martes, 29 de noviembre de 2011

Ante Mis Ojos.

De mi libro: "La Sombra Dividida"



EN LA MESA CONTIGUA

Tal vez la rubia de anteojos a mi lado
conozca un amor de pieles
y enrede en su lecho
aromas
lunas
trinos.

Tiene el torso erguido
y el cabello templado.
Hay blancura en sus ademanes.

Quisiera su mirada
pero es tan espeso el aire
que toda ella sucumbe en esa gelatina invisible.

Sus labios me apuntan como frutas coloradas.
(Un gato se pasea sigiloso bajo la mesa.)

Mi corazón habita en un iglú.
Quizá la rubia de hombros firmes sea hija del sol,
tal vez si me acerco un poco
su calor deshiele el llanto de mi rostro.



LA MULATA DE ALLÁ

Ella pasa
—libélula sobre un estanque—
y se sienta frente a mí.

Sus labios,
extendidas alas
de gaviotas.
Su piel,
chubasco de canela.

El vello oscuro de sus muslos
me ordena navegar en la tormenta.

De pronto levanta los ojos y me halla.
Su mirada calcula la distancia
donde se encuentra mi corazón
y me anuncia, con una sonrisa,
que acaba de soltar la flecha.



1990.

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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Escenario.

"Mesa De Al Lado".


No desviaré la mirada,
mi rostro estará quieto,
no querré decir nada con mi boca
ni mis cejas.

La postura de mi cuerpo será acrílica
pero mis ojos avanzarán
siguiendo el contoneo de las caderas,
el saltito sincopado de los senos
en sus canasticas de tela.

La osadía de mi vista se posará
sobre las redondeces destapadas
o atravesará fibras para adivinar
ranuras, penumbras, abultamientos…

Mis ojos registrarán
cada diva que pase cerca a mi mesa.
Todo pasillo será una pasarela.

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viernes, 18 de noviembre de 2011

La Señora.

"Mesa De Al Lado".


Mitad del invierno, mañana gris.
El aguacero mantiene su ritmo templado.
El asfalto brilla picoteado por las gotas,
el agua se mueve
en un hormigueo que salpica a los peatones.
Allá veo venir a la Señora Sexy,
paraguas en mano, pelo rizado humedecido.
El frío no afecta la cadencia de sus caderas.
Pasa junto a mí,
la saludo con una sonrisa.
Calza sandalias, viste ropas del trópico,
sus pies mojados lucen de color gris pardo.
Ya de espaldas, ganando distancia,
miro sus nalgas de poca elevación,
suaves brinquitos me dicen que son blandas,
agradables a la caricia.
Imagino su pubis limpio azulado tibio.
Desaparece la Señora Sexy.
Me quedo oyendo la lluvia,
dejo que el frío entre en mí sin reservas.

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martes, 15 de noviembre de 2011

Impar.

De: "La Mesa De Al Lado".


Estoy en la mesa del rincón.
Bebo mi café en silencio
y rememoro a la diva que partió hace un rato.
Tenía el semblante de alguien
que calcula los giros de la pasión.
Llegado el momento
podría arrancarte el hígado de un zarpazo
o con una caricia entre sonrisas
o con un gesto distraído.
Quizás también podría
obsequiarte el fuego, el vértigo,
la prueba del amor alcanzado,
la certeza innegable de que sufrir
vale la pena.

En fin,
era una hembra sin igual.

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viernes, 11 de noviembre de 2011

De Entrada Por Salida.

De la serie: "En La Mesa De Al Lado".


La mujer aparece,
sale de una esquina inerte,
le da vida a la avenida.
Detiene la motocicleta frente a la panadería.
Se apea. Pasa frente a mí sin verme.
Yo observo sus pantalones ceñidos.
Sobre la tela se resalta el encaje de sus bragas.
Me fijo en el diseño,
una franja que sólo cubre la mitad de las nalgas.
Camina de prisa, entra,
recoge el pedido en una bosa de papel,
sale, monta, se aleja.
Yo me quedo con el recuerdo de su andar.
La curva inferior que delinea sus nalgas
y sostiene la redondez
debe trazar una raya sobre la piel.
Me pregunto si recuerdo su rostro
y me digo que sí.
De hecho resulta ser el dato más indeleble.
Pálido, limpio de maquillaje,
con pecas grandes y descoloridas,
la nariz recta y los labios delgados.
Sus ojos, muy oscuros, no tenían brillo.
Las pestañas, cortas y curvas,
le daban un aire infantil.
Todo el gesto del rostro
indicaba fuerza, huidas rápidas.

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martes, 8 de noviembre de 2011

De Mi Barrio.

Serie: "En La Mesa De Al Lado".


Estas dos mujeres visten
el uniforme de las aseadoras del Banco.
Vienen de los barrios del fondo,
los que muerden el horizonte,
donde la inundación
vuelve el paisaje una sopa de inmundicia.
Son cuarentonas,
siamesas de un destino de piezas incompletas.
Una trae un plato con arepas,
la otra pocillos de café.
Ríen.
Conversan en decibeles mayores asuntos del hogar
y en susurros polvorosos chismes de la oficina.
Maquillaje espeso, de colorinches.
Moña alta tinturada. Perfume clonado.
Manos gruesas, venas henchidas, uñas decoradas.
De baja estatura, abdomen procreado,
caderas salvajes, senos generosos.
Tienen esta alegría en sus ojos
que triunfa sobre el rictus sufrido de sus labios.
(¿Qué tipo de hombres habrá en sus vidas?)
No hay en ellas semblante de derrota.
Miran el reloj y parten.
Se reducen al alejarse,
se agigantan en mi recuerdo.

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jueves, 3 de noviembre de 2011

Punto de Encuentro

De La Mesa De Al Lado



Tiene la belleza de un afiche
publicitario de los 60’s.
La simetría en la composición del rostro
es la antítesis del cubismo.
Habla con una voz de tonos medios,
sin baches ni sobresaltos.
Mira con la agudeza medida
de quien no quiere incomodar.
Come su desayuno sin avidez pero con deleite.
Los gestos de sus manos insinúan
ternura en los quehaceres,
tino en la oscuridad.
Sonríe. Ha sufrido poco.
No acumula nostalgias.
Sabe que es temerosa. Camina con cautela.
No desatiende la vida que la rodea.
Quizás el cabello luce un tanto antiguo.
Su estilo global no es la pasarela
sino la penumbra clara, la luz de poco brillo.
Me mira,
ve que escribo y me obsequia un gesto de promesa.
Se marcha.
Ambos quedamos grabados
en el holograma efímero de un poema.

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