta su nariz, le gusta ver las gotas de su sudor cayendo sobre las nalgas redondas, vibrantes, duras y esponjosas al mismo tiempo, carne que amasa con sus manos y quiere incrustar en su ingle, hacerla parte de su cuerpo. Sabe que la ama. Por eso antes de terminar, la invita a voltearse boca arriba y entra en ella aferrado en un abrazo y un beso intenso en el que deja a un lado el interés por los cuerpos y se va hacia la ensoñación que lo une a su mujer más allá de las volteretas de la piel y lo instauran en un mundo de proyectos románticos con planes de viajes a ciudades antiguas junto al mar, una casa con patio arborizado y un cobertizo para agasajar a los amigos, una gata brava, recetas de cocina con muchas especias y empleos bien pagados.

Durante el proceso de enfriamiento Francisco empieza a hablar reflexiones cotidianas sobre la vida y hace sentir a Mariana el centro de su existencia, el norte de su camino, el hallazgo de su búsqueda. Ella llora un llanto agradecido y risueño, y muy tranquilos, abrazados como un par de amantes antiguos que se saben completos, se quedan conversando de las pequeñeces que los conectan y les proporcionan un fluir desatento, confiado, salvo. A Francisco lo embelesan los ademanes de Mariana, su voz lo aletarga, sus besos lo alimentan.

Luego toman una ducha veloz y se sientan a comer algún platillo improvisado, engolosinados de su compañía, renovados en su amor, dueños del tiempo.


anuar bolaños.


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