sábado, 28 de diciembre de 2013

Reporte Matutino (primera parte)





Las cosas han empezado a ponerse ridículas. La lluvia sigue sonando sobre el tejado de acrílico con un ritmo monótono casi desesperante. De no ser porque soy básicamente un tipo normal, podría usar ese ruido como excusa para acabar con mi vida. Bueno, aceptemos que la cuota de mi normalidad ha descendido bastante últimamente, y no es por encierro o soledad. Más bien ha sido por desgaste de mi sensatez.
Pongo a sonar un poco de Blues para que contrarreste el ruido del invierno y embutido en mi suéter favorito me siento a mirar por la ventana los farallones de azul grisáceo que al fondo del valle exhiben sus jorobas mojadas.
Tengo la compañía de la mujer que deseo. No es exactamente la que satisface el estereotipo de pareja delirado pero sí uno que me colma las necesidades básicas, me refiero a que me ocupa la mente y las horas con risas y pequeños proyectos cotidianos como cocinar, salir al cine, leer algún libro, ver una película, hablar sandeces; lo cual me hace pensar que la felicidad puede reemplazarse por la rutina entretenida de mantenerse ocupado. Por supuesto hay muy buen sexo. Mi mujer y yo formamos un ensamble fácil en el que las aristas encajan bien aceitadas. No hay tropiezos que puedan causar pánico aunque ya el desamor me enseñó que la pérdida puede ocurrir en cualquier momento y no hay nada que pueda evitarla. Bueno, no es esa la razón de mi desazón. Mis miedos pelechan en otros lares.
También puedo ir donde desee aunque mi hábitat es el espacio más acogedor que he hallado. Aquí he fabricado rincones temáticos por los que realizo mi safari de cavernícola feliz. Tengo la música, los libros, el vino y los manjares de que me puedo antojar, que son pocos y suficientes. Creo que intento ser un espécimen de esa raza de intelectualoides huecos que se resiste a la extinción.
Usualmente voy a las librerías a gastar buenas horas hojeando libros de pintura impresionista. Me encantan esas pinturas que adrede han sido realizadas sin tanta pureza en los trazos pero con gran cuidado en el tema. Los artistas han descubierto una salida del laberinto e intentan comunicarlo, sólo que el código usado no es fácilmente descifrable.

Esas pinturas me hablan, me sugieren vidas inspiradoras por estrambóticas. Me transportan a las ciudades donde me gustaría perderme por largas temporadas. No huyendo de nada, pues todo lo acarreo dentro, los recuerdos y los anhelos. Más bien para llenarme de esas otras sensaciones que sé que existen, las he sentido en ciertas épocas del año en esta tierra tropical y supongo allá en esos otros lugares me acompañarían a menudo. Me refiero a cierta luz moribunda del atardecer obsequiada por la neblina, colores opacos víctimas del frío boreal, nieve sin ruido.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Sendero.







Quisiera hablar, decir todo lo que va pasando por mi mente, básicamente recuerdos, aunque debería decir que lo pensado son ideas que invento como recuerdos. Incluso había concluido que hablaba con un personaje inventado para interactuar en mis diálogos pero ahora sé que es conmigo el soliloquio. El personaje soy yo.
Mi voz funciona como un narrador que hace varios oficios al mismo tiempo. Guía, confronta, corrige, desecha, deja pasar de largo, devela, archiva, pero nunca me atropella, nunca excede mis posibilidades de asimilación. Por lo demás las ilustraciones que uso para contar hallazgos son divertidas, tienen descripciones vivaces, el fraseo es coherente y el decorado sutil. Todos los temas giran cerca al mismo eje, la búsqueda de un nivel de entendimiento que me permita alcanzar la templanza necesaria para aceptar que existir es inútil.  




viernes, 6 de diciembre de 2013

Mi Hembra.




Al fondo, desde el radio,
suena un especial de Ray Charles,
a mi izquierda tengo una copa de vino frío
y a la derecha galletas de soda.
Encima, atollado en toda mi piel,
tu cuerpo ingenuamente ardoroso.
Al caminar tienes el ritmo justo
para que tus carnes brinquen a su amaño.
Tus carnes siguen el mandato
de la sustancia sensual de que esta hecha tu alma.
Eres una hembra.
Hueles a calentura.
Te veo y empiezo a salivar.
Mis manos tienen voluntad propia,
van donde tu redondez posterior se asoma,
esclavas de tus telas sedosas,
de la firmeza abullonada de tus nalgas,
del tobogán de tu cintura.
 
Y , ángel sediento,
extiendes tus besos en mi boca,
sueltas tus labios con ternura,
nunca doblegada,
nunca completamente ida.
Siempre tan libre,
tan asustada y decidida,
tan sorda ante las voces que encadenan.

En cada beso dejas una victoria.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Reacción En Cadena.



Lo que nos mueve a buscar la realización de nuestras metas es una necesidad interior. Se podría pensar que en algún momento recibimos exigencias del exterior para realizar alguna tarea. Pero lo cierto es que si esa exigencia no se conecta con alguna necesidad interior tampoco producirá un efecto de acción.
Más allá de una condición mental que nos impulsa a realizar ciertos actos, es ante todo  una fuerte necesidad espiritual de realizar algún deseo lo que realmente nos pone a actuar.

El espíritu empieza a existir dotado con lo que su esencia será mientras dura. Su diseño es único e invariable, nace completo, no evoluciona. El espíritu es en sí mismo un eslabón evolucionado, resultado de una etapa anterior y germen de una próxima. Su estado presente, el que recibimos, ya está elaborado de la forma que le corresponde y no sufrirá ninguna transformación. Lo que sí es factible de ser mejorado es el intelecto que acompaña a ese espíritu. Se entrena la mente para que comande los actos, el espíritu simplemente expande sus talentos (o sus taras) al ser estimulado por las labores que la mente realiza.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Musgo.



Los obsequios de la vida no los puedo agarrar con la mano pero van conmigo dondequiera.  Tengo una voz en mi cabeza que nunca para de hablar historias. Esa voz se encarga de hilar ideas, de abrir puertas, de descubrir rostros que son pinturas formando una galería de arte viva que actúa sainetes, divertimentos, pantomimas que son el andamiaje con que los humanos se construyen a sí mismos y yo elaboro soliloquios en mi cabeza.
Un aletargamiento iluminado de amarillo ocre me mueve sin descanso y la cadencia en mi respirar desbarata el mecanismo del ahogo, quita a la taquicardia todo protagonismo. El agridulce de los suspiros se ha hecho un manjar fresco.
Mis ojos ganaron la fuerza para ver figuras nítidas en el fondo de la penumbra, mis manos alcanzaron la pericia con que se labra el pan o se toca la guitarra. Gané una melancolía laboriosa que no para de descubrirle a los atardeceres manchones mentolados y se embriaga con el olor del monte y se nutre con la holgura que da aceptar que el camino en que se avanza es el justo, por entretenido, por templado.
He recibido la pausa y la indiferencia. El horizonte que quedaba a dos calles se desplazó más allá de donde el mar culmina y hoy no planeo más que el paso que voy a dar a continuación. Mi equipaje se redujo a un cepillo de dientes y una cachucha para la lluvia. No le peleo al día sus afanes, ni le suplico a la noche su frescura. Recibo el ritmo con que los eventos giran a mi alrededor sin contagiarme de su vértigo ni desatenderlos del todo.
Terminé por aceptar que las personas son los patrocinadores de mi rostro. Copio sus gestos para mimetizarme en la multitud, para ser uno más con ellos y uno menos en la historia.
El tiempo sigue siendo el aliado que gasta lo inútil y reafirma lo que es, lo que a cada cosa le corresponde ser en este engranaje total, lo que perdurará. 

Hay un vacío delimitado y una nada oficiosa que me sirven de hábitat. La soledad calza mis zapatos y se embadurna con mis delirios, me abraza como a un hijo.
Mi sonsonete ha adquirido un estribillo pegajoso que se abre camino por entre los pregones rancios con que otros gastan su cordura. Ninguna voz me aturde aunque todas me hipnotizan.
Vivo la soltura de no ser nadie sin sentirme atormentado ni orgulloso por eso. No me sorprendo de lo que voy aprendiendo ni  lamento lo que el olvido ya difuminó. Voy liberando desahogos  que se sostienen con poco combustible y dejan mi estampa tapizada de líquenes frescos.

Soy un zombi vegetal.

Las mañanas son un verdadero inicio sin premuras ni itinerarios. Me invito a saborear las horas con el ímpetu de quien improvisa su bailoteo. No sé a donde voy, mis pasos eligen su ruta. Renuncié a estar rumiando el bagazo del pasado, bebo en los manantiales del azar el elixir que la vida obsequia pues es el único maná que se recibirá. Voy sin miedo, sin esperanzas.
No hay más nirvana que el día que nos gasta ni mayor paraíso que los adioses recibidos.


jueves, 7 de noviembre de 2013

Enjambre.





Bebo un vaso de leche fría y mientras escribo, dejo que en el computador suene el cantautor canario que hace años me obnubiló con sus versos y hoy ni siquiera extraño en los días melancólicos. Sus canciones suenan como un murmullo inofensivo que no me toca, flotan en el aire y se mezclan con el aroma de la merienda de la vecina de la A-14, lo cual indica que ya son las siete y ella está viendo el noticiero del inicio de la noche. Lo sé por el reflejo azul que se filtra entre las tejas del patio. Nunca le sube el volumen al televisor, intuyo que se siente a gusto sólo con las imágenes.

Imagino sus pies descalzos sobre el sofá, la camiseta enorme cubriendo sus piernas dobladas, panties de algodón y estampado juvenil, no sostén, pezones duros, pelo recogido en cola sobre la coronilla, té helado sin azúcar, fuente de cerámica de donde saca trozos de focaccia y los mete en su boca con un tenedor para no engrasar la revista en la que lee el horóscopo.

Ella espera que suene en el teléfono la llamada diaria de mamá. Mira por la ventana las sombras que son árboles, postes, gente que pasa, la acera del frente, el cielo borrado. Entiende que la noche trae un pánico disimulado que se aprovecha de su osadía de vivir sola. Sabe que el vecino de la A-15 es un tipo silencioso que escucha una música rara y camina erguido mirando al frente sin hacer contacto con nadie. Imagina sus manos laboriosas sobre el teclado y supone que escribe el relato de su vida. Lo oye subir las gradas antes de la media noche y cepillarse los dientes en medio minuto, encender la radio en la emisora de música clásica y leer hasta que ella se queda dormida. El click final del interruptor de la lámpara de mesa de su vecino la invita a pegarse a la pared que une sus dormitorios. Agradece que los ronquidos del hombre de al lado le sirvan de compañía, mientras sus lentos suspiros originan el sueño en que la veo deslizarse en mi cama y abrazarme por la espalda sin intención de molestar. Siento su cuerpo blando adherirse a mi quietud, su piel y la mía mezcladas en una sola tibieza. Ambos nos quedamos tranquilos convencidos de que es apenas natural dormir juntos, porque sí, porque el ritual nocturno de los solitarios se completa con el gesto sencillo de una mirada temprano en la mañana, cuando él y ella se encuentran de frente al salir de casa rumbo al trabajo, y se miran sin hablar, sin prometer cercanía pero con la certeza de estar unidos por ser los habitantes de una misma colmena que viven en celdas contiguas.

domingo, 13 de octubre de 2013

Cada Día.



Bajo el peso de la melancolía
todo saber se hace inútil.
Los días se llenan de objetos,
de rituales huecos que nos vacían.
Ni siquiera somos maniquíes.
Pulpa perecedera.
Voz que interroga y vocifera.
Antiguo pánico irreductible.

Salgo a la ciudad
con mi atuendo de parsimonia.
Actúo la contemplación en movimiento.
Vuelvo a saturarme de imágenes
para distraer la tristeza
y llegar a la noche con material suficiente

para elaborar inventarios del deterioro.



viernes, 20 de septiembre de 2013

Claroscuro.




Todo en la vida tiene su ritmo.
Por supuesto
esto es invisible para los humanos.
Pero, aun así,
cierta fuerza interior,
cierta locura infrenable,
nos llevará hacia adelante,
hacia la alegría.
Pareciera que nos gusta el caos,
pero no es cierto.
La aventura en realidad busca
el balance entre lo oscuro y lo luminoso,
el ritmo exacto.
Al templar la rutina,
templamos el espíritu.
Así sea haciendo pastelillos.




 

jueves, 29 de agosto de 2013

Quimera.




Se oscurece la tarde. Es poco usual que una tarde de agosto se decida por el gris como atuendo para un domingo de rituales solitarios. Ya viene la lluvia. El viento toma la delantera para advertir que por la ventana ya no verás los árboles con la nitidez del verano sino a través de una cortina líquida y opaca que hace juego con tu gesto de bohemio rancio. Vino. Anteojos. Música del viejo mundo rejuvenecida con efectos de vanguardia superficial. Los colores del trópico sufren la dictadura del otoño. Prendes la lámpara de la mesa de trabajo para poder ver tus manos mientras desbaratas y rearmas, sin suerte, tus viejos poemas de puertos que nunca has visitado. Te gustaría estar junto al mar para oír el agua golpeando al agua.

Esta bitácora es una versión más del murmullo actual de los desolados. Lo sabes, eres miembro honorífico de la soledad. Nada importa, nada es real. Todo es pasajero. Los giros del tiempo son la certeza de que hay algo infinito que no le pertenece al hombre. Mañana el sol dirá que su imperio es eterno y te verás obligado a fingir un rostro juvenil de mancebo oriundo de la primavera cuando es evidente que eres un tipo aletargado por el peso de tus noches insípidas. Tu cuerpo empieza a lucir arqueado. En las líneas del entrecejo, las comisuras y los pliegues en el rabillo del ojo se nota que eres un cavernícola, pero sobretodo en tus pasos indecisos, en tu balbuceo. Imaginas el gesto de tu cara, mezcla de confusión e impotencia acentuada por las sombras prematuras y sonríes, te permites el sarcasmo con tu filosofía de medio pelo, ya conoces el abismo que te corresponde.

Persigues el espejismo de una mujer desnuda con la esperanza de que voltee y te invite a su vida pero te ves obligado a desviarte hacia el callejón que te lleva de regreso a tu hábitat de silencio pues, en su forma de ir, descubres que ella ya tiene un norte fijo donde la espera un amor de mejor diseño que el tuyo, un hombre de su talla. Tú eres sólo un monigote.




lunes, 29 de julio de 2013

Masa.



Pertenezco a los espacios públicos, a los tumultos de gente que acuden hipnotizados a los centros comerciales. Yo me visto de invisible y me ubico en una mesa al margen de las rutas más concurridas. Estoy allí como un espécimen distinto. Soy opaco. No miro a nadie a los ojos. Mas que mi visión uso mi intuición para percatarme de los rasgos de quienes me rodean o me esquivan para continuar su rumbo. Los voy encajando en los escasos estereotipos que he elaborado para deshacerme de ellos.



jueves, 4 de julio de 2013

La Vital Ausencia.





Lo supo de repente. En el instante en que la música se detuvo y levantó la cabeza para buscar a su mujer y no la encontró, descubrió su nueva soledad. La descubrió como un hallazgo real, contundente. Siempre supo que la soledad estaba allí, pegada a su piel, espolvoreada en su aire, leal. Pero se había sentido tan cómodo durante tanto tiempo decorando esa soledad inofensiva con evasivas alegres que se sentía a salvo de su zarpazo. Y allí estaba ahora, la soledad reina. Descomunal y silenciosa, nítida e ineludible. Supo que le hacía falta su hembra. Esa chiqulilla negra desteñida que lo colmaba de contradicciones e intenciones secretas y lo hacía languidecer de antojo nocturno. Sirvió otra copa de vino, reinició la música y se resbaló en el sillón con los ojos cerrados a recordar tramo a tramo el cuerpo desnudo de quien ahora protagonizaba el ritmo de sus taquicardias. Sonrió. Supo que su caída era un triunfo. No hay mejor obsequio en la vida que las sacudidas del amor. Brindó por los besos blandos y los gestos de gozo, la calurosa batalla y la risotada exacta, todo manjar improvisado para sostener la escena, el unánime desvanecimiento a dúo, el poroso sosiego de ser acogido por otro, el agridulce espejismo de la felicidad. Brindó por su mujer y lloró un poco.


viernes, 21 de junio de 2013

Allí.




El acertijo en que te amo
lo resuelve tu piel
sitio narcótico,
pasajera certeza del delirio,
nido sin púas.

Tu sonrisa que es mi jaula
me engaña con dulzura.

La apuesta por la música
eres tú
y la lluvia.

Me derrumbas
caigo
vuelvo a nacer.


domingo, 9 de junio de 2013

Bitácora Gris.




¿De dónde viene este día liviano? Su decorado es el usual: un soplo de neblina que se deshace, el gris opaco de la escenografía formada por el cielo y el pavimento, la calle como un tobogán por donde se desliza el bus, un frío matutino entre adversario y aliado con la intensidad justa para mantenerme en vilo sin incomodarme, y mi gesto de hombre que mira. 

Carros, personas, edificaciones, árboles, luz, sonido, olores, texturas, pálpitos, ensoñaciones; todo ocurriendo al unísono para mostrar que la existencia es un caos organizado, que el cruce de hilos invisibles que sostiene la vida sigue el diseño programado, que incluso el azar hace parte del programa, y su función es aliñar el misterio del hombre, fomentar el sinsentido, avivar la incertidumbre.



miércoles, 29 de mayo de 2013

Cautivo.





Cómo explicarte que en lugar de llenarme me estás vaciando, los asaltos de pánico se intensifican, los músculos de mi cara se ponen rígidos y no logro sonreír, exhibo el gesto lúgubre de un hombre desorientado, sin piso, y los leves movimientos que alcanzo a coordinar apuntan más a la quietud que al avance. Soy un monigote.

Amarte es habitar el vértigo sin posibilidad de vislumbrar el sosiego, el triunfo de haberte poseído es el fracaso de no poder asir tu aura volátil, ajena, impredecible. No eres un acertijo, tampoco un prisma, menos una línea recta. Eres materia arrogante, estruendo de otoño, condescendencia sin instrucciones, agua filosa.

Cómo aprender a llorarte a tiempo, hoy que ya anticipo el futuro en ruinas gracias a premoniciones aprendidas en el pasado, rutas deambuladas con similar embriaguez, certeza de manos vacías para siempre, pasajero deleite de una piel salvaje y olorosa, mujer asfixia abalanzada sobre mis versos, mis pobres huesos de falso monje estoico, mi oscura voracidad de hombre antiguo obsesionado con quitarte el eje de tus sueños y plantar en su lugar mi brújula de silicio, meter en tu cabeza estrambótica mi timón secular, eslabones de sangre y aire que te obliguen a palpitar y suspirar al ritmo de mis ansiedades cavernícolas, darte mi cruz, atreverme a maldecirte a todo pulmón, abandonar sin pesadumbre mi guarida, mis palabras, ya no ser.


domingo, 19 de mayo de 2013

Tiempo 2.





Surge curiosidad por el tiempo que acelera en irse, casi pánico. Esa sustancia que parecía cocer la vida a fuego lento ahora se siente como un congelamiento apresurado, dictador. Amar el otoño es entregarse a habitar voluntariamente en el umbral del invierno, haber renunciado a la luz tibia del verano. El otoño es la primavera marchita, antesala del frío decorada con el barniz de la nostalgia.
Yo le digo a mi corazón que se lo tome con calma. Entonces, él reduce el número de latidos con los que me dicta versos. Adopto la cadencia de un ballet en cámara lenta y me inclino a recoger las palabras que cada día caen de mi testa. Vivo tan saturado de mi propia voz que el desbordamiento de mis ideas ha inundado la casa con el cascajo de mis mutaciones. Recojo residuos de mis viejas pieles para leer en ellos los hombres que he sido. Hago mi atuendo de invierno, sonrío enconchado en la soberbia de fabricar mis propias instrucciones de uso. Imposible aislarme de mí mismo. El tiempo me cuece, yo pongo el adobo. Escojo las finas hierbas, los juegos cromáticos de los atardeceres, el canturreo de la lluvia, la gaza de viento lleno de basuritas del campo, los espléndidos desvaríos del trópico, la sonrisa de Mariana Carbonell, los aromas agridulces de su piel acalorada, los innumerables recuerdos de los rostros amados, ritmos, fotografías, aparatos, todo el arte y la ciencia del hombre combinados en el humus que nutre mis pies, compota que endulza mi sangre, cosmético de mis plumas, aceite de mis cicatrices, licor de los agasajos con que celebro mi fecha de vencimiento y desatiendo las miserias obligatorias de la vida.


lunes, 13 de mayo de 2013

Viaje.






La ciudad amaneció más amenazante de lo usual. Está más vacía, hay más silencio. La gente en la calle no avanza, está detenida. No va a ningún sitio, tampoco espera. Una neblina inusual para esta época los difumina, los hace flotar como fantasmas.
El frío impone su yugo invisible, confirma que estamos indefensos. Un leve pánico imperceptible nos conecta. Un rugido sordo habla a lo lejos y su eco nos cobija con una honda magnética.
Desde el bus rumbo al trabajo, veo la ciudad como una nave en la que viajo hacia lo desconocido. Entonces recuerdo que el planeta, y todo lo que existe, flota en la oscuridad gaseosa del universo, en la nada.


domingo, 5 de mayo de 2013

Calor.





Líquido de tres sabores combinados en uno. Café espeso, leche diminuta, azúcar desgranada. Mezclo a temperatura semi ardiente. Bebo a tragos gruesos. Sudo. Ya es la noche pero el clima arde. Vainas del trópico, me explico. El aire está completamente quieto. Yo repito el fallido ejercicio de no pensar. Vuelvo a usar el curtido gesto de parecer embalsamado y me quedo mirando los objetos que tengo arrumados sobre la mesa de escribir. Perfecto altar de la decadencia. Mi piel brilla, es el sudor que pone su rocío salado al servicio del sauna natural de la habitación. Disfruto de la humedad que se ha adueñado de mi franela de algodón. Hueles a hombre, me dice Mariana, y arrastra su nariz por mi cuello mojado. No le presto mucha atención pero le sonrió un poco. Me concentro en invocar la lluvia. Funciona. Gotas gordas y calientes caen a destiempo sobre el tejado. La síncopa de agua enmudece cualquier otro sonido que hubiese. De pronto me imagino muchas matas de plátano de hojas muy anchas reproduciendo el eco sordo del aguacero. Llega el viento. Decido cambiar el café por vino tinto. Como uno más de mis actos reflejos, ya he puesto a sonar el álbum de Rythm and Blues a bajo volumen. El calor aumenta. Ahora la humedad resalta los pezones de Mariana bajo su blusa de gaza. Ese relieve no puedo desatenderlo. La certeza de que todo acto de amor es absurdo y que la indiferencia es el único antídoto infalible contra la ley de Murphy, me permiten dejar de lado la ironía y entregarme a la contemplación indefinida del deterioro del mundo. Por suerte aún soy un asalariado de buen desempeño y eso me protege de muchos de los quebrantos modernos, en especial de la locura inoficiosa.  


martes, 30 de abril de 2013

Bitácoras de Arlequín


Rincón imantado



Lo único que me queda es la soberbia, escudo contra todo poder que me arrincona. Siempre ando vencido. La búsqueda del equilibrio ha sido infructuosa. Ningún acto me hará puro. Ningún sentir. Sólo la turbulencia interior mantiene su ritmo, su convulsión. Yo soy un pelele de la indiferencia. Ningún misterio de la vida me resulta digno de esclarecimiento. El tiempo me va sazonando. No podría haber aliado más fiel.


domingo, 21 de abril de 2013

Bitácoras del Monje Mundano 1

Cubos de Ciudad


Soy un obrero. Gasto mis días en el blando fluir de acciones programadas. Cruzo las rutas diseñadas para avanzar desde mi refugio hasta la Plaza de los Solitarios. Voy en silencio. De ser posible intercambio miradas con otros, les añado una sonrisa pequeña. De las mujeres bonitas guardo su figura. La efímera promesa de que su piel me otorgaría la felicidad. De los hombres de clase baja  recibo su desencanto, sus ganas de matar.

Trabajo sin emoción pero sin pereza. Me digo que poco a poco la vida nos va condensando en el ser que debemos ser, uno que se deshace de lo que le sobra, afina el diseño, deja la pulpa con que existe, aunque no siempre sea la correcta. Alcanzado ese punto de gestación, empezamos a añejarnos, a  descomponernos. Es tan lento el deterioro que tarde percibimos el olor a podrido.
¿Cómo reconocer, a tiempo y con nitidez, nuestro exacto y mínimo lugar en el mundo?


domingo, 7 de abril de 2013

Mujeres Bellas

Mariana Carbonel



Las mujeres hermosas me producen este pánico ancestral que me deja paralizado ante la gestación de un misterio. Ellas tienen tal dominio del escenario que no queda espacio para intromisión alguna. Me espanta el hermetismo que en su rostro repele todo intercambio visceral. Su mirada esquiva me arrastra por espejismos de aturdimiento y hambre. Quedo desorientado y desnudo. Sus miradas fundan la nostalgia. No hay embeleso más contundente que la cadencia de su andar o las poses fluidas en que estacionan su cuerpo mientras están ahí, emanando cataclismos de pasión. Sus aromas son neblina para toda sabiduría. Miro sus bocas, la delgadez de sus manos, el abdomen de maja medieval, el cabello irreverente y sensual que se niega a mis manos…

Me imagino habitando sus noches y sucumbo.  




sábado, 23 de marzo de 2013

Secuencia del Arlequín 1


Hacia el otro lado


Esta fragilidad en que habito me imparte lecciones de prudencia. Reconozco que la ira es uno de sus rostros. El descontrol, su núcleo. Quizás el antídoto para tanta blandura sea aceptar mi rol de arlequín y acostumbrarme al escenario que la vida me impone. Fuera de esta realidad no hay paraíso.

Soy una máquina sensible cuya vida útil tiene una fecha impostergable.

Sabiendo que el futuro es La Nada, adopto la doble misión de ser -en los días que gasto- mesías y verdugo de las palabras con que levanto estas paradojas.



martes, 5 de marzo de 2013

Escenario.


Por ahí...



Miro a mi alrededor. Irremediablemente sé que voy a quedar atrapado en las figuras que veo. Todo me resulta una escenografía levantada con la intención de estimular mi imaginación. Cada imagen me narra una historia completa. Varias historias se mezclan para consumar una película mental única.
Me concentro en los rostros, ademanes y giros corporales. Los rasgos y los gestos condensan la mayor cantidad de información. Las líneas de las bocas hablan de silencios espesos adoptados después de largas conversaciones sobre el rodar de la vida y los anhelos apabullados.
Las miradas, aunque suelen intentar ser insondables, en la superficie muestran ansiedad de saber lo que la existencia depara y el porqué de lo sucedido.
Sólo observo a las personas que están solas y en silencio, entregadas a sus pensamientos y recuerdos. En esa labor individual cada cual se desconecta del exterior y se adentra en sí mismo. Lo que dejan traslucir suele dar cuenta de su caminata interior, de su trastabillar.
Las poses de los cuerpos varían desde cadencias sensuales, cómodo desmadejamiento, actitud de espera, derrota, inquietud, ganas de saltar sobre alguna presa o enemigo, anuncio de llanto por llegar, muerte en vida.
Miro a mi alrededor y veo mi existencia insípida reflejada en los que avanzan junto a mi rumbo a la nada.



domingo, 24 de febrero de 2013

Digo...



 

He dicho a Mariana tantas veces que soy un tipo excéntrico que he terminado creyéndolo. Quizás también debería confesarle que tengo las pelotas escaldadas por el calor de fin de año.
Hoy quedé atrapado en el cuarto de huéspedes mientras jugaba al inquilino extranjero. Fue necesario destruir la chapa para poder salir.
Llené las cubetas de hielo con vino tinto. A mitad de la tarde serví un vaso de vino a temperatura ambiente. El calor derretía la madera. Puse cubos congelados en mi copa: vino tibio enfriado con vino glacial. Ven que sí soy excéntrico.
En las noches soy asaltado en los tobillos por zancudos amazónicos. Ando desnudo pero uso largas medias de hilo de jugar fútbol.
Hace años decidí no citar a nadie en la redacción de mis pensamientos. Pero en mi cabeza, en los recuerdos que acumulo y revivo, muchas voces dictan las frases con que armo estas bitácoras.
Somos varios los que hablamos por turnos en esta carrera de relevos. Nos pasamos la posta, vestimos el uniforme, pertenecemos a la misma generación, corremos desbocados y sin norte.
Toda mi suerte se condensa en Mariana Carbonell. Esta jovencita diminuta, inestable, impredecible, que jura amarme indefinidamente al tiempo que planea escurrirse por la puerta lateral cuando yo voltee a mirar a esa otra hembra que pasa con ojeras de monja ninfómana rumbo a su empleo en un almacén de extremidades ortopédicas. (En realidad mi mujer anda en busca de un Cromañón que le sacie la entrepierna. Habla dormida).
Limpio las gotas de sudor de mi frente y quedo suspendido sin saber qué decir. No es fácil sostener esta lógica incongruente antes de sapotear temas de reflexión para decidirse a seguir una línea de confesión honesta.
Organizar las perversiones en una narración inodora exige haber evolucionado hasta alcanzar el estado excelso de profeta galáctico más astuto que cualquier mesías inventado hasta el momento.

Mierda. Perdí mi turno.



domingo, 17 de febrero de 2013

Idea.


6:45 a.m.

He decidido que al hablar, sobre todo cuando discuta, lo que diga sea expresado de manera explícita y directa. No usaré la ironía, el sarcasmo ni el doble sentido, no habrá adornos ni reverberaciones, no estallarán ecos pero sí se asentará el énfasis.
Las palabras serán escogidas, se confirmará su sentido adecuado para el contexto y se presentarán sin titubeos. No sonarán susurros ni berridos. Se ejercerá la vehemencia sin emoción desbordada, el mensaje será solidario sólo con la verdad, no permitiré la formación de fisuras, ni daré pie a evasivas.
No tomaré atajos ni extenderé la ruta. No usaré metáforas ni oraciones largas.
Mi rostro lucirá inexpresivo pero no plano, los gestos surgirán sutiles, nunca en forma de muecas. Los ademanes flotarán pausados, jamás en aspavientos.
El tiempo del discurso durará lo justo para no causar rechazo ni resentimientos.

Todo esto haré al hablar conmigo mismo sobre la existencia y el mundo.

 

 

domingo, 10 de febrero de 2013

Objetos.



Objetos



Siempre soy otro a esta hora de la mañana  en que leo mi libro mientras vigilo el paso del tiempo en mi reloj de pulsera. Sin otro oficio que respirar, adopto una pose cómoda y me empeño en ser una estatua tibia que palpita poco. En vano espero que un evento nuevo trunque el paso sincronizado del día. Todo transcurre idéntico a sí mismo en este bodegón tridimensional que es mi vida: una taza de café, un trozo de pan, mis anteojos, y un cúmulo de conclusiones inoficiosas sobre lo que significa existir cuando el itinerario de la juventud empieza a agotarse y sólo me queda el recurso estéril de escribir estos balbuceos para no olvidar que sigo vivo y que a las 8:00 a.m. comienza mi turno en la oficina.


jueves, 31 de enero de 2013

Sucede...

Trópico interior


No es cierto que tenga un manual
para mantener todas las piezas amarradas.
Reconozco los desajustes
del ser en que deambulo.
Soy armatoste y engendro.
Disoluto ente sofisticado y voraz,
cordial vecino que saluda con una sonrisa
lánguido escolar del disimulo
depredador de piernas mal cruzadas
leyenda de los chicos del barrio
El Ogro de Mangalú
burdo orfebre de parábolas oxidadas
blasfemo.
             
No es cierto que el amor me haga mejor.
Aún veo rostros burlándose
cada vez que muestro mi corazón prótesis.


martes, 22 de enero de 2013

Reto.

¿Vendrás?



Y si el llanto, cobarde, 
frena antes de llegar, 
retrocede, espera, se pasma,
se asocia con la tensión de la nuca,
le cede su puesto a una mueca insípida,
renuncia a la encomienda 
de limpiar el muladar de la memoria?

Y si la fatiga
en lugar de asestar su somnífero
para forzar el reposo,
se confabula con el delirio
de esperar la llegada de la luna,
y patrocina este trance viscoso
de versos, vino, acordes,
mujeres desnudas 
apelmazadas en un álbum,
maldiciones agridulces
en nombre de amoríos mongólicos,
itinerarios concebidos para atrapar al tiempo
y no aceptar 
que el lugar ocupado en el mundo 
es un espejismo petrificado,
un garito de podredumbre gradual?

Y si en la resaca 
descubres que la vida te otorgó 
otro día más -no para tu beneficio-
si no para alargar el eco de la burla,
¿podrás permanecer impávido
ante esa evidencia,
ser un muro en medio del desierto,
la lluvia no recogida,
escombros,
césped seco al lado del camino?

¿Tienes el temple para aceptar la nada
que se esconde en las grietas de cada día?


jueves, 17 de enero de 2013

Secuencia Deshilvanada 1

En aquel puerto...



Los últimos sucesos me obligan a hacer una pausa. Descubro que la quietud es mi nuevo centro de poder. Hablo de la quietud del cuerpo, una quietud firme aunque blanda.
Adopto una posición cómoda y me dejo ir en el tiempo sin afanes ni plazos. Sigo adherido al mundo a través de mis ojos. Miro la escenografía que me rodea, todo parece dolorido e inerme, amarrado a una secuencia que apunta al caos.
Mi mente se resiste a trabajar a marcha forzada. La pausa que adopto facilita mi labor de espectador sobre los sucesos en que fui protagonista. Intento enseñarle a mis ojos a mirar para adentro, a buscar qué tanto del mundo me ha calado, qué angelical engendro se ha incubado dentro de mi espíritu; y así,  con mejor pulso, planear el castigo exacto o una nueva misión.




domingo, 6 de enero de 2013

Boca Cerrada.






Cuando estás solo se activa un tipo de silencio dentro de ti que no es fácil reconocer, sobre todo porque a cada instante la voz con que tu mente hace presencia está hablando de los recuerdos y las fantasías que has elegido para acompañar ese silencio, esa soledad.
Sales al día, te incrustas en el mundo, te incorporas a la calle. Tu silencio se llena de ruidos, voces de tantas personas que hormiguean cerca, máquinas que han cobrado vida por efecto del combustible y la electricidad, efectos de la naturaleza que ruedan por la ciudad soltando susurros de viento o agua, crujidos de calor.
Descubres que lo llamado silencio es la quietud de tu boca. Las palabras que vas escribiendo mientras viajas en el bus materializan el dictado de tu mente ociosa. Te agrada ese estado intermedio entre reflexión y trance, ese amodorramiento activo que aporta variaciones a tu viejo soliloquio. Sonríes. Caes en la cuenta de que la soledad es un atuendo confeccionado con piezas intercambiables. En cada jornada combinas gestos y verborrea para hacerte notorio, incluso cuando juegas a parecer un ente invisible o un zombie decorativo.
El silencio es, en últimas, la máscara que usas para enrostrarle al mundo tu indiferencia, tu idiosincrasia de monje mundano, tu blando odio añejado.