martes, 10 de febrero de 2015

Ciclo.



Para mi fortuna ha vuelto la lluvia con sus sonidos de asombro y arrullo. Lo mejor de ser huésped del trópico es que el viento frío siempre es tibio. Se escabulle la tarde (esta frase ya la escribí antes pero no se me ocurre otra), y la luz se pone gris, polvorosa. Descubro que soy un tipo de palabras repetidas, de pocas ideas, actos mecánicos y boleros malva.

Mrs. Dalloway está enroscada a mi lado en el sofá. Tiene el gesto nostálgico de la penumbra y suspira igual a alguien que espera. Perra fiel. 

¿Lo ven? Un único tema. Vuelvo a describir mi hábitat como una litografía estancada en el tiempo. Soy fanático del pasado. Sólo allí he triunfado. Allá atrás, en el tiempo que se fue, fui hermoso, tenía los bríos de la torpeza y la suerte de un trapecista, era acertado al improvisar el amor. Ahora trastabillo al pretender la quietud, tartamudeo al invocar el silencio, y sonrío con esa mueca absurda de macho ciego que acaba rápido. Mierda. Y bebo vino, bendito combustible de intelectual de poca monta. Bueno, el tiempo dará cuenta de mí, así que este letargo poético lo pasaré con la suerte de estar habitado por todas las mujeres que me amaron.