domingo, 30 de marzo de 2014

Well Done.



He tenido la suerte de pasar varios días solo en casa. Desconectado del trabajo, del estudio y de las personas con quienes me armo la vida. Me dediqué a organizar cada uno de los cuartos y sus enseres. Cada closet, cada mueble, todo montón de libros, papeles en desuso, ropa vieja, objetos útiles para la memoria y basuras del ánimo. Mientras limpiaba, oía la música favorita coleccionada por años. Me sorprendí moviéndome muy despacio y haciendo buenas pausas. Tomaba café y comía galleticas de maíz. Cuando llegaba la noche, tomaba una ducha larga y espumosa y me metía en la cama a leer en silencio. Pasaron seis días en esta rutina entre sencilla y retadora. Al final de cada día me encontraba calmado, con el cuerpo rendido pero sin ansiedad. Sentía la casa limpia, la mente en reposo, la respiración tranquila. El espíritu regocijado. Concluí que ese era el estado de paz que deseaba mantener. Generaba buenas ideas, planes a seguir. Las viejas rencillas con mi forma de ser habían cesado. Me dio por pensar en el crecimiento espiritual. Y la acostumbrada molienda con las palabras me llevó de un lado para otro. Crecer es aumentar de tamaño e importancia. Espíritu es la parte inmaterial del ser humano por la que es posible pensar, sentir, actuar. El crecimiento espiritual es, pues, sentir y pensar mejor para reducir la angustia de existir. En las noches livianas a las que me he referido, lo que traía el sosiego era las actividades de organización realizadas. Recordé que en los momentos que he padecido insomnio esto ha ocurrido porque no había terminado alguna tarea necesaria o porque había cometido algún error que había podido evitar si hubiese estado más atento o hubiese sido más diligente. Hacer las tareas trae la calma, origina un crecimiento espiritual real.
Admito que es común realizar búsqueda espirituales por fuera de uno, en el exterior, y supongo que esa forma de andar alcanza su mejor efecto cuando lo devuelve hacia uno mismo, hacia su interior. Ocurre, entonces, que uno descubre que lo buscado lejos estaba cerca. Allí en la rutina, en la cotidianidad sostenida con las tareas hechas con honestidad y a conciencia. Sé de la inmediata e impostergable tendencia de las personas a justificar sus descuidos y pereza, y a posponer o desconocer sus deberes. Lo acepto, nadie es infalible. No se trata de actuar la perfección tampoco. Eso no existe. Hablo de intentar hacer la tarea que corresponde con honestidad y conciencia. Claro, en el camino se desfallece, y en ocasiones se fracasa. Se hace necesario rediseñar la tarea, encontrar ayuda, trabajar en equipo, sin olvidar que La Tarea individual, la propia, la de existir mejor, es intransferible. El crecimiento espiritual propio depende de la realización de esa tarea. No cumplirla genera malestar, culpa, vacío. Y en medio de esa confusión en muy factible volver a perderse allá afuera, sin crecer ni evolucionar realmente. Bueno, quizás algunos espíritus fueron diseñados para ser enanos y así viven.

martes, 4 de marzo de 2014

Pictograma.





Pictograma
 
Hubo una época en que me amabas
o creías amarme
o querías amarme
y lo intentabas,
lo intentaste.
Una época en que pensabas que el sacrificio
debía ser más grande que el placer.
Callabas, llorabas, esperabas.
Quizás un grito a tiempo
hubiese sido más oportuno
que el paulatino, invisible,
desvancecimiento
con que te fuiste de mis días.
En las noches fuiste amante en pena,
víctima de una historia sin voz.
De pronto apareció ante ti
un camino con demasiadas puertas,
luces y colores no intuidos
llegaron a invitarte.
Otros ruidos hicieron eco con el rumor
de tu sueños.
Aún andas por allá,
pensativa y risueña,
danzando en los velos de tus espejismos,
totalmente intangible.
Feliz, dices.