Hay
sangre, espesa, casi fría. Su recorrido por las venas es muy lento, no quiere
llegar a su destino. El otoño averió su ritmo de trópico. La tierra caliente es
sometida por las lluvias. Los expertos nombran este suceso con la palabra
fenómeno pero nada tiene de fenomenal. Bueno, quizás la evidencia de que la
gente se ha vuelto gris y exhala neblina al respirar, tiene la piel escarchada
y los ojos anuncian llanto a toda hora, confirma que los desastres del temporal
se han desbordado sin misericordia.
El
consumo de café caliente se ha triplicado, la locomoción es torpe y húmeda.
Todos llevan por techo un paraguas y los brazos escondidos. Desde la mesa de la
cafetería yo miro la avenida buscando los edificios de siempre. Sé que están
ahí. Dentro de esas viviendas, la pequeña tibieza almacenada sirve para que la
gente se recoja en diminutos rituales de vida cotidiana y haga planes para
cuando el sol regrese. Ya han gastado tres almanaques completos.