miércoles, 18 de marzo de 2015

Lluvia.




Hay sangre, espesa, casi fría. Su recorrido por las venas es muy lento, no quiere llegar a su destino. El otoño averió su ritmo de trópico. La tierra caliente es sometida por las lluvias. Los expertos nombran este suceso con la palabra fenómeno pero nada tiene de fenomenal. Bueno, quizás la evidencia de que la gente se ha vuelto gris y exhala neblina al respirar, tiene la piel escarchada y los ojos anuncian llanto a toda hora, confirma que los desastres del temporal se han desbordado sin misericordia.

El consumo de café caliente se ha triplicado, la locomoción es torpe y húmeda. Todos llevan por techo un paraguas y los brazos escondidos. Desde la mesa de la cafetería yo miro la avenida buscando los edificios de siempre. Sé que están ahí. Dentro de esas viviendas, la pequeña tibieza almacenada sirve para que la gente se recoja en diminutos rituales de vida cotidiana y haga planes para cuando el sol regrese. Ya han gastado tres almanaques completos.