viernes, 24 de junio de 2011

R5


Tez Blanca, Aplicaciones En Negro...


Teresa es pequeña, de tetas grandes y manos suaves. Su piel es muy blanca pero no rosada. Más bien habana, un poco grisácea. A veces imagino que yo mismo la he pintado de kaki desteñido. El tono de su piel es parejo, sin vetas intensas ni descoloridas. Siempre soy capturado por los tramos de su cuerpo que irradian un contraste inusual. Todo en Teresa es silvestre. Su pelo negro de hebras cortas va suelto, regando olores. Los ojos son más negros que el pelo. Un par de bolas grandes y brillantes que dejan ver hacia dentro sin resistencia. Sus cejas son delgadas y aún así espesas. Lo mejor es verla desnuda. Su pecho se lanza hacia arriba en dos bolsas pardas coronadas por pezones pequeños muy oscuros, bien delineados, sin desgaste en sus pigmentos. Su ombligo se hunde un poco y muestra una sombra concentrada. Las axilas rasuradas son un par de manchas ovaladas casi húmedas. El pubis, decorado de púas negras, corona una grieta marrón de pliegues rojo mate. Teresa tirada en la cama va retorciéndose según mis manos, mi boca y mi nariz se posen aquí o allá. Entregada en una soltura elástica libera suaves gemidos de modorra. Es un juguete entre mis manos y la fuente del asombro para mis ojos. Voy por sus uñas opacas sin mantenimiento. Las madejas de sus pantorrillas de huso alargado son esponjosas, lisas. Las clavículas duras, retorcidas. Teresa me mira sin sonreír pero como si lo hiciera. Es una mujer. Tengo una mujer, me repito incrédulo. Esta tarde tengo una mujer en mi cama. Esta tarde de verano, en esta cama cerca a la ventana, con el viento entrando, la cortina se mueve, Teresa se mueve. Sus labios están secos, voy a humedecerlos. Su boca es de afiche, sus dientes son pequeños, rucios de cigarrillo, sabrositos a mi lengua hambrienta. Sólo sus manos acuden a mi encuentro, toman mi cabeza y me despeinan desperezándose después de la siesta. Teresa no se da por enterada del recorrido que mis ojos hacen de sus nalgas abultaditas, de la raya oscura que las delinea, del fino vello erizado. Nada en su piel brilla, nada en su rostro da muestras de recibir el paso del tiempo. Para mi la vida es este rato en que exploro el cuerpo de Teresa antes de que la tarde se ponga anaranjada y a ella le de porque tenemos que irnos para la calle a buscar la noche.


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5 comentarios:

  1. Hoy tu escrito me produce una extraña sensación, como si palabra a palabra cosificaras a la mujer, la rebajases, seguro que soy yo, pero me resulta realmente extraño.

    ¿era la intención? Un cordial saludo

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  2. Momentos... bien meniño. Eres perfecto describiendo mujeres, cuerpos... sensaciones...deseos...
    Desnudas incluso sin sacar la ropa.
    Bicos grandes

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  3. Por un momento tuve el temor de que la perfección de Teresa terminara en una escultura de yeso. Por suerte era de carne y hueso, para tu bien, Anuar.

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  4. Excelente descipción, excelente narración. Cuánto para aprender. Mi pregunta, tus personajes existen?
    Cariñossssssssssssssssssssss de Norma Soriano.

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