domingo, 5 de mayo de 2013

Calor.





Líquido de tres sabores combinados en uno. Café espeso, leche diminuta, azúcar desgranada. Mezclo a temperatura semi ardiente. Bebo a tragos gruesos. Sudo. Ya es la noche pero el clima arde. Vainas del trópico, me explico. El aire está completamente quieto. Yo repito el fallido ejercicio de no pensar. Vuelvo a usar el curtido gesto de parecer embalsamado y me quedo mirando los objetos que tengo arrumados sobre la mesa de escribir. Perfecto altar de la decadencia. Mi piel brilla, es el sudor que pone su rocío salado al servicio del sauna natural de la habitación. Disfruto de la humedad que se ha adueñado de mi franela de algodón. Hueles a hombre, me dice Mariana, y arrastra su nariz por mi cuello mojado. No le presto mucha atención pero le sonrió un poco. Me concentro en invocar la lluvia. Funciona. Gotas gordas y calientes caen a destiempo sobre el tejado. La síncopa de agua enmudece cualquier otro sonido que hubiese. De pronto me imagino muchas matas de plátano de hojas muy anchas reproduciendo el eco sordo del aguacero. Llega el viento. Decido cambiar el café por vino tinto. Como uno más de mis actos reflejos, ya he puesto a sonar el álbum de Rythm and Blues a bajo volumen. El calor aumenta. Ahora la humedad resalta los pezones de Mariana bajo su blusa de gaza. Ese relieve no puedo desatenderlo. La certeza de que todo acto de amor es absurdo y que la indiferencia es el único antídoto infalible contra la ley de Murphy, me permiten dejar de lado la ironía y entregarme a la contemplación indefinida del deterioro del mundo. Por suerte aún soy un asalariado de buen desempeño y eso me protege de muchos de los quebrantos modernos, en especial de la locura inoficiosa.  


3 comentarios:

  1. Bello escrito que me haces viajar. El calor tropical embriaga al igual que el buen café, el buen vino y la buena compañía. Cariños.

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  2. Gracias por haber visitado mi blog: Emigrante al cuadrado.
    Saludos desde México DF

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