Al fondo, desde el radio,
suena un especial de Ray Charles, a mi izquierda tengo una copa de vino frío
y a la derecha galletas de soda.
Encima, atollado en toda mi piel,
tu cuerpo ingenuamente ardoroso.
Al caminar tienes el ritmo justo
para que tus carnes brinquen a su amaño.
Tus carnes siguen el mandato
de la sustancia sensual de que esta hecha tu alma.
Eres una hembra.
Hueles a calentura.
Te veo y empiezo a salivar.
Mis manos tienen voluntad propia,
van donde tu redondez posterior se asoma,
esclavas de tus telas sedosas,
de la firmeza abullonada de tus nalgas,
del tobogán de tu cintura.
Y tú, ángel sediento,
extiendes tus besos en mi boca,
sueltas tus labios con ternura,
nunca doblegada,
nunca completamente ida.
Siempre tan libre,
tan asustada y decidida,
tan sorda ante las voces que encadenan.
En cada beso dejas una victoria.