Quizás sea el momento de detenerme, dejar de acumular tanta basura sobre mi cuerpo, tanto olor avinagrado que me recuerda que soy alérgico al agua.
Quitar de mis ojos esas imágenes con que creo motivar mis melancolías y no forzar ninguna inspiración caótica.
Es la hora de abrir las cortinas del ventanal y dejar que los arbustos del jardín reciban una mirada de agradecimiento, aceptar que los colores con que va cambiando el día no fueron inventados con el propósito de inspirar conclusiones sobre la vida.
Remover las lagañas de los ojos y despejar la mirada de tantas horas sentado sin hacer nada distinto de rumiar frases que no dan inicio a ninguna historia coherente. El zumbido que suena en la cabeza no es evidencia de ninguna avería. Es inventado. Es la prueba de que la costumbre de gastar las horas solo y en silencio se ha vuelto un ejercicio no percibido y por lo tanto inútil.
No hay que esperar a que las condiciones para una nueva rutina se presenten espontáneamente, es imperativo inventarlos. Crear, por ejemplo, una rutina de actos estudiados y mecánicos, como lavar los trastes de la comida, afeitarse, planchar el uniforme del trabajo, regar las matas del jardín, clasificar las revistas según sus temas…, en fin, sincronizar los movimientos que piden precisión en la motricidad y ocupan la cabeza con un sonsonete paralelo al de las incógnitas que no paran de hablar.
Siempre es bueno valorar la ventaja de que el tiempo no se queda quieto, y en cada giro que completa, trae propuestas que bien miradas vienen a constituir los senderos por donde se puede llevar la vida hacia misiones más livianas, divertidas, nada densas.
Es el momento de una buena taza de café tibio, pastelillos de mora y música de cuerda para acompañar la tarde que se despide.
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Quitar de mis ojos esas imágenes con que creo motivar mis melancolías y no forzar ninguna inspiración caótica.
Es la hora de abrir las cortinas del ventanal y dejar que los arbustos del jardín reciban una mirada de agradecimiento, aceptar que los colores con que va cambiando el día no fueron inventados con el propósito de inspirar conclusiones sobre la vida.
Remover las lagañas de los ojos y despejar la mirada de tantas horas sentado sin hacer nada distinto de rumiar frases que no dan inicio a ninguna historia coherente. El zumbido que suena en la cabeza no es evidencia de ninguna avería. Es inventado. Es la prueba de que la costumbre de gastar las horas solo y en silencio se ha vuelto un ejercicio no percibido y por lo tanto inútil.
No hay que esperar a que las condiciones para una nueva rutina se presenten espontáneamente, es imperativo inventarlos. Crear, por ejemplo, una rutina de actos estudiados y mecánicos, como lavar los trastes de la comida, afeitarse, planchar el uniforme del trabajo, regar las matas del jardín, clasificar las revistas según sus temas…, en fin, sincronizar los movimientos que piden precisión en la motricidad y ocupan la cabeza con un sonsonete paralelo al de las incógnitas que no paran de hablar.
Siempre es bueno valorar la ventaja de que el tiempo no se queda quieto, y en cada giro que completa, trae propuestas que bien miradas vienen a constituir los senderos por donde se puede llevar la vida hacia misiones más livianas, divertidas, nada densas.
Es el momento de una buena taza de café tibio, pastelillos de mora y música de cuerda para acompañar la tarde que se despide.
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Anuar, esto que escribiste me hizo recordar a un día domingo en que hubo elecciones acá en mi país, yo estaba sola por la tarde y me puse a mirar a mi alrededor, no con una mirada crítica sino valorando los objetos que me acompañan en mi diario vivir, sin pensarlo mucho, di gracias a Dios por los días tranquilos.
ResponderEliminarMe gustó muchísimo este texto. No estoy segura de haberlo leído, pero si así fue, me alegro de hablerlo leído de nuevo. Es precioso.
ResponderEliminarUn abrazo, Anuar. :)
No Hay Palabra Que Supere El Silencio !
ResponderEliminarEstoy comenzando a estar de acuerdo contigo.
ResponderEliminarAl final me convencerás y yo también callaré.
Un beso.
Es tan lindo abrir la ventana, respirar el aire que el dia nos trae y dejar un poquito la rutina de lado e improvisar un poco. Interesante tu relato. Saludos.
ResponderEliminarAn no Andri, no te dejes convencer tan fácilmente, eso quieren los hombres, que nos quedemos mudas, ja ja ja.
ResponderEliminarNo, no es tan fácil convencerme. Lo digo, pero casi nunca lo practico.
ResponderEliminarUn abrazo María Cristina.
Lo he releido varias veces, para disfrutar de esa sensación de relax de transpira. Sí, en lo tiempos que corre, va bien un momento de conversación silenciosa y descansada.
ResponderEliminarSaludos
Una mirada de agradecimiento a los arbustos del jardín...
ResponderEliminarMe ha parecido tan hermoso y tan optimista y tan cercano a lo cotidiano.
Es cierto que en las malas épocas nos olvidamos de mirar la Naturaleza. Recuerdo una vez que salí a dar un paseo o, más bien huí a dar un paseo. Me pilló el atardecer, una espectacular puesta de sol que era imposible no mirar y ese atardecer tuvo el efecto de hacerme ver las cosas bajo un prisma diferente.
Gracias por permitirme conocerte comentando en mi blog.
La Verborrea Es Un Mantra Que Ensordece.
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