Para mi fortuna ha vuelto la lluvia con
sus sonidos de asombro y arrullo. Lo mejor de ser huésped del trópico es que el
viento frío siempre es tibio. Se escabulle la tarde (esta frase ya la escribí
antes pero no se me ocurre otra), y la luz se pone gris, polvorosa. Descubro
que soy un tipo de palabras repetidas, de pocas ideas, actos mecánicos y
boleros malva.
Mrs. Dalloway está enroscada a mi lado
en el sofá. Tiene el gesto nostálgico de la penumbra y suspira igual a alguien
que espera. Perra fiel.
¿Lo ven? Un único tema. Vuelvo a
describir mi hábitat como una litografía estancada en el tiempo. Soy fanático
del pasado. Sólo allí he triunfado. Allá atrás, en el tiempo que se fue, fui
hermoso, tenía los bríos de la torpeza y la suerte de un trapecista, era
acertado al improvisar el amor. Ahora trastabillo al pretender la quietud,
tartamudeo al invocar el silencio, y sonrío con esa mueca absurda de macho
ciego que acaba rápido. Mierda. Y bebo vino, bendito combustible de intelectual
de poca monta. Bueno, el tiempo dará cuenta de mí, así que este letargo poético
lo pasaré con la suerte de estar habitado por todas las mujeres que me
amaron.