jueves, 29 de septiembre de 2011

Espejismos 5




Esta es la característica que más me dibuja, no soy un plebeyo, no logro pasar por los eventos siendo una brizna que el viento lleva, traigo mi propio peso, lo he traído siempre, me lo ha otorgado la vida. Los eventos me comunican algún mensaje profundo, puedo ver que en cada movimiento de la vida el destino se está labrando así mismo, va siguiendo el itinerario que inventa y renueva sin pausa, sin fatiga. Yo no estoy aquí como testigo de lo que se mueve o está quieto. Mi cabeza se conecta con todo, incluso a través del tiempo. Los sucesos del pasado se mantienen actuales, tienen una voz clara que hace presencia con sus conclusiones y propuestas, imponen una bitácora indeleble que se hace oír por encima del estruendo que llega.

Todo me impacta, nada me impacta. Los elementos en que subsisto me prometen vainas que no sé cumplirán.








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lunes, 26 de septiembre de 2011

Espejismos 4.

Aquí nazco yo o evoluciono. Me desentiendo de la semilla que me dio origen y tampoco presto atención al fruto que la vida hace de mí. El tiempo es el amo al que no se le debe pleitesía. Las ideas deciden el límite de su expansión o el punto en que su podredumbre se vuelve excelsa.
Mis manos fueron creadas sólo para maniobrar estos símbolos que levantan la imagen desnuda de mi rostro. Y en la elaboración, el ripio sobrante que cae a mis pies es el abono que nutre los líquenes que van poblando mi cuerpo.
Entiendo que soy una estatua que se auto diseña. Mi carne es un producto de tercera, la estructura interior no cumple con los preceptos de un ensamblaje de alcurnia, sólo alcanza para sostenerme pero no para dar origen al desplazamiento.
Soy un engendro. Descubro que un vitral se ha adueñado de mis ojos. ¿O es un rompecabezas?

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jueves, 22 de septiembre de 2011

Espejismos 3.



Quisiera hablar, decir todo lo que va pasando por mi mente, básicamente recuerdos, aunque debería decir que lo pensado son ideas que invento como recuerdos. Incluso había concluido que hablaba con un personaje inventado para interactuar en mis diálogos pero ahora sé que es conmigo el soliloquio. El personaje soy yo.
Mi voz funciona como un narrador que hace varios oficios al mismo tiempo. Guía, confronta, corrige, desecha, deja pasar de largo, devela, archiva, pero nunca me atropella, nunca excede mis posibilidades de asimilación. Por lo demás las ilustraciones que uso para contar hallazgos son divertidas, tienen descripciones vivaces, el fraseo es coherente y el decorado sutil. Todos los temas giran cerca al mismo eje, la búsqueda de un nivel de entendimiento que me permita alcanzar la templanza necesaria para aceptar que existir es inútil.

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martes, 20 de septiembre de 2011

Espejismos 2.

He empezado a conversar en mi cabeza con una voz que de tanto entrenarse para ser literaria se ha convertido en la única voz que tengo. En el fondo pienso que todo lo que escribo son cartas para contarle al que me quiera oír como es que veo al mundo, como es que me siento a toda hora, como interpreto la vida. Hablo para quien me quiera escuchar, usualmente me quedo solo. Redacto Soliloquios para inventar un camino. No es nada fácil construir un hombre, menos uno que delire literariamente bien. Estudio, me zambullo entre libros y fotografías, me sumerjo en canciones y sinfonías, buceo en la torpeza de los humanos, colecciono gestos de grandeza hallados en la cotidianidad de todos. Mi mirada termina siendo una amalgama de trozos de vida recogidos en toda coordenada, un vitral del trópico que se balancea entre brillo y opacidad e invita a que me vean por dentro. Quiero volcar fuera lo que soy, lo que me ocurre. El arte es una excusa para existir en público, para completar afuera lo que es imposible llenar adentro.

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viernes, 16 de septiembre de 2011

Espejismos 1.

Todos los días se levanta una nueva versión de la realidad. Lo que mis ojos abarcan del mundo es un reducido conjunto de objetos estáticos o en movimiento. Yo interpreto en ellos un mensaje distinto según la luz del clima y los sonidos que producen. También mi punto de observación aporta datos sobre el plano de la realidad que describo. Creo que la perspectiva viene de adentro y proyecta sobre los espacios una teoría que evoluciona en una secuencia de sucesos emocionales.
Es necesario no dejar que todos los elementos que conforman una porción de la realidad se mezclen en una masa sin forma donde no se puedan distinguir unos de otros. El triunfo de la lucidez se da si a la par se perciben las partes y el todo, y las conexiones entre ellos.
Percibir las variaciones ocurridas en cada realidad al pasar el tiempo es un triunfo fortuito que sólo se da en algunos elegidos. El poeta no es uno de ellos, el filósofo tampoco.

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lunes, 12 de septiembre de 2011

3.1

El motor del computador zumba sin interrupciones, el sonido templado que suelta se impone sobre la salsa que suena cerca en la casa vecina. Flota en el aire un sentimiento de frustración continua. La patria aún no alcanza a ser héroe de fútbol.

Yo ando en un trance extraño desde hace varios días. Tengo muy claro que amo a mi mujer. Sí, a mi mujer chiquita, a la que huele a comino tostado, la que desfila al caminar, la que tiene una forma magistral de elaborar el silencio, la que me atonta con su risa.
Amo a esa mujercita sensual y temeraria, llorona y agradecida, salvajemente mansa. Gourmet sin fronteras.

Su noción certera de la estética abarca todo tiempo, todo espacio, y es tan sutil como perfume fino.

Hay una sabiduría temprana en ella que quiero absorber. Es acertada para guardar silencio, para dar un paso al costado, para no ir de frente en ninguna batalla. Es zen. Nada importa, todo importa. Tiene el don de ejercer el olvido a voluntad, y aunque no sabe cómo desaprender sus temores, es impecable siguiendo instrucciones.

Mi mujer, maciza y trozudita, tiene el cuerpo hermoso que encaja en el mío en un abrazo que detiene el vértigo de estar vivos, de no saber qué viene.

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jueves, 8 de septiembre de 2011

Filigrana 3.

Me miro los ojos, me miro mirándome los ojos, y descubro que mi mirada es un espejo sin fondo. Una mujer está abrazada a mi cintura y yo miro a la pared de enfrente, en su pintura opaca encuentro mi reflejo, y sobre mi rostro un par de ojos perdidos en un horizonte desteñido.
Fui programado para sentir más despacio en las tardes de domingo. Mi cabeza está fría, mis manos quietas. Las palabras con que redacto esta parsimonia en realidad no dan cuenta de lo que siento.
Tal vez quiero decir que cuando el amor desocupó mi cuerpo se llevó mi sangre y a cambio me dejó un fluido sin temperatura.
Entiendo que toda emoción es pasajera aunque su recuerdo sea indeleble.
Mis ojos son el agujero por donde escapan las imágenes del recuerdo, y a la par, el embudo por donde recibo al mundo que viene a saturarme con su mansa podredumbre de absurdos hermosos.
Miro a la mujer que me mira y sé que su abrazo me pone sobre tierra firme aunque no me quita el vértigo.

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martes, 6 de septiembre de 2011

Cotidiana 7.





Dime algo, nómbrame de nuevo, inventa que soy ese hombre que has buscado, el que necesitas, el que te hace sentir cómoda dentro del silencio y que si sueltas la voz se pone atento como si con tus palabras lo alimentaras. Ven, pon tu mano en mi rostro que estoy cansado de invocar el llanto y ver que no llega. Acerca tu rostro al mío para sentirte respirar, para mirar tus labios dulces y llenarme de tus ojos bellos que me miran sin titubeos. Llévame contigo, mujer mía, a ese paseo citadino en el que triunfamos sobre itinerarios y vendavales. Inaugura nuevamente mi cuerpo con tus manos que saben de arcilla y repostería. Sonríe sin límite de tiempo. Haz de cada abrazo un recuerdo tibio y de todo encuentro un punto de partida con sabor a meta. Quédate en mi lecho cada mañana de domingo para sentir que eres mía, que soy yo tu hombre elegido, que sin promesas también es posible alcanzar la dicha. Arrincónate en mi pecho, susurra que me amas.

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sábado, 3 de septiembre de 2011

???






¿Quién habrá de cruzar airoso
la línea final de cada jornada?

El que es derribado
por el roce de los arabescos del humo
o el que atraviesa las agudas lanzas del fuego
con frescura matutina.

Quien en su cabeza
sólo abre espacios a espejismos
o el que se empeña férreamente
en construir la verdad límpida, escueta.

El quejumbroso que tiene por voz
el chirrido de una vieja bisagra
para pregonar sus desdichas,
o el silencioso que al hablar imita el trueno
para inventar obsequios
y nunca enumerar sus déficits.

El que se nutre de temores
a plena luz del día
o el que lame el néctar
del denso riesgo de la noche.

El que se amarra a turbios mandatos
o el que cuestiona el saber
con prudencia y humildad.

El enclenque derribado a fiebres alucinantes
por el piquete de un mosquito común
o el roble imperturbable que permanece erguido
tras la embestida de un rinoceronte.

El cómodo mendigo que reniega del trabajo
sin haber degustado su esencia.

El que se vuelve témpano
en la brisa fresca,
el que arde en presencia de la tibieza

El gigantón baboso que desfallece
cargando un kilo de icopor,
el que no inventa una salida del laberinto,
el que a mitad del camino
se piensa completo y bien elaborado...

¿Quién habrá de cruzar airoso
la línea final de cada jornada?

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jueves, 1 de septiembre de 2011

Cotidiana 6

Los ruidos no estorban, están ahí flotando sin dirección alguna. Después de que salen de la fuente sonora que los produce, quedan a la deriva, sin norte, sin meta.
He venido por primera vez a este centro comercial al sur de la ciudad donde antes funcionaba un autocine. En el tercer piso, al lado de los cines, hay una enorme plazoleta de comidas que a su vez es un balcón que se asoma a un parque muy arborizado en el barrio aledaño. Para suerte de los transeúntes hace sol, el invierno se toma un respiro, sabemos que volverá por sus fueros junto con la noche, precisamente cuando más daño nos hace, cuando más nos aterra.
Las sillas de plástico anaranjado imponen un reflejo amarillo en el aire. El cielo raso está decorado con enormes lámparas de material blanco en forma de cubo. El olor a crispetas es una mezcla de humo y melao.

Mi mujer está a mi lado rascándose con furia la nariz, una alergia al frío la tiene arrinconada desde el viernes pasado. Mi mujer cree que el frío es un sentimiento inventado por el hombre, algo no natural como el calor corporal, por eso nunca usa suéter, ni bufanda. Claro que nunca le he visto tiritar ni quejarse del congelamiento que vive con el aire acondicionado del cine cuando vamos al cine. Yo la abrazo y le presto mi pañuelo gris mate. Sus mocos verde manzana hacen un decorado sobre la tela digno de Obregón o Miró. Sus párpados están abultados como después de haber dormido demasiadas horas o llorado una inexplicable traición de amor.

Yo vuelvo a ponerme en escena como un turista en mi ciudad, ese transeúnte obnubilado que inventé para absorber, sin realmente estar mirando, todo lo que sucede a mi alrededor. A lo único que sigo atado adrede y con todos los sentidos al rojo, es a lo que mi mujer me habla, le sigo la conversación sin perder pisada y le aporto mis ideas con consideración y exactitud. Ella no me entretiene, me colma, me vuelve otro. Uno más luminoso, menos contrariado. Es el otro, el escribiente, el que va narrando una mescolanza hecha de descripciones del entorno y conclusiones de vida de poca monta. Ese zurumbático, hecho de muecas y chistes flojos, es quien padece descargas de melancolía traídas por la luz de un invierno atroz que justo ahora es fugazmente decorado con palúdicos rayos del sol que se despide apresurado.

Mi mujer entiende los defectos de mi mente, incluso parece que le atraen. Divina, revoltijo de ternura y calentura, me besa, me recoge, me lleva a casa.

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