Choli me ha oído acercarme. Sus oídos no paran de
funcionar. Ni siquiera cuando duerme. Viene a mi encuentro y exige que le
acaricie el cuello mientras se estira echada en el suelo. Pasados diez minutos
me incorporo para hacer café. Ella no me pierde pisada. El cuerpo me duele en
varios apartes. El oficio de existir tiene momentos impredecibles que apabullan
las fuerzas de modo inevitable. Prendo la emisora clásica. Sonidos de piano opacan los gallos madrugadores de la finca vecina. El reloj destartalado de
la cocina dice 6:27. Le resto lo que tiene de adelantado y me sorprendo por
haberme levantado tan temprano para ser domingo. Me siento a esperar el
destilado. Hoy armé un sitio de lectura distinto. En el patio trasero ubiqué
una silla con mi cojín florido favorito y una mesita para el pocillo, el
estuche de las gafas y el libro y el celular. Envié por el chat el poema de
esta semana a mi viejo grupo de colegas. Hablo de desvanecerme y no haber
existido. No tengo ningún problema con estarme haciendo mayor. Los años me
llegan bien aunque el espejo me muestre un rostro que combina los rasgos feos
de mi madre con los gestos burdos de mi padre. Los poetas no sufrimos de
depresión sino de melancolía. He repetido esta frase a muchos durante los
últimos meses. Siento que es así. El amanecer está gris. El verano estrambótico
que nos ataca suele hervirnos durante el día y azotarnos con aguaceros por la
noche. Así que por la ventana de la sala veo que allá afuera hay un frío gris
atravesado por rayas amarillas invadiendo la calle. Leo las primeras páginas
del libro que compré ayer. Las frases cortas de mensajes condensados ilustran
el estilo que quiero aprender. Mezclan rastros cotidianos con cápsulas de
coloquial sabiduría. Cada hombre es un recipiente de diminutas sabidurías. Su
utilidad es casi invisible. La historia de cada hombre contiene ciclos que se
repiten. Hoy vivo como testigo asuntos que en mi adolescencia viví como
protagonista. Soy un actor secundario que apenas puede entender el peso de su
papel. En esta película de la vida todo rol puede ser modificado, incluso
omitido. Una conclusión reciente me dice que el amor se permite todos los
errores porque supone que al final va a triunfar, que el final siempre será
feliz. Desconoce que la sumatoria de momentos alegres que permiten la ilusión
de felicidad debe ocurrir esporádicamente para no acumular frustraciones ni ser
fatigado por la espera. El desquicio puede asaltarnos en cualquier momento.
Descubrir que el amor de nada sirve es el peor de los infortunios. Pero también
es la única verdad que te ubica en lo que eres: nada. Perecedero,
inevitablemente inútil. El dolor se da ínfulas de maestro pero es el
asentamiento de las aguas turbias después de la creciente el que aporta la
serenidad. El aletargamiento con que sucede aporta la pausa que reorganiza las
fichas del rompecabezas. Todo vuelve a comenzar de cero. La calma incuba su
próximo estallido.
Anuar, ayer, una amiga que hace numerología me dijo que conoceré a un gran amor a los ochenta y tres años! Nos reímos mucho juntas, pero no veo por qué a tu personaje no le puede pasar algo similar, ser protagonista!
ResponderEliminar¿Qué buscamos tan obsesivamente en los libros? ¿Por qué precisaremos de tantas respuestas? Un abrazo, Anuar.
ResponderEliminarMe ha dado calma leerte. Besos.
ResponderEliminarBuena semana amigo y gracias por tu visita.
A veces los sedimentos aportan el poso y el peso de una vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dices tanto que no sé por dónde empezar. Reconozco el cambio de roles, es algo increíble, mágico, pero cierto.
ResponderEliminarMuy buen texto, me identifico en prácticamente todo cuanto dices.
Gracias por tu visita y comentario.
Besos
Simplemente...excelente.
ResponderEliminarEso es.
ResponderEliminarSí.
Todo eso.
Muy bueno!!!
ResponderEliminarpor acaso eres escritor ??? pasame tu libro :)
Me ha gustado mucho pasar por aqui,
Un beso
Me ha gustado mucho leerte, y me quedo con la frase "la calma incuba su próximo estallido"
ResponderEliminarPasamos por fases en la vida, ésta, que a veces tanto nos da y luego nos quita. Yo siempre digo que el amor, es una indolencia, de hecho la palabra ya está puesta en mi proximo escrito, aún en borradores, pero sin él, afloran las nostalgias y la calma se vuelve inquietud desestabilizador del alma. Es un...quiero y no quiero, algo inconcluso, esperemos que si llega, al menos que nos haga feliz, lo que dure.
ResponderEliminarGracias por llegar a mi, porque eso me hizo llegar aquí.
Un saludo, anuar.
"Los poetas no sufrimos de depresión sino de melancolía". Me quedé pensando en esta frase y si, es posible que esa melancolía constante sea una forma de ver la vida, porque se siente de forma distinta.
ResponderEliminarMuy buen relato Anuar.
Un abrazo.
Me encanta tu frase de los poetas...
ResponderEliminarLa tranquilidad de un día cualquiera.
Mil besitos.
Mayor, pero guapo. Cuânto para aprender de tus letras, buenas espoco. Gracias. Beso a Cholita, maestro.
ResponderEliminarMe quito el sombrero, maestro. ¡Qué bueno! Cuánta reflexión en tan poco espacio, en tan poco tiempo, en los minutos que preceden al despertar del día. Me encanta el trueque de melancolía y depresión; pero, me entusiasma esa justificación de que lo qu aporta la serenidad es el asentamiento de las aguas turbias después de la creciente y que el aletargamiento con que sucede aporta la pausa que reorganiza las fichas del rompecabezas. Me parece un texto maravilloso, Anuar. Abrazo grande.
ResponderEliminarMe quito el sombrero, maestro. ¡Qué bueno! Cuánta reflexión en tan poco espacio, en tan poco tiempo, en los minutos que preceden al despertar del día. Me encanta el trueque de melancolía y depresión; pero, me entusiasma esa justificación de que lo qu aporta la serenidad es el asentamiento de las aguas turbias después de la creciente y que el aletargamiento con que sucede aporta la pausa que reorganiza las fichas del rompecabezas. Me parece un texto maravilloso, Anuar. Abrazo grande.
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