Ahora
Ahora levanto la cabeza y miro al
frente. Quisiera aislarme de los ruidos que pasan a mi lado pero no lo logro. La
mañana está un tanto fría y tan gris como una lágrima de aluminio, opaca y
lisa. Algunas personas revolotean cerca. Ejemplares gastados de una raza
maltrecha. Los llaman Habitantes de la Calle. Ahora que hay calles. Ciudades que
definen a los seres que tienen atrapados dentro.
Miles de años atrás todo hábitat era
campo abierto en este valle. Sin rutas, sin nomenclaturas. Entonces, también
íbamos a la deriva pero con la suerte de menos obstáculos inertes en el
horizonte.
Ahora veo mis ojos atascados en la
rígida perspectiva de esta calle que me engulle sin siquiera saber cómo existo.
Cogito ergo sum, que diría Descartes. Un abrazo desde Murcia (España) Anuar.
ResponderEliminarYo sí lo sé, besos,
ResponderEliminares porque estás vivo y nada te ha engullido, precioso relato.
Así como el exterior, nuestro interior se complica con los ojos del tiempo, de la vida, del suceder...
ResponderEliminarUn abrazo.
Cómo nos modelan las ciudades...somos su pasto, su laboratorio...y sus desgracias: esos habitantes de la calle...sin destino grato...aquí les dicen desechables...
ResponderEliminarAnuar, tengo la fortuna de poder estar en contacto con el verde algunos días de la semana, es reparador y vivificante, un abrazo!
ResponderEliminarLas ciudades, los mares de asfalto. Qué bonito.
ResponderEliminarMaravilloso relato, tan sólo el hecho de estar vivo nos permite todo lo que nos cuentas amigo. Besos.
ResponderEliminarPero... ¿existes? ¿eres real? ¡Qué decepción! Creí, sinceramente, que eras la voz sin nombre ni cuerpo material.Creí que eras la voz de los habitantes de la calle. la voz que los nombra y los hace presentes. Gracias por hacerlos visibles. Por hablar de los que ya no recuerdan ni su nombre, si es que alguna vez lo usaron.
ResponderEliminarAbrazos, grandes grandes.