lunes, 25 de julio de 2011

Diatriba H, I ...



H

Hay otro motor que impulsa la promiscuidad y es, la búsqueda de completud, el deseo de huir de la soledad, la pelea que le damos a la certeza de ser insignificantes en el universo. Esta promiscuidad busca el amor a través del sexo. Siempre pensamos que esta nueva pareja que estamos armando sí nos llenará, sí nos traerá el nirvana, nos salvará de la soledad. Luego descubrimos que no hay tal, entonces volvemos a armar otra pareja esporádica y así nos vamos, dando tumbos, llenándonos de rasguños, de resentimientos, de desconfianzas. Y claro, responsabilizamos a esos otros (que no nos dieron la talla) de lo fallido de nuestra búsqueda. No caemos en la cuenta que el estereotipo estaba mal armado, ni aceptamos que los estereotipos no funcionan nunca. En realidad lo que falla son nuestros parámetros de selección. Sólo recogemos lastre oscuro.

I

Y se me ocurre que la promiscuidad es incapacidad de comprometernos en la construcción de un proyecto de pareja firme, estable, en el que halla sacrificio y entrega, comunicación directa, perdón, impulso. Claro, se necesitaría que ambas partes estuvieran en conjunción con la misma premisa y que hubiese una cuota de valentía muy alta para atravesar las adversidades y no desfallecer ante los primeros dos mil tropiezos. Hay que ser valientes y no enfrascarse en jueguitos de piel a diestra y siniestra, que no por deliciosos aportan la mejor ganancia.
Cuando no se respeta al otro, ni su cuerpo, ni sus procesos intelectuales o espirituales (si los hay) sólo lo estamos usando para masturbarnos, sólo usamos y luego lo desechamos o lo mantenemos amarrados a cierta distancia controlable para jalarlos y volver a disfrutar de ellos cuando la soledad nos muerde la nuca y necesitamos alimentar la vanidad y sentir que somos los dueños del asunto (es posible que los otros actúen del mismo modo y con similar objetivo). Repito, es sólo una masturbación, en el fondo el otro no importa mucho. Bueno, a veces hay beneficios colaterales como el dinero, los obsequios, cierto prestigio, cierta compañía. Los efectos secundarios nocivos de esta práctica (impetuosa, de poca riqueza espiritual) se descubren muy tarde y a veces son irreversibles.






.

6 comentarios:

  1. En esta ocasión concuerdo al cien por ciento contigo. Las personas acostumbramos a disfrazar la promiscuidad con la "búsqueda del amor", el promiscuo siempre es el otro. Acepto más fácilmente que alguien admita que simplemente busca sexo, antes que se escude detrás de otros sentimientos. La validez de la búsqueda ya entra a mi entender en el terreno exclusivamente personal. Es algo extensible a muchos aspectos de la vida: la facilidad para ver la paja en el ojo ajeno y obviar la viga en el nuestro.
    Un saludo muy cordial.

    ResponderEliminar
  2. Yo sigo embelesada...de acuerdo con todo lo razonado.

    María Cristina, dura es la palabra promiscuidad, pero ahí está imponente, magistral y limpiamente expuesta por este escritor que a mí me engancha de veras. Te doy razón en lo de la puerta, pero
    en cuanto te veas con fuerza, mira la palabra sin que ésta necesariamente te haga sentir una vibra que despierte tus tabúes, no sé...puede que me esté metiendo contigo sin razón. Un abrazo!!!

    ResponderEliminar
  3. Muy de acuerdo amigo.
    Besos de Norma

    ResponderEliminar
  4. Gracias Andri, son cosas muy arraigadas, pero no lo tomo a mal para nada, un beso.

    ResponderEliminar
  5. Buenísima reflexión..estoy totalmente de acuerdo con todo, consigues descuartizar cada maraña de sentimientos y los dejas libres y claritos...

    Me encanta tu forma de reflexionar, me es cercana

    Nos leemos
    Besos

    ResponderEliminar